Definición de pródigo
El término latino prodĭgus derivó en, nuestra lengua, en pródigo. Y aquel, a su vez, deriva del verbo latino “prodigare”, que puede traducirse como “consumir de manera profusa o empujar hacia delante”.
Este concepto tiene usos variados y puede encontrarse en diferentes contextos. El adjetivo puede aplicarse al sujeto que malgasta sus recursos o que muestra un desprecio por aquello que merece estima.
Por extensión, en el derecho se nombra como pródigo al individuo que despilfarra su patrimonio sin justificación, lo que provoca perjuicios a su familia y le impide cumplir con sus obligaciones materiales. Cuando un juez emite una sentencia firme y declara que alguien es pródigo, se le asigna un curador que debe autorizar ciertos actos jurídicos.
A dicha persona, por lo tanto, se le aplica lo que se conoce como prodigalidad. Para que le juez declare la prodigalidad, tiene que haber un pedido previo de sus descendientes o ascendientes, su cónyuge, sus representantes o hasta del fisco. El magistrado deberá comprobar que el sujeto en cuestión pone en peligro su patrimonio sin ninguna justificación. Una vez que declara al individuo como pródigo, éste queda bajo el régimen de curatela: de este modo, el juez puede anular algunos actos determinados que no haya aprobado el curador.
Pródigo, en otro sentido, es el adjetivo que califica a aquel o aquello que dispone o que ofrece algo en cantidades elevadas. Por ejemplo: “Gracias a este terreno pródigo, pudimos obtener alimentos durante muchos años”, “No hay campos pródigos en esta provincia”.
Suele hablarse de hijo pródigo, por último, cuando el descendiente de una familia vuelve a la casa paterna, tiempo después de haberse independizado.
Precisamente este significado nos llega a partir de la “Biblia”. Y es que la parábola del hijo pródigo es uno de los fragmentos más importantes que tiene o que, al menos, más trascendencia ha tenido con el paso de los siglos.
En el “Nuevo Testamento”, concretamente en el “Evangelio de Lucas” (capítulo 15 – versículos del 11 al 32), es donde se incluye esa mencionada parábola que se utiliza desde la religión cristiana para poder transmitir distintas enseñanzas y valores:
-Deja patente que el ser humano es débil ante las tentaciones y que puede caer en la soberbia.
-Establece que como buen cristiano hay que seguir las enseñanzas de Cristo, pero también se debe evitar juzgar a los demás e incluso ser misericordioso.
-Todo eso sin pasar por alto que determina que los pecados y malas acciones tienen sus inevitables consecuencias, pero que si quien los comete se arrepiente de verdad, será finalmente perdonado por Dios.
Todo eso lo plantea a través de la historia de un padre, que tiene dos hijos y que decide repartirles la herencia en vida. Uno de ellos tomará su parte y se marchará del hogar para comenzar un nuevo camino, donde malgastará toda su fortuna. Esa situación le llevará, tras distintas circunstancias, a vivir en la miseria, por lo que decidirá regresar arrepentido junto a su progenitor, quien le recibirá como su hijo que es.