Definición de involuntario
El vocablo latino involuntarius llegó a nuestra lengua como involuntario. Este adjetivo se utiliza para calificar a lo que no es voluntario.
Para comprender la idea de involuntario, por lo tanto, primero hay que definir la noción de voluntario. Así se denomina a la acción que surge de la voluntad; es decir, que no se realiza por la fuerza.
Por oposición, lo involuntario se desarrolla por una causa ajena a la voluntad. En este tipo de actos, no hay una decisión de la persona: cuando algo es involuntario, el sujeto no determina su conducta.
Los reflejos, por ejemplo, son movimientos involuntarios que se desencadenan a partir de un estímulo. Se trata de una respuesta automática que ejecuta el organismo a modo de reacción.
El acto reflejo rotuliano está entre estos movimientos involuntarios. Cuando el tendón rotuliano recibe un golpe, se estira, al igual que el músculo al cual está conectado. Esta información llega a la médula espinal y la rodilla se eleva. Todos estos desplazamientos se llevan a cabo sin que la voluntad intervenga.
El estornudo, en tanto, es un acto reflejo que se produce cuando una partícula extraña irrita la mucosa nasal. Ante esta situación, el individuo expulsa aire violentamente por la nariz y, en muchos casos, incluso por la boca.
Los bostezos, por lo general, también son involuntarios. Aunque su origen no está claro, se cree que está vinculado al ciclo de sueño y vigilia. El bostezo implica abrir la boca para inhalar profundamente y luego expulsar parte de ese aire.
Fuera del terreno de los actos reflejos, también es posible calificar una acción de involuntaria aunque a los ojos del observador parezca absolutamente voluntaria. Por ejemplo, puede ocurrir que una persona gire su cuerpo con demasiada fuerza y empuje involuntariamente un objeto frágil con uno de sus brazos, tirándolo al piso y provocando su destrucción en pedazos; esto no es voluntario porque la fuerza que el sujeto pretendía ejercer en su movimiento era menor de la resultante, pero no pudo controlarla.
En el ámbito empresarial, son muy comunes las irregularidades que perjudican a los clientes. Si bien en algunos casos las provocan los empleados con el objetivo de percibir un beneficio extra en una transacción determinada, por ejemplo, también son muchos los errores involuntarios. Claro que no siempre existe dinero de por medio ni claros beneficios para la parte que incurra en dicha irregularidad: puede tratarse de la demora excesiva en la actualización de ciertos datos o en el alta de un servicio, entre otras muchas posibilidades.
Los errores son acciones que pueden considerarse involuntarias, ya que quien los comete no espera los resultados que obtiene, sino otros, por lo general mejor vistos por quien debe sufrir sus consecuencias. Hay ejemplos en diversos medios de comunicación y en el habla cotidiana de la expresión «errores involuntarios», pero debemos señalar que se trata de una aclaración innecesaria, ya que no existe el concepto opuesto, «errores voluntarios». Para poder calificar una acción de «error» debemos estar seguros de que el resultado sea diferente al deseado y que le genere al sujeto o a un tercero alguna consecuencia negativa o bien los prive de un beneficio determinado.
Se conoce como síndrome de Tourette a un trastorno neurológico cuya manifestación se da antes de que el paciente cumpla los dieciocho años de edad. Los síntomas más comunes son movimientos involuntarios en varias partes del cuerpo, como el rostro y las extremidades, y las vocalizaciones de varios tipos, que incluyen gritos, gruñidos y palabras obscenas. La vida en sociedad de una persona con este síndrome es muy difícil, ya que sus acciones involuntarias suelen ser opuestas a las consideradas correctas en ámbitos como el laboral o el estudiantil.