Órganos vestigiales del cuerpo humano: qué son, y 10 ejemplos
El cuerpo humano no es perfecto. Si bien poseemos gran inteligencia y podemos desempeñarnos bastante bien en la naturaleza, hay muchas partes de nuestro organismo que no parecen tener una función muy clara.
Estas estructuras son conocidas como órganos vestigiales, los cuales, en algún momento de la historia de la evolución nos debieron ser útiles pero, en la actualidad, su función ha desaparecido y se han ido atrofiando.
A continuación profundizaremos en los órganos vestigiales, cómo la teoría de la evolución explica su existencia y cuáles son los más conocidos del cuerpo humano.
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¿Qué son los órganos vestigiales?
Los órganos vestigiales son estructuras orgánicas que no parecen cumplir con ninguna función biológica importante en el organismo que los posee. Estas estructuras se conservan como herencia del proceso evolutivo, pues en algún momento de la historia de la evolución un antepasado de la especie actual tuvo esa estructura, que le resultaba útil y funcional, pero con el paso de los años debió dejar de ser importante y acabaría atrofiándose. Así, los órganos vestigiales se pueden ver como las “sobras” de la evolución..
Este tipo de órganos, que también pueden ser huesos, estructuras en la piel o cualquier otra parte del organismo, ya no ofrecen ninguna función significativa para el organismo. Además, pueden dar problemas y ser desadaptativos, porque son estructuras propensas a infectarse, como sería el caso del apéndice (apendicitis) o de fracturarse, como ocurriría con las vértebras que forman el coxis. En el caso humano, los órganos vestigiales que todavía conservamos los tenemos porque la evolución no ha tenido tiempo para hacerlos desaparecer.
¿Cómo interviene la evolución?
Entre otras muchas pruebas, la presencia de órganos vestigiales en los animales es la prueba más irrefutable de que la evolución existe y que la selección natural es la fuerza detrás del proceso, puesto que son los restos de este. La teoría del diseño inteligente, defendida por sectores creacionistas no tiene sentido pues, si el ser humano y resto de especies se han creado de forma perfecta ¿qué necesidad hay de conservar órganos que no sirven para nada?
De acuerdo con la teoría evolucionista de Charles Darwin, expuesta en su libro El origen de las especies (1859), todas las especies que existen hoy en día en la Tierra proceden del mismo ser vivo, nuestro antepasado común. Este antepasado, que debía ser muy simple, fue evolucionando, dando origen a otras especies más complejas y mejor adaptadas a las necesidades del ambiente. Como resultado de las diferentes adaptaciones podemos ver la diversidad de especies que se pueden encontrar en la actualidad.
De esta teoría se extrae que si una característica no es adaptativa en la naturaleza, esta o bien puede desaparecer, debido a que los individuos que la poseen no llegan a reproducirse porque tienen una desventaja, o bien se conservan pero, progresivamente se va atrofiando. Esto último se debería a que, al no haber una presión evolutiva sobre este carácter, el órgano en cuestión no es usado y va desarrollando una función cada vez menor. Esta idea darwinista sería la que explicaría la existencia de los órganos vestigiales.
Cabe decir que Darwin no fue el primero en observar la presencia de órganos vestigiales en los animales. Miles de años antes Aristóteles se fijaría en los ojos de los animales de vida subterránea, como los topos, que no tenía sentido que los tuvieran puesto que rara vez estaban en contacto con la luz solar ¿De qué sirve tener ojos en un lugar en donde no se puede ver?
Pero el antecedente a Darwin más destacable es Jean-Baptiste Lamarck. Este naturalista francés consideraba que la evolución se regía por un principio muy básico: el uso frecuente y sostenido de un órgano hace que este se fortalezca poco a poco, dándole una potencia proporcional a la duración de su uso. Así, el órgano que se haya usado poco o se encuentre en desuso acabará debilitándose. Por ejemplo, según Lamarck los ojos de los topos habrían ido perdiendo funcionalidad con pasar de las generaciones debido a que esta especie no los necesita.
Pese a que las tesis lamarckianas fueron bastante importantes en su época, hoy en día sabemos que no son del todo ciertas. No es la falta de uso lo que promueve el debilitamiento de una estructura orgánica, sino como de adaptada o funcional resulta esta para hacer frente a las exigencias del medio. Si el individuo tiene una estructura que le da desventaja, lo más probable es que tenga más problemas para reproducirse que aquellos que o no la tienen o tienen la versión adecuada.
