Definición de plasma
El término plasma tiene su origen en el latín pero sus antecedentes más remotos se encuentran en la lengua griega. Se trata de un vocablo que significa “formación”. Para la biología, plasma es la parte líquida de los fluidos sanguíneos o de la linfa en donde es posible hallar componentes en suspensión. También se trata de la linfa o sangre que carece de células.
El plasma sanguíneo, por lo tanto, es el compuesto líquido y acelular de la sangre. En él se puede hallar agua en un 90% y numerosas sustancias que están disueltas en ella, entre las que aparecen proteínas, lípidos, glúcidos y diversos desechos del metabolismo.
En un sentido similar, se puede decir que el denominado plasma seminal es la fracción del semen (el fluido viscoso que expulsa el pene en la eyaculación) que se encuentra en estado líquido.
En el ámbito de la física, por plasma se entiende el material gaseoso que se encuentra intensamente ionizado y que exhibe una misma cantidad de cargas libres tanto positivas como negativas. Se trata del estado de la materia que más abunda en nuestro planeta.
Cabe mencionar que esta materia posee múltiples usos y aplicaciones. Las pantallas de plasma son empleadas por algunos televisores de gran tamaño. Estos televisores están formados por muchas celdas que se sitúan entre dos paneles de cristal y que albergan una mezcla de gases como el neón y el xenón.
Las pantallas de plasma tienen como principal desventaja lo que se conoce como efecto fantasma, que se produce cuando una imagen estática (como el logotipo de un canal) tiene una exposición prolongada y marca la pantalla. Esto se genera ya que los compuestos fosforescentes que emiten la luz pierden su luminosidad con el uso.
Rivalidad entre televisores de plasma y LCD
El acrónimo LCD significa pantalla de cristal líquido y los televisores que utilizan esta tecnología están formados por varias capas: dos que filtran la polarización, que se encuentran en contacto con el exterior del aparato, y dos de vidrio y electrodos, entre las que se halla el cristal líquido. Sin entrar en características muy técnicas y extensas definiciones, se percibe inmediatamente que dicha composición difiere muchísimo de la de su rival, el plasma.
Sobre todo cuando ambas tecnologías eran las únicas opciones para saltar a la modernidad, más o menos a finales de los 90, los consumidores intentaban saber cuál era la mejor, olvidando que la misma propuesta puede ser adecuada para algunos e inconveniente para otros. Por esos tiempos, el LCD solía superar al plasma en resolución, ya que alcanzaba fácilmente los 1920 x 1080 píxeles propios de la alta definición, mientras que su competencia ofrecía un máximo de 1280 x 720.
También se discutía acerca del contraste, un campo en el que la tecnología de plasma salía victoriosa, en una época en la que los valores no superaban los pocos miles, siendo que hoy se miden por millones. Sin embargo, aún en la actualidad los fabricantes de pantallas de cristal líquido tienen problemas para mostrar el color negro (o más bien sea la ausencia de color), aunque algunos modelos presentan inteligentes soluciones a dicho problema, ya añejo.
Otra de las diferencias que siguen existiendo y que resulta conveniente tener en cuenta a la hora de decidirse por una u otra tecnología es la robustez y la fragilidad de cada tipo de televisor; en esta batalla, el LCD es el ganador indiscutible, ya que que presenta una estructura más compacta, liviana y menos delicada, lo cual facilita su traslado y manipulación.
Por último, la percepción general es que una pantalla de plasma ofrece colores más cálidos y es más adecuada para ver películas y video de baja resolución que deba ser escalado, mientras que el cristal líquido ofrece mejores resultados para el contenido de alta definición que precisa de muchísima nitidez.