Definición de repudio

La acción y efecto de repudiar se conoce como repudio. Este concepto, que procede del vocablo latino repudium, indica el rechazo de algo o su no aceptación. Por ejemplo: “Fuerte repudio a las palabras del mandatario británico”, “Los dirigentes del club convocaron a un acto de repudio ante los hechos de violencia”, “El presidente se sorprendió ante el repudio de la gente”.

El repudio puede expresarse de diversas maneras. Un acto espontáneo de repudio puede ser un abucheo, una silbatina o un coro de insultos ante una acción en un campo de juego o ante un discurso público. Si un jugador de fútbol golpea a un rival sin pelota, es probable que sea repudiado por el público, o al menos por los simpatizantes del equipo en el que juega el deportista agredido.

Otros actos de repudio son premeditados y requieren de una cierta organización. Cuando Estados Unidos atacó Irak, varios partidos políticos de izquierda convocaron a marchas de repudio ante las embajadas norteamericanas. De este modo, iniciaron una campaña para invitar a los manifestantes a la protesta y luego desarrollaron ciertas acciones en el marco del evento (discursos, conciertos, etc.).

El repudio también puede documentarse y darse a conocer a través de una publicación o de una carta. Ante las declaraciones antisemíticas de un actor, una organización no gubernamental puede decidir redactar una solicitada donde expresa su repudio a los dichos y pide un castigo al artista por sus comentarios discriminatorios. Dicha solicitada es enviada a los medios de comunicación y publicada en la página web de la ONG.

Etimología del término

Como se menciona al principio del artículo, el origen latino de la palabra repudio es repudium, cuyo significado indica rechazo o acto de rechazo hacia algo que produce vergüenza. A su vez, este término tiene su raíz en el verbo pudet, el cual significa causar vergüenza; al anteponerle el prefijo re-, su definición adquiere un movimiento hacia atrás, un retroceso al momento en el cual no existía tal sensación.

En la antigua Roma y en Grecia, por citar dos ejemplos, este término representó un derecho que, al día de hoy, es repudiable en sí mismo: la potestad exclusiva del hombre de rechazar a su esposa y enviarla de vuelta a su casa, basado en una de varias razones posibles, como ser que ella no pudiera quedar embarazada y ofrecerle la descendencia que él pretendía, que no tuviera la conducta considerada respetable en su época o bien que una mujer de familia más rica o de más peso político hubiera aparecido en escena.

La reputación de las víctimas de este injusto poder quedaba manchada para siempre, sobre todo en el caso de Grecia, dado que las funciones reservadas a la mujer eran las de madre y esposa, y este rechazo se basaba en su supuesta imposibilidad para llevarlas a cabo. Por lo tanto, debían pasar el resto de sus días en la casa paterna, dedicándose a las tareas propias de una sirvienta y sabiendo que nunca volverían a tener la oportunidad de casarse, algo que en ese contexto lejos estaba de ser un castigo.

Por increíble que parezca, en ciertos países y culturas en los cuales el divorcio no es un derecho, el repudio a la mujer sigue teniendo validez. Nótese que en la acción de «enviar a la mujer de regreso a su casa» se puede apreciar el sentido de volver el tiempo atrás que aporta el prefijo re-.

Resulta curioso que una actitud tan machista haya sido respaldada por un término que, en la actualidad, sea una de las herramientas para luchar contra el machismo. Repudiamos aquello que queremos revertir, que no deseamos que exista, ya sea porque represente una injusticia o porque nos parezca perjudicial para el equilibrio de la vida.

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