Definición de quiescente
El adjetivo quiescente, que procede del vocablo latino quiescens, se utiliza para calificar a aquello que, contando con la posibilidad de moverse o accionar por su propia cuenta, se encuentra en reposo. El concepto suele emplearse en el ámbito de la biología.
Una célula quiescente, de este modo, se halla en una fase fisiológica conocida como G0. Se trata de un estado vegetativo, sin división celular. Ciertas clases de células, como las neuronas, se tornan quiescentes al llegar a la madurez.
Cuando una célula está en la fase G0, no se replica. La célula quiescente puede volverse inactiva si el organismo no requiere nuevas células (y, por lo tanto, no se necesita la división celular). Dicho periodo es temporal, ya que la célula retoma su actividad y cambia de fase si se produce una modificación de las condiciones. Esto quiere decir que las células quiescentes están preparadas para retornar al ciclo celular, a diferencia de las llamadas células senescentes (que están deterioradas o ya envejecieron).
La quiescencia también aparece en ciertos insectos. En este caso, el animal quiescente interrumpe su actividad frente a un marco desfavorable, como la falta de comida o las temperaturas extremas.
El insecto quiescente se adapta así al entorno. Esta es una respuesta a corto plazo como mecanismo de subsistencia.
Un mieloma múltiple quiescente, por último, es un trastorno vinculado a la proliferación asintomática de células plasmáticas. Esta afección, dependiendo de determinados parámetros, puede derivar en el desarrollo de un mieloma múltiple sintomático (un cáncer de células plasmáticas).
Para entender el significado de este trastorno debemos en primer lugar definir el mieloma múltiple, un tumor que deriva de las células sanguíneas que se encuentran en la médula ósea, las denominadas células plasmáticas. En otras palabras, se trata de un cáncer de la sangre que se extiende principalmente por los huesos y afecta en particular a las personas de más de sesenta años de edad.
El mieloma múltiple representa aproximadamente el 1 por ciento de todas las clases de cáncer conocidas. Entre sus síntomas más comunes encontramos los siguientes:
* anemia acompañada de palpitaciones, fatiga, mareos y palidez;
* dolor en los huesos, que por lo general comienza en las costillas y la columna vertebral;
* fracturas, destrucción del tejido de los huesos, incremento del calcio en la sangre y osteoporosis. Este grupo de síntomas es muy frecuente a la hora de diagnosticar al paciente y suele focalizarse en el cráneo, las costillas, el fémur, el esternón, la columna vertebral y la pelvis;
* descenso de los niveles de plaquetas, lo cual puede derivar en el surgimiento de hemorragias y moratones.
Pues bien, a la hora de diagnosticar el mieloma múltiple en una etapa temprana, es posible que no provoque síntomas ni otros trastornos. En este caso se puede hablar de mieloma quiesciente, aunque existen algunas condiciones bien específicas que deben cumplirse para un diagnóstico preciso:
* que haya entre un 10 y un 60 por ciento de células plasmáticas en la médula ósea;
* que el nivel de inmunoglobulina monoclonal (es decir, la proteína M) se halle en un nivel alto en la sangre;
* que en la orina haya un elevado nivel de cadenas ligeras (las que también se conocen con el nombre de proteína de Bence Jones).
Es importante señalar que en los casos de mieloma múltiple quiescente no se advierte un deterioro de ningún órgano, incluyendo el tejido óseo, además de que tanto los recuentos sanguíneos como la función renal y los niveles de calcio se mantienen dentro del rango de la normalidad. Otra de las características a tener en cuenta es que no aparece amiloidosis, por lo cual no suele ser necesario un tratamiento inmediato sino un seguimiento.