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15 Ejemplos de
Tragedia

Dentro de la dramaturgia, se denomina tragedia a las obras teatrales de tono solemne que se caracterizan principalmente por los desenlaces fatídicos de sus protagonistas. Cultivada desde la Grecia Antigua, la tragedia representa personajes que se ven enfrentados contra un destino inevitable (fatum o anaké) a causa de un error fatal o una condición de su carácter como ser el orgullo (hybris). El desenlace funesto es inevitable y los personajes son castigados por los dioses, por lo general, con la locura o la muerte. Por ejemplo: Edipo Rey, de Sófocles.

La palabra tragedia proviene del griego tragoedia, que significa literalmente ‘canto del macho cabrío’ y refiere a la canción que se entonaba durante las fiestas Dionisias. Los griegos fueron los primeros en representar tragedias para todos sus ciudadanos, ya que a través de ellas eran formados moral, ética y cívicamente.

Aristóteles fue el primero en estudiar el género trágico en su Poética (IV a.C.), donde lo definió como la más elevada de las formas de representación artística, ya que mostraba los eventos directamente al espectador (sin mediación de narradores) y porque mostraba a los hombres más elevados de lo que realmente son, para que su caída en desgracia generara una catarsis en la audiencia y, mediante ella, se purgaran las emociones bajas del ser humano. De esta forma, el público salía del teatro siendo mejores personas.

Las situaciones de conflicto presentes en la tragedia pueden transmitir sentimientos de compasión y tristeza, así como también espanto. Tal es así que este término es utilizado como sinónimo de un evento triste e inevitable hasta el día de hoy.

Si bien la tragedia ya no se cultiva como género literario, se considera que dio pie a la aparición del teatro moderno y de la dramaturgia como la entendemos hoy.

Tipos de tragedia

Se puede hablar de dos tipos de tragedia:

  • Tragedia clásica. Fue cultivada en la Grecia Antigua y, posteriormente, en el Imperio romano. Sus máximos exponentes griegos fueron Esquilo, Eurípides y Sófocles; y los latinos fueron Livio Andrónico, Ennio, Pacuvio y Accio, y posteriormente Séneca.
  • Tragedia moderna. El género volvió a emerger en el Renacimiento. Sus máximos exponentes del llamado Siglo de Oro español fueron Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca; los de la dramaturgia victoriana fueron Shakespeare, Marlowe, Ben Jonson, Otway; los del prerromanticismo alemán fueron Goethe, Schiller y, por último, los del preludio a la Ilustración francesa fueron Lemercier, Corneille, Voltaire, Racine.

Componentes de la tragedia

La tragedia se compone de los siguientes elementos:

  • Coro. Representa la voz del pueblo, quien aconseja, da explicaciones e informa acerca del dilema moral. Sus intervenciones se estructuran en: estrofa, antístrofa y párodo.
  • Corifeo (conductor del coro). Sale del coro y cuestiona a los otros miembros o a los personajes.
  • Personajes. Juegan su papel en la obra. Tanto héroes como antagonistas o personajes secundarios son representados por actores hombres, pues las mujeres no podían participar de las obras teatrales en ese entonces.

Estructura de la tragedia

La estructura de la tragedia clásica está compuesta por tres momentos:

  • Prólogo. Unos dos o tres personajes informan al público sobre el contexto de la obra: dónde ocurre, a quién y qué hechos del pasado deben manejarse. Antecede al coro.
  • Párodos. El coro ingresa a la obra para, mediante cantos líricos y danzas, crear la atmósfera de la tragedia. Antecede a los protagonistas.
  • Episodios. Suele haber cinco episodios (o menos) que expresan el contenido filosófico o de pensamiento de la obra, en un diálogo entre los personajes o entre estos y el coro.
  • Éxodo (final). El héroe tiene su revelación, reconoce sus errores y es castigado por los dioses dando pie a la enseñanza moral.

