Odio
El odio es un sentimiento negativo por el cual no se tolera a alguien, cosa o fenómeno. Además, si se trata de una persona, se le desea que le sucedan malas experiencias. Si es una cosa o fenómeno, se desea que este fuera limitado o que no existiese.
El odio, es uno de los muchos sentimientos con significado negativo que experimenta el ser humano. Es probablemente el más perverso, contraproducente y destructivo de todos. Ya que, cuando se odia a alguien o a un grupo, se desea su mal, que le vaya mal en su vida y experimente sentimientos y experiencias negativas. El odio, si se externaliza y se materializa en acciones concretas sobre ciertos individuos, acarrea conflictos. En un nivel macro puede degenerar incluso en guerras y conflictos civiles.
El odio también puede ir generado contra animales, objetos o hechos. Como por ejemplo los insectos, las armas o la lluvia. Esto implica, por parte del que odia, el querer la eliminación o limitación de esas cosas. Suele ir derivado de malas experiencias personales. En los casos concretos mencionados anteriormente puede ser por alergia a los mosquitos; fallecimiento de un familiar en un conflicto armado; o el mojarte porque vas andando a todos los lugares.
¿El odio es racional o irracional?
Los seres humanos tenemos sentimientos racionales e irracionales. Los primeros, tienen una explicación lógica, apoyada por la razón. En cambio, los sentimientos irracionales los experimentamos sin tener una explicación argumentada, simplemente, y sin saber por qué, nuestra mente los experimenta. El odio puede experimentarse de forma irracional, cuando no tenemos argumentos sólidos sobre lo que odiamos, simplemente nuestra mente lo traduce provocándonos ese sentimiento.
En algunos casos podemos confundir el odio racional con el irracional, ¿cómo sucede? Si nuestro odio está construido de forma meditada pero sobre premisas erróneas. Como por ejemplo el odio racial, suele estar construido sobre premisas sesgadas o concepciones erróneas. Un ejemplo concreto es el del holocausto nazi, los dirigentes alemanes pensaban que la culpa de los males que padecía el país era de los judíos y ello legitimaba su exterminio.
El odio también puede ser racional, sí está bien premeditado y lo basamos en razones objetivas (lo cual no quiere decir que moralmente esté bien o mal). Por ejemplo, si un conductor borracho ha atropellado y acabado con la vida de algún familiar nuestro, si odiamos a esa persona lo hacemos influenciados por unos hechos concretos y objetivos. Esta visión del odio como sentimiento racional también se apoya en que las decisiones que se toman derivadas del mismo hacía quien nos lo provoca están bien calculadas y meditadas. Es decir, siendo el odio en sí irracional, las acciones que realizamos derivadas de ese sentimiento pueden ser racionales.
El odio y las ideologías
Muchas veces, nuestra ideología la construimos más en función de lo que no nos gusta que de lo que sí. O la formamos en base a que hay que combatir unas ideas que son las que imposibilitan las nuestras. O que nuestra desgracia personal o colectiva se debe a otras personas. Cuando estas afirmaciones llegan a su extremo, podemos decir que nuestra ideología y preferencias políticas se han formado por odio hacia algo o alguien.
La ideología marxista se forma en base a la idea de que la historia de la humanidad está sustentada en la lucha de clases, en que los poseedores de los medios de producción ejercen una explotación sobre los obreros. Así pues, la base de la ideología marxista y sus derivaciones están formadas sobre la idea de odio al patrón. Considerando que su riqueza se ha formado gracias al sufrimiento y opresión de los trabajadores. Así, podemos decir que el marxismo odia al empresario y, por ello, pretende acabar con él; y así lo manifiestan sus autores a través de sus escritos.
La ideología fascista tampoco escapa a este componente de odio, pues identifican unos enemigos del Estado y de la nación y los combaten con la prisión y la muerte. Durante el franquismo, se consideró como enemigos del régimen a masones, liberales y comunistas, atribuyéndoles la conspiración para acabar con España y sus valores tradicionales. Ese odio era el que alimentaba su persecución.
Teóricamente, son las ideologías democráticas las que permiten y toleran a todas las personas e ideologías. Bajo la consideración de que todas ellas tienen cabida en el sistema político y social.
Experimento de Emile Bruneau
Emile Bruneau, reputado neurocientífico, llevó a cabo una serie de experimentos con el fin de encontrar la explicación del odio y cómo podía este superarse. Comprobó que cuando una persona leía noticias negativas que afectaban a su propio grupo, unas regiones del cerebro se veían afectadas. Pero esto no pasaba cuando el mal lo experimentaban otros grupos ajenos.
También observó que muchos de los argumentos que sustentaban el odio eran ideas preconcebidas o basadas en prejuicios. Y esto lo confirmó cuando trató de poner en evidencia las hipocresías que sustentaban dicho sentimiento. Lo hizo poniendo un video a los estadounidenses que odiaban a los musulmanes, en el que una mujer musulmana explicaba el peligro de las generalizaciones. Comentaba que pensar que todos los árabes sustentan los actos terroristas del Estado Islámico, es como culpar a todos los estadounidenses blancos de las acciones del Ku Klux Klan.
También afirmó, a través de unas entrevistas, que lo que hace a estas personas cambiar de opinión sobre su odio infundado es el tratamiento personal recibido por aquellas personas a las que odiaban. Uno de los casos que encontró fue el de un ex-presidiario con esvásticas tatuadas, cuando salió de la cárcel un carpintero judío lo contrató y, obviamente, le pagó la totalidad de su sueldo. Este hecho de ser tratado bien por alguien que, a priori, no tendría por qué hacerlo, le hizo cambiar de opinión.