Reflación

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La reflación es un escenario donde el Estado estimula artificialmente la economía con el fin de superar una recesión. Para ello, se utiliza la política fiscal y/o monetaria.

El objetivo de la reflación es crear inflación mediante los estímulos fiscales y monetarios por el temor a entrar en deflación. El impulso del Gobierno puede darse a través de un incremento de la base monetaria o de una rebaja de impuestos. Ambas acciones generan que la población demande más productos y servicios.

En una reflación, el objetivo principal del Estado es elevar el consumo y la producción para así acelerar el crecimiento de la economía y evitar entrar en una espiral deflacionista.

La mayor demanda tiene como efecto colateral un alza generalizada de precios (inflación). Por ello a esta situación se le denomina reflación, porque es una combinación de recesión con inflación.

Los periodos de reflación ocurren en la parte de recuperación del ciclo económico, sucede después de la recesión y buscan llegar a la fase expansiva. En la fase expansiva comienzan a reducirse los estímulos fiscales y monetarios porque la economía ha conseguido reactivarse.

Ejemplo de reflación

Un ejemplo de reflación puede ser EE.UU. en el 2008 cuando el PBI cayó 0,3%. Esto, en medio de la crisis financiera provocada por las hipotecas subprime.

Para afrontar la recesión, el Sistema de Reserva Federal (FED) lanzó un plan de estímulo cuantitativo que consistió en la adquisición de bonos del tesoro y títulos apoyados en créditos hipotecarios. Dichas inversiones, que sumaron US$ 4.5 billones, se mantuvieron hasta el 2017 cuando comenzaron a reducirse ante la mejora de los índices macroeconómicos.

El objetivo de las autoridades estadounidenses era, en términos sencillos, impulsar la economía transfiriendo liquidez al sistema financiero. Para lograr ese propósito, fueron reduciendo además progresivamente los tipos de interés.

Reflación contra deflación

Uno de los principales orígenes de la reflación es el miedo de los gobiernos a la baja constante de precios. A este fenómeno se le conoce como deflación y puede observarse en algunas recesiones.

Es cierto que el incremento de los precios reduce el poder adquisitivo de la población. Sin embargo, el peligro de la deflación es que genera menores ingresos a las empresas, frenando la creación de empleo.

En este punto, cabe destacar es que no sirve de nada impulsar artificialmente la economía si no están aumentando los puestos de trabajo. Y mejor aún, si el crecimiento no es estable y sostenible a largo plazo.