Definición de parsimonia
Parsimonia es un concepto con origen en el vocablo latino parsimonia que hace mención al sosiego en el modo de hablar o de actuar. El término también puede referirse a la compostura o frialdad de ánimo, a la tranquilidad o la lentitud.
Por ejemplo: “Admiro la parsimonia de Rinaldi para responder en situaciones de tensión”, “No perdamos la parsimonia: estamos ganando dos a cero y falta poco”, “Las preguntas del reportero lograron sacar al candidato de su habitual parsimonia”.
Un sujeto parsimonioso, por lo tanto, es alguien circunspecto que logra controlar sus emociones e impulsos. Por lo general, la parsimonia se asocia a la templanza, el equilibrio y la regulación de la voluntad.
Tomemos el caso de dos personas que son interrogadas por la policía. Supongamos que ambas son consideradas sospechosas de haber cometido un robo pero, en realidad, son inocentes. El primer sujeto, ante la presión de los interrogadores, se desespera, rompe en llanto y empieza a responder con gritos para clamar su inocencia. El segundo hombre, en cambio, responde con tranquilidad y seguridad, exhibiendo todas las pruebas y razones para demostrar que es inocente. Este último individuo hace gala de su parsimonia, a diferencia del primero.
Otro uso de la noción de parsimonia refiere a la moderación y la frugalidad en los gastos (la adquisición de productos y servicios en forma mesurada) y al precepto filosófico conocido como principio de parsimonia, el cual se define a continuación.
El principio de parsimonia
Conocido como navaja de Ockham, principio de parsimonia o de economía, se trata de un principio filosófico y metodológico desarrollado por el filósofo y lógico escolástico inglés William of Ockham, que expone que «dadas las mismas condiciones, la explicación que suele resultar correcta es la más sencilla«. En otras palabras, si se presentan dos teorías de las cuales se desprenden las mismas consecuencias y que se basan en iguales condiciones, la más simple de las dos cuenta con más probabilidades de ser correcta.
Cabe mencionar que los científicos no aprovechan este principio para decantarse terminantemente por una u otra teoría, sino que se basan en él para guiarse en el desarrollo de sus modelos teóricos. Es posible refutar el principio de parsimonia, ya que de ninguna manera brinda un método infalible para hallar una solución; algunas veces, la explicación más compleja puede ser la correcta.
Por otro lado, es importante hacer hincapié en las evidencias utilizadas para sustentar cada teoría, ya que el principio de parsimonia exige que las dos opciones a contrastar cuenten con una base de iguales condiciones para que pueda prevalecer la más simple. Sin embargo, resulta muy difícil dar con los pasos adecuados para determinar el grado de complejidad de una explicación dada.
Ockham propuso el siguiente método para medir la simplicidad: si dos teorías generan las mismas consecuencias, entonces la preferida debería ser la que presente menos entidades o tipos de entidades. También es posible apoyarse en la cantidad de axiomas de cada teoría, o sea, de proposiciones que puedan ser consideradas evidentes sin necesidad de una previa demostración.
El principio de parsimonia es fundamental para la filosofía de la escuela nominalista, la cual afirma que los particulares representan lo único que existe, y sus aplicaciones giran en torno a casos específicos y prácticos. Dentro del ámbito de la economía, se aprovecha en la teoría del comportamiento del consumidor, perteneciente a la microeconomía; dado que para hallar una explicación de dicho comportamiento no se necesita de la utilidad cardinal, se toma la ordinal, la cual representa la explicación menos compleja de las dos.
Como dato curioso, el origen del nombre navaja de Ockham está relacionado con el contraste que se aprecia entre la simplicidad ontológica del principio de parsimonia y la filosofía platónica: dado que la búsqueda del menor número de entidades se oponía a las preferencias del destacado filósofo, se decía que Ockham afeitaba las barbas de Platón con una navaja.