Definición de reluctancia

La Real Academia Española (RAE) reconoce dos acepciones del concepto de reluctancia. La primera acepción indica que el término puede emplearse como sinónimo de renuencia: el asco o el fastidio que se siente al tener que realizar determinada actividad.

Por ejemplo: “Las órdenes de mi jefe me generan reluctancia ya que él siempre me pide que haga cosas que no deseo hacer”, “La reluctancia de los jugadores ante las indicaciones del entrenador eran evidentes”, “En los enfrentamientos bélicos no hay espacio para la reluctancia: hay que acatar lo que dicen los superiores y punto”.

A nivel emocional, podemos decir que hay personas que manifiestan claramente una reluctancia no hacia un hecho concreto que les sucede sino hacia algún sentimiento, valor u “obligación” que existe en la sociedad. Así, por ejemplo, podemos subrayar que existen individuos que declaran de manera abierta que tienen reluctancia hacia al compromiso en materia de relaciones de pareja.

Muchos son los motivos que pueden haberles llevado a tomar esa postura. No obstante, entre los más habituales están anteriores experiencias amorosas que les causaron un gran dolor o haber crecido y vivido en entorno donde las relaciones de pareja no llegaban a buen puerto y estaban unidas a grandes problemas.

La reluctancia, por otra parte, está vinculada a la resistencia que ejerce un circuito o un material ante un determinado flujo magnético. Esto quiere decir que el circuito o material en cuestión resiste el paso del flujo magnético, oponiéndole su fuerza magnetomotriz.

Se trata de un concepto similar al de resistencia eléctrica: en un circuito eléctrico, la corriente sigue el camino que le ofrece menor resistencia. En el caso de un circuito magnético, es el flujo magnético el que busca avanzar por el sector que ejerza menor resistencia magnética (es decir, que tenga menor reluctancia).

A medida que se incrementa la reluctancia del material o circuito, se necesita mayor energía para lograr el paso del flujo magnético a través de él.

Además de todo lo expuesto, no podemos pasar por alto el hecho de que reluctancia, que es la relación entre el flujo magnético y la fuerza magnetomotriz, fue un término que se acuñó en el siglo XIX. Con exactitud por primera vez se oyó en el año 1888 y fue inventado por el físico y matemático ingles Oliver Heaviside.

No obstante, aunque fue el citado científico quien lo acuñó, no hay que pasar por alto que quien dio los primeros pasos para descubrir como tal la reluctancia fue el físico danés Hans Christian Oersted, que ya en el año 1813 vino a predecir los fenómenos electromagnéticos. Es más sus investigaciones y estudios fueron los que llevaron a establecer las bases del electromagnetismo. Precisamente por todo eso, tenemos que exponer que la unidad de la reluctancia es la Oersted, en homenaje a este hombre de ciencia.

Es posible calcular la reluctancia magnética a partir de la siguiente ecuación: la reluctancia (que se mide en amperio por weber) es igual a la longitud del circuito sobre la permeabilidad magnética por el área de la sección del núcleo magnético.

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