Definición de vida cotidiana
Se entiende como vida a la existencia. El término suele aludir a la actividad que lleva a cabo un ser orgánico o, con mayor precisión, a su capacidad de nacer, desarrollarse, reproducirse y morir. Lo cotidiano, por otra parte, es aquello que se realiza todos los días.
El concepto de vida cotidiana, por lo tanto, se refiere a las acciones que una persona desarrolla diariamente. Algunas son comunes a todos los individuos (despertarse, comer, irse a dormir), mientras que otras dependen de la realidad de cada sujeto.
Para un niño, ir a la escuela forma parte de su vida cotidiana.
Ejemplos de vida cotidiana
Tomemos el caso de un niño de 10 años. Su vida cotidiana puede incluir despertarse, desayunar con sus padres, ir a la escuela, jugar con amigos, ver televisión, cenar en su casa y dormir. Si la rutina varía, incluirá situaciones que no pertenecen a la vida cotidiana: eso es lo que ocurrirá si, un día, el niño debe ir al médico ya que le duele el estómago. Dicha actividad (ir al médico) no es cotidiana para el pequeño.
En el caso de los adultos, la vida cotidiana suele incluir las actividades laborales. Para muchas personas, por lo tanto, la vida cotidiana implica estar varias horas en una oficina, una fábrica, etc.
Producción de sentido, tradiciones y costumbres
Los filósofos y los sociólogos suelen sostener que la vida cotidiana elabora sentidos y genera naturalidad. De este modo, la vida cotidiana resulta “segura” ya que minimiza la incertidumbre.
La vida cotidiana de muchas personas que integran una comunidad genera tradiciones y costumbres. Por eso es habitual que, en un determinado país, la mayoría de la gente almuerce en un horario similar y elija comidas parecidas, por ejemplo.
La vida cotidiana se compone de las acciones que se llevan a cabo diariamente o con muchas frecuencia.
Diferentes tipos de vida cotidiana
Cabe señalar que por lo general los seres humanos no somos conscientes de dicho fenómeno hasta que viajamos al exterior, especialmente si visitamos un país con costumbres muy diferentes a las nuestras. Dado que actividades tales como la alimentación y el sueño suelen estar asociadas a ciertos momentos del día desde que nacemos, no mucha gente se atreve a cuestionar esta relación sino que la aceptamos como parte de la normalidad.
Cuando salimos del plano de lo normal y nos enfrentamos a una realidad diferente a la nuestra, pueden ocurrir varias cosas: que simplemente la apreciemos como una posibilidad más dentro del rango que abarca la organización del ser humano en sociedad, pero que luego volvamos a la nuestra; que intentemos adaptarnos para poder comenzar a formar parte de ella (algo que ocurre cuando nos mudamos al exterior); que la rechacemos rotundamente y la despreciemos.
Contradicciones y fracturas
La vida cotidiana es un concepto tan relativo como el amor, y al mismo tiempo puede llegar a volverse tan rígido e incuestionable como éste: no dudamos en levantarnos por la mañana y desayunar, ir al trabajo, volver para cenar y acostarnos a dormir, ni tampoco nos preguntamos si debemos continuar amando a nuestros seres queridos cada día; hacemos todo eso y mucho más con aparente normalidad, pero esto no significa que no existan pequeñas fisuras en nuestro interior, sino que a menudo las desatendemos para no atentar contra nuestra estabilidad.
Cuando una persona se va de su país porque no está conforme con la calidad de vida, o se enemista con su familia a causa de no sentir una unión verdadera con ella, tiene lugar un quiebre muy importante, que muy pocas personas se atreven a experimentar.
Dejar atrás lo cotidiano es difícil, ya que cada segundo de la nueva vida nos recuerda que somos «recién llegados», seres que pertenecen a otra realidad y que deben esforzarse mucho por encajar y encontrarse a gusto. Sin embargo, a pesar de que la vida cotidiana parezca el espacio en el que nos sentimos seguros, muchas veces está en el riesgo nuestra verdadera felicidad.