Como todos los seres vivos procedemos de un visto ancestro, es bastante fácil encontrar estructuras vestigiales compartidas por un inmenso número de especies. Los órganos vestigiales, como hemos comentado, no son más que antiguos órganos que sí eran funcionales pero que en la actual especie portadora ya no lo son. A este proceso se le denomina “involución”, e implica que se destinen menos esfuerzos biológicos para mantener activa esa estructura. Así pierde su funcionalidad, se reduce en tamaño y se atrofia.
Los órganos vestigiales del cuerpo humano
En el cuerpo humano hay muchos órganos vestigiales, tantos que el debate sobre cuántos hay exactamente sigue abierto. Se estima que podrían ser 86, pero también han habido clasificaciones en las que se ha hablado de más de 180 órganos vestigiales.
Esto se debe a que no siempre se puede estar seguro de que un órgano ha perdido por completo su funcionalidad, dado que pueden quedar reminiscencias de su función ancestral. De todas formas, la comunidad científica coincide en que las 10 estructuras que veremos a continuación se pueden considerar como órganos vestigiales.
1. Apéndice
El apéndice vermiforme es el órgano vestigial más conocido. Su fama se debe a que, pese a ser una estructura tan pequeña, en caso de infectarse se produce la apendicitis, una enfermedad grave que de no ser tratada a tiempo extrayendo el apéndice quirúrgicamente se puede morir.
El apéndice se encuentra adherido al intestino grueso y tiene una forma alargada, como una especie de bolsa con forma de dedo que se proyecta desde el colon al lado derecho del abdomen.
Se piensa que el apéndice es lo que queda de un órgano que utilizaban nuestros ancestros herbívoros para digerir la celulosa. Esta función la ha perdido en nuestra especie porque ya no consumimos hojas de los árboles, que son de los alimentos más ricos en esta sustancia.
Al pasar a una dieta con más carne, frutas y legumbres el apéndice acabó dejando de ser importante para nuestra supervivencia, haciendo que a medida que pasaban las generaciones se fuera atrofiando cada vez más al no tener una importancia fundamental para nuestra digestión.
Pese a esto, hay quienes opinan que realmente podría tener alguna función. Se ha dicho que podría estar implicado en la respuesta inmune, al menos de manera indirecta, y también se ha hipotetizado que podría encargarse de mantener la flora intestinal.
2. Coxis
El coxis (o cóccix) es la parte final de la columna vertebral. Está formado por las cuatro últimas vértebras que tienen un tamaño pequeño y carecen de movilidad y, desde el nacimiento, se encuentran fusionadas.
Esta estructura no tiene funcionalidad, al menos aparentemente. En cambio, la parte anterior al coxis, que tampoco presenta movilidad, sí parece cumplir con cierto papel importante al transmitir movimiento a la pelvis.
Sus orígenes evolutivos son bastante antiguos, encontrándose en los monos más primitivos. Se cree que el coxis es el resultado de haber perdido de forma progresiva la cola, una estructura que es común en la mayoría de los vertebrados. Así pues, nuestro coxis sería una involución de la cola.
3. Senos paranasales
Los senos paranasales son unas cavidades huecas que se encuentran en nuestro cráneo. Son como unas bolsas de aire en nuestra cabeza y, aunque hay quienes dicen que podrían tener como función la de cámara de resonancia o para liberar peso del cráneo, lo cierto es que parecen ser estructuras vestigiales que, encima, dan problemas graves.
Los senos paranasales pueden transformarse en el hogar de bacterias u otros patógenos que tienen vía libre para acceder a esta estructura y quedarse bien aisladas. Cuando esto sucede, los senos se infectan y se produce la sinusitis, una enfermedad respiratoria
No tiene sentido evolutivo tener una estructura que, además de no ejercer una función clara, es propensa a infectarse. Sin embargo, sí que debieron ser útiles para los animales de quienes los hemos heredado, los saurópsidos. Estos grandes reptiles necesitaban estas cavidades para dar forma a su cráneo.
