Definición de pariente
Los parientes son personas que tienen un vínculo de parentesco entre sí. Esa relación surge a partir del matrimonio, la adopción, la consanguinidad u otros lazos estables que resultan análogos.
Desde la perspectiva de la sangre, el parentesco se genera por la descendencia o por una ascendencia en común. Supongamos que Juan es el padre de Carlos y de Jorge. Esto quiere decir que Juan, Carlos y Jorge son parientes: Juan es el padre de Carlos y Jorge y, por lo tanto, Carlos y Jorge son hijos de Juan. A su vez, Carlos y Jorge son hermanos. Estos vínculos familiares nacen de la consanguinidad.
El parentesco también se genera a través de la ley. Marcos y Ana, al casarse, se convierten en parientes (esposos). El hermano de Ana, en este marco, se transforma en el cuñado de Marcos, mientras que la madre de Marcos ahora es la suegra de Ana. Como se puede apreciar, el hermano de Ana y Marcos no comparten un lazo sanguíneo, como tampoco lo hacen la madre de Marcos y la propia Ana; de todos modos, son parientes entre sí.
La sociedad nos impone desde pequeños la necesidad de mantenernos unidos a nuestros parientes de sangre. Ideas como «un hijo es para toda la vida» o «si dejas de hablarle a tu padre te arrepentirás cuando ya no lo tengas» nos empujan a pensar dos veces antes de decidir cortar uno de estos lazos. Sin embargo, la vida no es tan sencilla como en un cuento de hadas, y muchas veces las relaciones se vuelven insoportables.
A excepción del matrimonio, el parentesco es una propiedad que no podemos evitar o revertir: nadie nos impide divorciarnos de una persona con la que no alcanzamos la felicidad, pero no existe un método efectivo para dejar de pertenecer a un grupo familiar, a un árbol genealógico que nos haga daño. Los padres son buenos, los abuelos son extremadamente generosos y los tíos son chistosos hasta que se da un caso de abuso sexual o psicológico dentro del núcleo de la familia; es entonces cuando la sociedad recuerda que nuestros parientes también pueden ser monstruos.
De todos modos no es necesaria una experiencia tan horrible como el abuso sexual para sentir el deseo de cortar una relación. Dado que no podemos elegir a nuestros parientes de sangre, a lo largo de nuestro desarrollo podemos descubrir que simplemente no nos caen bien, que sus ideas fundamentales son muy diferentes y que no nos hace bien permanecer cerca de ellos. Si una vez alcanzada la adultez nos damos cuenta de que los principios éticos de nuestros padres son opuestos a los nuestros, quizás no podamos sostener la relación.
Resulta muy difícil el diálogo entre dos personas que opinen de manera opuesta con respecto a la pena de muerte, el maltrato y la explotación a los animales, la libertad sexual o los derechos de la mujer, entre otros temas delicados. Si bien la sociedad no nos prepara para separarnos de nuestros parientes ni nos ampara una vez que tomamos esta decisión, seguir junto a alguien que no nos aporta nada positivo o que colabora con las causas opuestas a las nuestras es un error que no deberíamos cometer.
En el caso de los animales y de las plantas, se dice que dos especies son parientes cuando forman parte de un mismo taxón. En este contexto puede afirmarse que los perros, los lobos y los coyotes son parientes debido a que todos integran el grupo familiar de los cánidos. De igual forma, la cebolla y el puerro resultan parientes al pertenecer al conjunto de las plantas amarilidáceas.