Definición de trote

No llega a haber afirmaciones contundentes acerca del origen etimológico del término trote. Y es que mientras que algunos expertos consideran que deriva del verbo “trotter”, otros consideran que lo hace del latín medieval “trottare”.

El trote es una modalidad de desplazamiento. Se trata de una caminata acelerada: la persona o el animal que se desplaza al trote se mueve más rápido que aquel que camina, pero más lento que alguien que corre.

Por ejemplo: “Después de quince minutos de trote, arribamos al muelle”, “Si queremos llegar antes de que cierre el museo, vamos a tener que ir al trote”, “Necesito jugadores que corran por toda la cancha, no que troten en un único sector”.

Cuando las personas realizan actividad física, el trote suele ser uno de los ejercicios más frecuentes. Es un trabajo más intenso que la caminata y no cansa tanto como la acción de correr, que exige un mayor esfuerzo. Por eso, un individuo que desea ponerse en forma puede decidir trotar una cierta cantidad de tiempo al día.

El trote tiene varios beneficios para nuestro cuerpo, además de ser una actividad entretenida para mucha gente que desea entrar en contacto con la naturaleza y desconectarse durante un rato de las obligaciones y el estrés típicos de la vida en la ciudad: fortalece nuestras articulaciones, mejora nuestro sistema inmunológico y hace trabajar al 70% de nuestros músculos.

Además de todas esas ventajas, hay que decir que se ha dado a conocer, después de llevar a cabo diversos estudios, que el trote ligero resulta mucho más beneficioso para la salud que una carrera intensa. En concreto, se ha dictaminado que con aquel se puede incluso llegar a alargar la vida.

De ahí que los médicos aconsejen salir a correr, concretamente al trote, al menos un par de veces a la semana.

Con respecto a la rutina recomendada para personas que nunca hayan hecho un ejercicio de este tipo, dos sesiones de media hora a la semana no deberían representar un problema para nadie, siempre que no existan trastornos de salud de por medio. Luego de las primeras tres semanas, es posible incrementar cada sesión al doble de tiempo.

Es importante prestar atención al estado de las rodillas, ya que estas articulaciones tienden a recibir una carga excesiva en personas que toman el trote como su única actividad física, es decir, que no lo complementan con un deporte u otro ejercicio. Cuando se percibe una sobrecarga en dicha zona es recomendable cambiar de disciplina durante un tiempo; algunas de las opciones más comunes son la caminata nórdica (que se caracteriza por el uso de bastones parecidos a los usados en esquí) y el ciclismo.

Es muy común usar el trote con el propósito de precalentar antes de la realización de un ejercicio, como puede el fútbol, el básquetbol o el vóleibol. Cabe mencionar que algunas personas necesitan de una preparación previa al trote (por ejemplo, ciertas rutinas de gimnasia y la elongación), ya sea por su edad o por alguna condición física que les impida comenzar directamente con esta actividad.

Del mismo modo, una vez finalizada una sesión de trote se recomienda hacer algunos ejercicios para que los músculos se adapten al ritmo más lento y pausado que tendrán desde ese momento hasta finalizar el día; esto incluye elongaciones, movimientos giratorios y flexiones de animal. Durante el trote, lo ideal es mantener la vista al frente (práctica que nos obliga a estirar el tronco) y mantener los hombros relajados, para ahorrar energía y evitar malas posturas.

En los caballos

La noción de trote se utiliza con frecuencia para referirse al avance de un caballo. Con el trote, el animal avanza dando pequeños saltos sincronizados y apoyando alternativamente sus patas contrapuestas. El tranco del caballo puede ser más o menos amplio sin que esto implique una mayor o menor velocidad.

El jinete, por su parte, puede dirigir al animal ya sea sentado sobre su lomo o levantado. En el primer caso, el ser humano tiene que acompañar el desplazamiento del equino con su cadera mientras que, en el segundo, aprovecha el impulso del caballo cuando éste levanta su pie exterior para levantarse junto a él.

Las estimaciones indican que un caballo que avanza al trote suele desplazarse a una velocidad de unos quince kilómetros por hora, siempre que se trate de un animal de tamaño promedio.

Además de todo lo expuesto, no podemos pasar por alto la existencia de una serie de expresiones y locuciones que utilizan el término que ahora estamos analizando. Así, por ejemplo, se suele decir “amansar a alguien el trote” como una manera de decir que se le ha moderado el discurso a una persona en cuestión.

De la misma manera, también está la locución verbal coloquial “hacer entrar en trote”. Esta se emplea con el claro propósito de dejar patente que a alguien se le están enseñando e imponiendo ciertas normas de conducta o costumbres.

Coloquialmente además está la expresión “panza al trote”. Ella se utiliza para definir a alguien que siempre que puede, porque en ocasiones tiene necesidad y hambre, se aprovecha de otros para comer. Así, lo hace bien a costa de otros o bien colándose en aquellos lugares donde pueda tomar cualquier alimento sin pagar.

Definición siguiente →