Definición de tigmotropismo

Se llama tropismo al movimiento que realiza una planta para responder a un cierto estímulo, modificando su posición u orientación. De acuerdo a las características del estímulo, existen diferentes tipos de tropismo: geotropismo (provocado por la fuerza de gravedad), fototropismo (originado en la luz), hidrotropismo (vinculado al agua), etc.

El tigmotropismo hace referencia a la respuesta de la planta ante el contacto físico que entabla con un elemento sólido. Por el tigmotropismo, la planta adopta una cierta orientación al crecer sobre una pared o adhiriéndose a un palo o varilla. Incluso ciertas especies han logrado desarrollar órganos especiales para fijarse al soporte.

Es posible diferenciar entre el tigmotropismo positivo y el tigmotropismo negativo. El tigmotropismo positivo se produce cuando el vegetal en cuestión crece alrededor del soporte. El tigmotropismo negativo, por su parte, lleva a la planta a esquivar los obstáculos sólidos que encuentra. En una misma planta, el tallo puede tener tigmotropismo positivo (enroscándose en el soporte) y las raíces, tigmotropismo negativo (eludiendo piedras).

Debido al tigmotropismo, la planta puede adaptarse de distintas formas al entorno, alterando su morfología o incluso modificando su ritmo de crecimiento. Esto le permite aprovechar las estructuras para crecer, eludir los obstáculos y optimizar la polinización, entre otras cuestiones.

La Vitis vinifera, conocida coloquialmente como vid, es una planta que cuenta con tigmotropismo. Esta especie –cuyo fruto es la uva– dispone de zarcillos que, al entrar en contacto con un soporte, se vuelven más duros y se enroscan, modificando el crecimiento de la planta.

Dentro del ámbito de la botánica, se conoce como zarcillo al pecíolo, la hoja o el tallo que se especializan en sujetar una planta a otra o a una superficie determinada. Si bien hay una amplia variedad de zarcillos, los más relevantes son los de tipo foliar (que derivan de hojas) y caulinar (son tallos muy delgados que ya no poseen la capacidad de generar flores y hojas, ya que deben permitir a la planta que se arrastre o trepe).

A simple vista, un zarcillo puede parecer un largo espiral de tipo vegetal, y el sentido de su giro da lugar a la siguiente clasificación: son dextrógiros si van en sentido horario, y levógiros si giran en sentido contrario. Ya a mediados del siglo XIX, Charles Darwin realizó un extenso estudio acerca de estos peculiares elementos del tigmotropismo, en su obra titulada «Sobre los movimientos y hábitos de las plantas trepadoras«, donde también acuñó la palabra nutación para hacer referencia al movimiento de los zarcillos y los tallos cuando intentan encontrar un soporte.

Es importante señalar que el tigmotropismo es una habilidad que todas las plantas poseen, aunque no todas lo desarrollan al mismo nivel. Las trepadoras, por ejemplo, se han especializado en ella, y por eso han conseguido una mayor adaptación. En comparación con los animales, las plantas tienen una sensibilidad mucho mayor: mientras que nosotros sólo podemos percibir hasta 0,002 mg de peso, las plantas pueden sentir hasta 0,0008 mg.

Dentro de esta forma de respuesta ante un estímulo mecánico, podemos establecer grupos de especies según la velocidad con la que reaccionan ante el mismo, y también tener en cuenta la duración de la reacción. El tigmotropismo pertenece al conjunto de plantas que dan una respuesta lenta pero duradera al es encontrarse con otro cuerpo. En las plantas trepadoras, esto es fácil de apreciar, ya que no se prenden de un segundo a otro, pero una vez que lo hacen continúan así durante todo su desarrollo.

La reacción lenta y poco duradera se denomina tigmonastia, y es propia de las plantas carnívoras (que se mueven apenas un insecto se posa sobre ellas) y de la Mimosa (la cual pliega sus hojas y tallos en cuanto detecta un estímulo).

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