Definición de musicoterapia
Al uso de la música con un objetivo terapéutico se lo denomina musicoterapia. Se trata de una herramienta que suele emplearse en el marco de un tratamiento psicológico.
El especialista en musicoterapia es conocido como musicoterapeuta. Este experto cuenta con los conocimientos necesarios para utilizar los sonidos, las melodías y los ritmos en un proceso que lleva a cabo para favorecer la expresión, la comunicación o el aprendizaje de sus pacientes, por ejemplo.
La musicoterapia, por lo tanto, contribuye a la satisfacción de ciertas necesidades emocionales, cognitivas o sociales de las personas. Gracias a la musicoterapia es posible mejorar la calidad de vida a partir de la recuperación de determinadas funciones o del desarrollo de potencialidades.
Como toda terapia, la musicoterapia apunta a que el paciente pueda avanzar gradualmente hacia otro estado diferente del inicial. El musicoterapeuta, en este contexto, se encarga de intervenir para propiciar los cambios necesarios. Por lo general, posee conocimientos técnicos de música, pedagogía, psicología y medicina, entre otros campos, que le permiten relacionarse con sus pacientes de una forma precisa y constructiva.
El primer paso consiste en interpretar cuál es el problema (es decir, establecer un diagnóstico). Luego se debe definir el tratamiento a seguir, aplicando las técnicas de la musicoterapia mientras el profesional evalúa la evolución.
Es importante destacar que la musicoterapia puede incluir la composición, la recreación o la escucha de música. Las sesiones, en tanto, pueden ser individuales o grupales, e incluir el uso de discos, instrumentos musicales, la voz, etc.
En términos más precisos, los especialistas en musicoterapia reconocen las siguiente cuatro formas esenciales que pueden ayudar a los pacientes dependiendo de sus necesidades pero también de su experiencia a nivel técnico:
* improvisación: el paciente usa su voz o algún instrumento musical para crear música. Esto no se hace de una sola manera, ya que la creación puede incluir ciertos parámetros de guía, seguir un esquema de tonalidades o bien ser absolutamente libre y «sin rumbo». Sin embargo, no todos tienen la soltura como para conseguirlo, y para eso existen las demás alternativas;
* recreación: en este caso, la actividad es mucho más cotidiana para la mayoría de la gente, incluso para los profesionales de la música, ya que se trata de reproducir una canción luego de haberla escuchado o leído. Así como en el caso anterior, se puede usar la voz o un instrumento artificial;
* composición: esta forma de musicoterapia presenta desafíos y exigencias técnicas similares a la improvisación. Si bien no es necesario saber leer y escribir música, hay gente que simplemente no se siente cómoda al tener que inventar una melodía, ya sea por una cuestión de introversión o de falta de oído y percepción musical. Si el paciente cree que no puede o se inhibe demasiado, entonces es preferible probar otra de las opciones;
* escucha: el paciente debe escuchar música compuesta y ejecutada por otras personas, de manera que no se implique emocionalmente como en las tres formas anteriores. Esto puede llevarlo a cabo en la consulta o en un teatro, entre otras opciones, en versiones grabadas o en vivo.
Hay quienes afirman que los orígenes de la musicoterapia son prehistóricos, ya que se cree que en diversos rituales de tiempos remotos se empleaba la música. Mientras que en el Antiguo Egipto comenzó a analizarse cómo la música influía en el organismo, recién en el siglo XVIII dichos estudios adquirieron un rigor científico.
Entre los beneficios que se le atribuyen a la musicoterapia, aparecen el incremento de la capacidad de concentración y atención; la optimización de las habilidades comunicativas; la disminución de la ansiedad; y el aumento de la fuerza muscular.