Definición de parangón
Parangón es un término que se emplea como sinónimo de cotejo o similitud. Un parangón, por lo tanto, surge al comparar dos realidades, sucesos, objetos, etc.
Por ejemplo: “La decisión del presidente establece un parangón entre ambos países”, “Por los logros conseguidos a su edad, Lionel Messi no tienen parangón con ningún otro jugador en la historia”, “Esta festividad acarrea rituales sin parangón”.
El origen etimológico de parangón, término que antiguamente se escribía paragón, está vinculado a un concepto griego que suele traducirse como “piedra de toque”. Esta piedra era empleada por los alquimistas y los joyeros para realizar comparaciones con los metales preciosos y así juzgar la calidad de los mismos.
Los alquimistas comparaban el oro y la plata con la piedra de toque, y de allí surgió el verbo castellano paragonar, en el siglo XVI, con raíces en un verbo griego que podía traducirse como sacar punta, aguzar o afilar. Con el correr de las décadas, su uso lo transformó en la palabra que hoy conocemos, con la n antes de la g.
En la actualidad, la pequeña barra de metal usada en un laboratorio como muestra para ser sometida a una comparación recibe el nombre de parangón. Por ejemplo, en la Oficina Internacional de Pesos y Medidas, ubicada en París, se encuentra la barra de platino-iridio que hasta el año 1960 fue considerada el patrón métrico. No olvidemos que en un principio, la unidad del metro se calculaba sobre un meridiano de la Tierra, aunque finalmente se definió como una fracción de la velocidad de la luz, la cual se utiliza como constante universal.
El uso más habitual del concepto en la actualidad se encuentra en la expresión “sin parangón”. Dicha frase se emplea para hacer referencia a aquello que, por sus características extraordinarias, no puede compararse con otra cosa.
Si alguien expresa que la belleza de las playas del Caribe es algo “sin parangón”, estará indicando que no existen otras playas capaces de competir con las caribeñas en cuanto a sus atractivos naturales. Esta expresión, por supuesto, es subjetiva.
La ausencia de parangón, de todos modos, es más bien simbólica: dos cosas del mismo tipo siempre pueden ser cotejadas o comparadas, aun cuando sus particularidades sean disímiles. La expresión se refiere a la poca pertinencia de la comparación: los éxitos obtenidos por Michael Jordan, por ejemplo, pueden calificarse como “sin parangón”, ya que este exjugador suele ser considerado como el mejor basquetbolista de la historia. Comparar los logros de Jordan con los de otros basquetbolistas, pues, tiene poco sentido.
Detrás del uso generalmente superficial que le damos al concepto de parangón se encuentra una necesidad que resultaba más evidente en la época de la piedra de toque: comparar para entender y aprender. Vivimos en una era en la cual existen tantos tabúes que la comunicación se ha vuelto una sofisticada disciplina sólo posible de dominar con agudos reflejos. En muchos círculos, no está bien visto evidenciar la orientación sexual de una persona, ni su religión o su origen étnico, como si fuera preferible hacer de cuenta que no existen diferencias en lugar de entender que no tienen nada de malo.
A través de la comparación podemos establecer dichas diferencias y observar el mundo con mayor nitidez, algo que no acarrea necesariamente una opinión subjetiva. ¿Cómo apreciar las virtudes de una persona o un objeto si no existe punto de comparación? Por ejemplo: nos sentimos protegidos por nuestros amigos porque su interés en nosotros es mayor al del resto de personas que nos rodean, y eso lo sabemos tras cotejar ambas actitudes. Por eso, una vez más, la expresión no tiene parangón refleja la falta de voluntad de realizar una comparación, y no que ésta sea imposible o inútil.