Ejemplos de tragedia

  1. Antígona, de Sófocles (441 a. C.). Narra la historia de Antígona, quien al comienzo de la tragedia se lamenta por las muertes de sus hermanos Polinices y Eteocles. Ambos murieron batallando entre sí para ganar el trono de Tebas. Su tío y actual rey de Tebas, Creonte, ordena que no se le dé sepultura a Polinices, por lo cual su espíritu vaga por la tierra. Ante esta disposición, Antígona busca llevar a cabo el deber familiar frente al cívico y le da sepultura.
  2. Edipo Rey, de Sófocles (429 a. C.). Narra la historia de Edipo, esposo de Yocasta, en el momento de su mayor esplendor, como rey de Tebas. Para salvar a la ciudad de la peste que la asola, comienza a investigar la muerte del rey anterior: Layo. Poco a poco se descubre la verdad: Edipo es el asesino que busca y él fue quien mató a su padre.
  3. Orestíada, de Esquilo (472 a. C.). Narra el final de la maldición de la casa de Atreo. Es una trilogía compuesta por tres obras: Agamenón, Las coéforas y Las euménides. En la primera obra de la trilogía, se relata el regreso de Agamenón de la guerra de Troya. En su hogar se encuentra su esposa, Clitemnestra, que ha planeado su muerte como venganza por el sacrificio de su hija Ifigenia. En la segunda parte, se cuenta el proceso de venganza de los dos hijos de Agamenón, Electra y Orestes. Electra reconoce a Orestes por una marca en la cara durante los funerales de Agamenón. Acto seguido, Orestes mata a Clitemnestra y a Egisto (primo de Agamenón y amante de su madre). En la tercera y última pieza muestra cómo Orestes comparece ante un jurado de atenienses conocido como Areópago, para decidir si el asesinato de Clitemnestra lo hace merecedor del tormento que le infligen las Furias. Orestes es encontrado inocente gracias a la ayuda de los dioses Apolo y Atenea.
  4. Los siete contra Tebas, de Esquilo (467 a. C.). Narra la misión de siete guerreros que deben invadir y tomar el control de la ciudad de Tebas. Para su defensa, el rey Eteocles manda a sus seis mejores guerreros para luchar contra ellos, siendo el séptimo el mismísimo rey. Hacia el final, los hermanos Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, arrastran la maldición que pesa sobre su linaje, que conocen pero no pueden eludir, y caen muertos, el uno por el otro, tras una lucha fratricida.
  5. Las suplicantes, de Eurípides (423 a.C.). Narra la historia de las madres de los caídos, que constituyen el Coro de Suplicantes, que frente al fracaso de la expedición contra Tebas y muertos en batalla, buscan enterrar los cuerpos de sus hijos según la tradición griega. Ante la negativa de los tebanos, las Suplicantes piden ayuda a Teseo para que Creonte les permita realizar las honras fúnebres. Finalmente, Etra, madre de Teseo, lo convence de ayudar a las mujeres para cumplir con las leyes divinas.
  6. Ifigenia entre los Tauros, de Eurípides (414 a. C.). Narra la historia de Ifigenia, quien, tras haber escapado de morir sacrificada por su padre Agamenón, se va a vivir al país de los tauros y se convierte en sacerdotisa del templo de Artemisa. Hasta allí han viajado Pílades y Orestes, este último hermano de Ifigenia, quienes deben robar la estatua de la diosa cazadora del santuario para llevarla a Atenas. Sin embargo, corren un gran peligro porque la costumbre entre los tauros es sacrificar a los extranjeros ante la diosa, e Ifigenia, que en un principio no reconoce a su hermano, está dispuesta a llevar a cabo el sangriento ritual.
  7. El Rey Lear, de William Shakespeare (1608). Narra la historia del rey Lear, quien ya muy anciano, piensa cuál de sus tres hijas, Goneril, Regan y Cordelia, será la que lo suceda en su reinado, y así poder pasar sus últimos días de vida en paz. Para tomar esta decisión, son sometidas a una prueba de amor y lealtad. Por las respuestas de las dos mayores que se llenan de elogios hacia su persona, es que él decide que ellas, junto a sus consortes, comiencen a reinar. Pero pronto se sentirá amenazado al verse absolutamente abandonado. Hacia el final, las hijas atentan contra la vida del rey, por lo que Lear se da cuenta de que debió haber elegido a la hija menor, Cordelia, y termina enloqueciendo.
