Definición de prêt-à-porter
La expresión prêt-à-porter pertenece a la lengua francesa, aunque también se emplea en nuestro idioma para aludir a la ropa producida en serie y lista para llevar. Esto quiere decir que las prendas prêt-à-porter no son personalizadas ni exclusivas.
También vinculada a la frase inglesa ready to wear, la noción de prêt-à-porter es atribuida a Pierre Cardin. Comenzó a utilizarse en 1950 con la intención de favorecer una democratización en el acceso a la moda.
Las claves del prêt-à-porter son la utilización de materiales económicos (al menos en comparación a los que se emplean en la alta costura) y la fabricación industrial. Los creadores de prêt-à-porter trabajan con talles estandarizados.
En el prêt-à-porter, en definitiva, los diseños no son únicos. Se producen múltiples prendas y los mismos modelos se ofrecen en diferentes talles o tallas, ya que se crean de forma masiva. Gracias a estas características, quienes no pertenecen a la clase alta de la sociedad también pueden comprar y lucir estos productos, ya que no necesitan acudir a un modista.
Es interesante señalar que, en los años ’50, muchos diseñadores se opusieron al desarrollo de prêt-à-porter. Los referentes de la haute couture (alta costura) defendían el trabajo artesanal y las prendas personalizadas creadas por encargo, exactamente lo opuesto a lo postulado por el prêt-à-porter.
Las colecciones de prêt-à-porter posibilitan que las personas puedan conseguir nuevos diseños y prendas a tono con las últimas tendencias en numerosas tiendas. Así se cumple el objetivo de llevar la moda a una mayor cantidad de sectores, sin depender únicamente de los más acaudalados.
Pierre Cardin es un diseñador nacido en Italia en el año 1922, a pesar de que su nombre artístico sea francés y de haberse hecho famoso internacionalmente por la creación de la moda prêt-à-porter. Debemos situarnos en el contexto de la posguerra europea para entender que solamente unos pocos podían darse el lujo de comprar prendas a medida y que la alta costura se estaba volviendo cada vez menos importante.
Fue entonces que Cardin creó este sistema que consistía en la elaboración de ropa más práctica y accesible para casi todos los consumidores. Cabe señalar que este modelo, que supuso una revolución hace casi un siglo, es el más común en la actualidad: nos dirigimos a una tienda, ya sea por conveniencia económica o por afinidad con sus tendencias, y compramos una unidad de una prenda que se fabrica en masa, para que la disfruten cientos y miles de personas.
Cuando surgió el prêt-à-porter, su distribución tenía lugar en las boutiques, que equivalen a los actuales grandes almacenes o centros comerciales. Resulta curioso pensar que la visión que la alta sociedad haya tenido en aquel entonces de quienes se veían obligados a adquirir estos productos fabricados en serie no haya cambiado tanto con el paso del tiempo, aunque entre los consumidores de prêt-à-porter actuales también haya gente con un poder adquisitivo elevado.
Hoy en día, comprarse ropa hecha a medida por un modista sigue siendo algo de los consumidores más adinerados, pero entre los que consumen prêt-à-porter también hay clientes cuyos bolsillos son muy holgados. El matiz que falta aplicar a esta ecuación para entender las diferencias entre la actualidad y mediados del siglo XX es la gran diversidad de marcas, que van desde las más accesibles (con tiendas que realmente se asemejan a grandes almacenes) hasta las exclusivas (donde el precio de una camiseta puede equivaler al de varios conjuntos de una de las anteriores).
La competencia siempre ha sido un elemento clave en el éxito de casi cualquier emprendimiento comercial, y en el caso de los productos prêt-à-porter también ocurrió: si bien en cuanto se presentó en el mercado no tuvo una buena aceptación, esto mejoró a medida que fueron sumándose grandes nombres, como ser Chanel e Yves Saint Laurent.