Anhedonia: la incapacidad de sentir placer
El concepto de anhedonia es muy utilizado tanto en psicología como en psiquiatría, porque hace referencia a un fenómeno extraño que es muy relevante para la persona que lo experimenta: la incapacidad para sentir placer y sensación de satisfacción.
Eso hace que esto se convierta en un mazazo para la calidad de vida de los pacientes que lo manifiestan, porque todo aquello que puede vincularse a la motivación, la sensación de bienestar o el interés en las cosas queda anulado.
A continuación veremos en qué consiste la anhedonia y de qué manera tiene un impacto en la calidad de vida de las personas.
¿Qué es la anhedonia?
En términos generales, la anhedonia es la ausencia total de sensaciones placenteras y satisfactorias independientemente del contexto en el que se esté.
Dicho en otras palabras, la anhedonia es la incapacidad de experimentar plenamente placer y sentimientos asociados a este, como la alegría o la apreciación del humor en lo que nos rodea, y que tiene como una de sus principales causas una alteración en los procesos mentales de la persona. Eso significa que no se manifiesta solo en un ámbito concreto, como la práctica de deporte o las relaciones íntimas, sino en todas las posibles experiencias que vive la persona en cuestión.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que en ciertos casos la anhedonia no es del todo global, y se manifiesta en ciertos ámbitos de la vida, tal y como veremos. La anhedonia musical, por ejemplo, sería una de estas variantes, aunque de ésta en concreto apenas se sabe nada más allá de que aparece en personas que no pueden disfrutar escuchando música.
La anhedonia puede entenderse como si fuese una anestesia inversa: en vez de quedar anuladas todas las experiencias dolorosas, se anulan las que producen placer o sensación de bienestar. En definitiva, experimentar anhedonia significa vivir sin placer, hagamos lo que hagamos.
La anhedonia no es un trastorno
Esto puede parecer confuso, ya que la anhedonia revela una alteración grave que debería ser tratada, pero lo cierto es que no es en sí misma un trastorno mental. Se trata de un síntoma, no de un síndrome o trastorno psicológico, aunque suele ser una de las formas de expresión de diferentes tipos de enfermedad mental. Es decir, es la expresión de una patología que produce ese efecto, pero que también puede generar otros problemas mentales.
Trastornos en los que está presente
Los trastornos en los que es más frecuente que aparezca la anhedonia son, especialmente, los trastornos depresivos: en la depresión se suele dar un aplanamiento emocional y un bajo nivel de placer anticipatorio y consumatorio, y una sensación que los pacientes describen como incapacidad para disfrutar de cosas que deberían estimularlos de manera positiva. Algo similar ocurre con el trastorno conocido como distimia.
Sin embargo, la anhedonia también es relativamente común en casos de esquizofrenia, así como en personas que se han vuelto tan adictas a una sustancia (alcohol, cocaína, y otras drogas) que se han habituado a eso y se han vuelto insensibles a otras formas de satisfacción.
Por otro lado, existen evidencias de que la anhedonia no se expresa del mismo modo en personas con depresión que en personas con esquizofrenia: en el primer grupo, este síntoma suele debilitarse con el paso del tiempo, mientras que por norma general esto no ocurre en el caso de los pacientes con esquizofrenia que han manifestado este síntoma.
¿Qué causas pueden producir la ausencia de placer?
Las causas biológicas de la anhedonia no se conocen bien, pero sí existen teorías al respecto. Una de las más asumidas es la de que este síntoma nace de una alteración en el sistema de recompensas del cerebro, ubicado en estructuras relacionadas con el sistema límbico.
En situaciones normales, ciertas situaciones hacen que en nuestro encéfalo se desencadene un proceso que hará que intentemos repetir esa experiencia. Para ello, estas partes del cerebro generan la sensación de placer, en la que hormonas como la dopamina tienen un papel fundamental. En la anhedonia, este sistema de recompensas quedaría incapacitado para activar el mecanismo para repetir conductas, y de eso se derivaría la ausencia de placer.
Entre las partes del cerebro que se han visto relacionadas a la anhedonia (por presentar anomalías en muchos pacientes que presentan este síntoma) encontramos la amígdala, la corteza orbitofrontal y el hipotálamo, estrucutas que intervienen en la fijación de objetivos y en la motivación, ya sea promoviendo o inhibiendo el deseo de satisfacer la necesidad de placer.
Algunos tipos de anhedonia
Aquí verás algunas variantes específicas de anhedonia relativamente comunes.
La anhedonia social
Existe un fenómeno conocido como anhedonia social en el que la falta de interés y la ausencia de placer aparecen específicamente en experiencias sociales. Las personas con anhedonia social no encuentran ningún motivo por el que interactuar con los demás a no ser que esto responda a necesidades materiales muy concretas.
La anhedonia social, además, muchas veces es una de las primeras señales de la aparición de la esquizofrenia en alguna de sus formas.
Además, por lo que se ha observado a partir de investigaciones en las que se han usado escáneres cerebrales, en los cerebros de personas con una fuerte anhedonia también hay alteraciones en partes de la corteza cerebral encargadas de llevar a cabo procesos cognitivos relacionados con la representación del "yo" y de los demás.
Anhedonia sexual
Esta forma de anhedonia se presenta generalmente en hombres que, al eyacular, no sienten placer. En mujeres también existe una forma análoga de este síntoma, pero es menos frecuente.
Se trata de una alteración que no solo perjudica la calidad de vida de quien experimenta en primera persona la anhedonia sexual, sino que también supone un problema de pareja que hay que saber gestionar. Esto hace que no solo sea un fenómeno a tratar psicológicamente en el paciente, sino que muchas veces también es necesario intervenir a través de la terapia de pareja.
Tratamientos posibles
Como la anhedonia es un síntoma, para saber abordarla primero hay que conocer su raíz, es decir, el trastorno o desorden neurológico que la produce.
Esto permitirá detectar factores externos que favorecen y mantienen su aparición (como elementos fuertemente estresantes) y también hará más fácil que, en caso de optarse por un tratamiento en el que se utilizarán psicofármacos, se usen los adecuados.
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