Definición de lavado

Lavado es la acción y efecto de lavar. Este verbo refiere a limpiar algo, quitarle una mancha o purificarlo. La acción también puede desarrollarse de manera simbólica, en referencia a la intención de eliminar un descrédito o borrar alguna circunstancia negativa.

Por ejemplo: “El lavado del coche me llevó más de una hora, pero fue un éxito: el vehículo quedó impecable”, “Espero que el lavado sea efectivo y que pueda eliminar la mancha de la campera”, “El empresario invirtió miles de dólares para desarrollar el lavado de su imagen ante la opinión pública”.

Existen múltiples tipos de lavado, de características muy diferentes. Aún en la acepción del término vinculada a la limpieza, las particularidades de cada lavado dependen del objeto a lavar.

El lavado de las manos, por citar un caso, suele realizarse con agua y jabón. Por lo general, la persona abre el grifo o canilla, moja sus manos y las enjabona. Tras frotar la piel con el jabón durante unos instantes, vuelve a colocar sus manos debajo del grifo para enjuagarlas y quitar los rastros de jabón. De esta manera, al terminar el proceso, sus manos ya no presentan rastros visibles de suciedad.

Lavarse las manos, de todas formas, puede tener un significado simbólico y referirse a una actitud que tiene el propósito de no asumir una culpa o responsabilidad: “El lavado de manos del ministro es inaceptable: todos sabemos que él fue quien dio la orden”.

El lavado de dinero (un proceso que encubre el origen de fondos generados con actividades ilegales para que dicho dinero aparezca como fruto de una actividad legal) y el lavado de cerebro (un conjunto de técnicas de persuasión para modificar la forma de pensar y actuar de una persona) son otros tipos de lavado conocidos.

Lavado de cerebro

Otro nombre que recibe el lavado de cerebro es reforma del pensamiento, y tiene como objetivo alterar la conducta, los pensamientos y las creencias de una persona o de una sociedad entera, haciendo uso o no de la coerción, para poder controlarlos y conducirlos por un camino determinado, ya sea en la religión, la política o cualquier otro ámbito.

Si bien este recurso ha sido usado en diversos momentos de la historia de la humanidad, fue recién en el siglo XX que la ciencia intervino para conseguir resultados más efectivos. Estos conocimientos que en un punto fueron usados con fines retorcidos se convirtieron con el tiempo en herramientas que la psiquiatría aprovecha para curar a sus pacientes, a menudo combinándolas con el suministro de fármacos para inhibir las capacidades cognitivas.

El lavado de cerebro puede conseguirse mediante un gran número de métodos de variado nivel de violencia, como ser la privación de alimentos (para generar en las víctimas un mayor grado de credulidad en lo que les dicen y una confusión que les impida comprender correctamente lo que están viviendo) y de sueño (lo que origina estrés y pérdida del sentido de orientación).

Se cree que un mes es suficiente para ejecutar un lavado de cerebro efectivo y, dependiendo del caso y de la fuerza con la que el sujeto se aferre a las ideas que le son inducidas, probablemente muy difícil de revertir.

A menudo se menciona este concepto en sociedades cuyos gobiernos controlan firmemente la información que se publica a través de los medios de comunicación y el sistema educativo, evitando estratégicamente ciertos datos del mundo exterior e inculcando en los ciudadanos una serie de valores y el respeto por la patria, casi sin darles la opción de escoger una alternativa (o de saber que existe). Se trata de una auténtica pesadilla que recuerda la Alegoría de la caverna, de Platón, sin el final feliz.

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