  8. La tempestad, de William Shakespeare (1611). Narra la historia de Próspero, un viejo duque y mago quien, traicionado y depuesto, tiene que exiliarse con su hija Miranda a una isla desierta en la que pasará doce años. Con el fin de vengarse de sus hermanos y volver y restituirse en Milán, fabrica una tormenta que los hace naufragar. En la nave viajan el usurpador Antonio, su aliado Alonso, rey de Nápoles, y Fernando, hijo de este último. Los pasajeros se salvan, pero creen que Fernando ha muerto, mientras que Fernando piensa que los demás se han ahogado. Se encuentran Fernando y Miranda, y se enamoran a primera vista. Próspero prepara algunos sustos para Antonio y Alonso. El primero cae abatido por el terror y el segundo se arrepiente de su crueldad, se reconcilia con Próspero y recupera a su hijo Fernando.
  9. El castillo sin venganza, de Lope de Vega (1631). Narra la historia de Casandra, esposa del Duque de Ferrara, quien mantiene una relación amorosa secreta con el hijo bastardo del Duque, el conde Federico. Luego de volver de la guerra, su esposo descubre el adulterio y busca castigar al conde Federico manteniendo su deshonra en secreto. Luego manda a su hijo para que mate a un traidor disfrazado que resulta ser Casandra y, a su vez, ordena matar a Federico acusando que este había asesinado a su madrastra porque creía que iba a dar a luz un heredero que le quitaría el ducado.
  10. La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca (1945). Tras la muerte de su segundo esposo, Bernarda Alba se recluye e impone un luto riguroso y asfixiante por ocho años a sus hijas. Angustias, la primogénita y la única hija del primer marido, hereda una fortuna y atrae a un pretendiente, Pepe el Romano, quien se compromete con ella, pero simultáneamente se enamora de Adela, la hermana menor. Cuando Bernarda se entera de este amorío, le dispara a Pepe, pero este logra escapar. Tras escuchar el disparo, Adela cree que su amante se ha muerto y se ahorca. Al final de la obra, Bernarda dice que Adela se murió virgen para guardar apariencias, y exige silencio, como en el comienzo de la obra.
  11. Fedra, de Jean Racine (1665). Narra la historia de Fedra, quien se enamora de su hijastro, Hipólito, pero combate esta pasión durante un largo tiempo. Cuando es informada equivocadamente de que Teseo, su marido, ha muerto, le confiesa su amor a Hipólito, pero este, no correspondiéndolo, huye con Aricia, su verdadero amor. Fedra culpa a su nodriza Enona, quien le había aconsejado dejarse llevar por la pasión.
  12. Fausto, de Goethe (1808). Narra la historia de Fausto, un científico empírico que se ve forzado a enfrentarse a cuestiones como el bien y el mal, Dios y el diablo, la sexualidad y la mortalidad. En su búsqueda por la verdad y del sentido de la vida, celebra un pacto con el diablo (Mefistófeles) en el que entrega su alma a cambio de acceder a este conocimiento.
  13. Zaire, de Voltaire (1732). Narra la historia de Zaire, una esclava cristiana que se enamora de su amo, el Sultán. La pareja está dispuesta a casarse, pero la familia de la joven se lo prohíbe en tanto, de hacerlo, deberá volcarse a la religión musulmana y olvidar la comunidad cristiana a la que pertenece. Cierto malentendido por parte del Sultán le añade a la historia desconfianza, lo que provoca que la obra termine con un final trágico.
  14. En la ardiente oscuridad, de Antonio Buero Vallejo (1950). Narra la historia de Ignacio que se ve obligado a ingresar en una institución de ciegos, regentada por Don Pablo. Allí conoce a otros no videntes que dicen ser felices, pero a los que luego Ignacio contagia su sensación de desgracia por la pérdida del “más maravilloso de los sentidos». Un día funesto, uno de los internos asesina a Ignacio en los columpios del patio, con el fin de volver a ser felices con sus antiguas creencias. Sin embargo, la influencia de las palabras de Ignacio ha cambiado su manera de pensar para siempre.
  15. La muerte de un viajante, de Arthur Miller (1949). Narra la historia de Willy Loman, un viajante de comercio de sesenta años y trabajador incansable que un buen día decide jubilarse y vivir plácidamente con su familia. Durante toda su carrera, ha vivido con la obsesión de gustar a la gente, pero un día descubre que después de tantos años de trabajo apenas si lo recuerdan. Hacia el final de la obra, Willy se suicida y, mientras se despide de él, su familia todavía no comprende por qué, si era un vendedor tan popular, nadie ha asistido a su funeral.

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