4. Plica semilunaris
La plica semilunaris es un pequeño pliegue que se encuentra en la conjuntiva ocular, es decir, la membrana que rodea el ojo. Se encuentra localizado en la esquina interna del ojo y se ve como un tejido rojizo que sobresale entre los párpados.Pese a que facilita el movimiento de los ojos y ayuda a mantener el drenaje de los ojos se consideran órganos vestigiales.
Al parecer procede de una estructura que cumplía otras funciones en nuestros antepasados y que ha involucionado: el tercer párpado o membrana nictitante. Esta membrana es común en aves y reptiles, consistiendo en un párpado translúcido que sirve para lubricar el ojo y limpiarlo sin tener que cerrar los ojos y perder la visión brevemente.
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5. Músculo auricular posterior
Los músculos auriculares posteriores, que se encuentran detrás de la oreja, son músculos considerados vestigiales. La mayoría de las personas no los pueden mover a voluntad y, en caso de poder, su musculatura no deja de estar muy atrofiada.
Estos músculos de las orejas los hemos heredado de los primates basales, quienes sí necesitaban tener una buena capacidad para mover las orejas a voluntad y así poder ubicar bien los sonidos.
En el caso humano se fue perdiendo esta capacidad dado que el pabellón auditivo de nuestra especie ha evolucionado lo suficientemente bien como para detectar el origen de los sonidos sin necesidad de tener que moverlas.
6. Falanges del dedo pequeño del pie
Las falanges del dedo pequeño del pie son huesos muy pequeños y carentes de movilidad. En comparación con las falanges de los demás dedos del pie, estas están muy involucionadas, motivo por el cual se consideran huesos vestigiales. Sus orígenes se encuentran en nuestros antepasados primates, quienes sí tenían la capacidad para mover el dedo pequeño del pie más libremente
7. Muelas del juicio
Las muelas del juicio son dientes que se los considera órganos vestigiales, puesto que no cumplen con ninguna función importante y, además, corren el riesgo de tener caries con mucha facilidad y no están bien integrados en nuestra fisionomía. No tiene sentido que, a partir de la pubertad, nos crezcan las muelas del juicio, doliéndonos y, en muchos casos, siendo necesario extirparlas para mantener una buena higiene bucal.
Estas muelas son un legado de nuestros antepasados primates, especialmente aquellos que consumían raíces (rizófagos). Estos animales necesitaban unos dientes mucho más grandes y fuertes para poder masticar las duras raíces, que eran un alimento fundamental en su dieta.
Debido a los cambios de nutrición que ocurrieron en algún momento de nuestra historia evolutiva los primeros homínidos fueron necesitando otros tipos de dientes para poder comer carne, frutas y legumbres, llegando al punto que la mandíbula humana evolucionara hasta tal punto que no estuviera adaptada para albergar las muelas del juicio.
8. Pezón masculino
El pezón es una estructura imprescindible para las hembras, dado que les sirve para dar el pecho a sus crías y alimentarlas cuando son demasiado pequeñas para consumir alimentos sólidos. Esta es la única finalidad biológica del pezón, con lo cual, no tiene sentido que los machos los posean. Así pues, el pezón masculino es un órgano vestigial.
9. Vello corporal
Hace unos millones de años el vello corporal era esencial para mantener calientes a los homínidos que vivían en climas fríos. Con el cambio de las temperaturas y la migración a climas más cálidos, el vello corporal acabó perdiendo su utilidad, haciendo que el poseer mucho o poseer poco no fuera un factor importante para sobrevivir.
Si bien en ciertas partes como los brazos, las piernas, la espalda y el pecho no parece que cumpla con una función significativa, en otras partes sí que resulta útil. Un ejemplo de ello es el vello de las cejas que evita que el sudo entre a los ojos, mientras que el vello facial es considerado un carácter sexual secundario con finalidad reproductiva de atraer a las hembras.
10. Erector pili
El erector pili es un grupo muscular cerca del folículo piloso que se encarga de levantar el vello en situaciones de peligro o temor, es decir, hacer que tengamos "la piel de gallina". Se cree que su función primigenia era hacer que pareciéramos más grandes ante una amenaza animal, para así intimidarle y asustarle. Sin embargo, al perder vello esta función dejó de tener sentido, y nos ha quedado como un mecanismo vestigial.
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