Definición de incipiente
La etimología de incipiente nos lleva a incipiens, un vocablo del latín. El concepto se emplea para aludir a lo que recién está comenzando.
Lo incipiente, por lo tanto, está dando sus primeros pasos y todavía, por cuestiones de tiempo, no se ha afianzado ni ha alcanzado un nivel de desarrollo significativo. Por ejemplo: “Estoy preocupado por mi incipiente calvicie”, “Nuestro distrito, con mucho esfuerzo, está empezando a contar un incipiente sector industrial que, a medida que crezca, generará miles de puestos de trabajo”, “El incipiente diálogo entre ambos países genera esperanza”.
Algo incipiente puede desarrollarse con éxito y avanzar o, por el contrario, modificar su rumbo o truncarse. Tomemos el caso de una mujer que decide iniciar un emprendimiento centrado en la venta de artesanías. Esta persona pone en marcha el proyecto incipiente ofreciéndoles sus productos a sus familiares y amigos. De acuerdo a la repercusión que obtenga, es probable que decida elaborar nuevas creaciones y que amplíe su alcance (con un puesto en una feria o alquilando un local, por citar dos posibilidades) o que, en cambio, desista de la idea.
Con el paso del tiempo, lo incipiente siempre deja de serlo. Tomemos el caso de dos jóvenes que inician una relación sentimental. En las primeras semanas o meses, el vínculo será incipiente y ambos se irán conociendo en profundidad poco a poco. En cambio, si siguen juntos con el paso de los años, la relación ya se habrá consolidado. No se puede calificar como incipiente a un noviazgo de cuatro años o a un matrimonio de una década.
Resulta interesante resaltar esta naturaleza ligada al paso del tiempo que posee este adjetivo, así como muchos otros entre los que están joven, naciente, fresco, limpio y actualizado, por ejemplo. Los seres humanos tendemos a idealizar a los individuos y las cosas que más nos importan, y parte de esta idealización consiste en negar su deterioro, aunque más no sea de manera inconsciente.
Cuando hablamos de nuestros amigos, por ejemplo, los describimos en un momento aislado de la vida, en una rebanada de su existencia en la cual el tiempo no avanza, porque de ninguna manera queremos pensar en que algún día morirán o dejarán de estar a nuestro lado. Algo similar, aunque con menor intensidad, sucede con los objetos que atesoramos: no nos detenemos a pensar en que nuestro ordenador recién comprado algún día dejará de encender o se volverá obsoleto en comparación con otros modelos.
Por lo general, en nuestra vida cotidiana no nos detenemos a observar las consecuencias del paso del tiempo en los demás o en las cosas, sino que este fenómeno nos sorprende de repente, con malas noticias, cuando ya nos acecha la vejez. Por esta razón, no vivimos la transición entre lo incipiente, lo reciente y lo antiguo de una forma fluida, sino que nos dejamos llevar por las experiencias y las vivimos a pleno, hasta que un día somos conscientes de que «el tiempo ha pasado demasiado rápido».
Si buscamos el término incipiente en un diccionario de sinónimos, nos encontramos con algunos de los que se mencionan en los párrafos anteriores, así como otros: primerizo, embrionario, inicial, principiante, nuevo, naciente y rudimentario. Con respecto a su antónimo más común, podemos mencionar acabado.
En definitiva, es correcto decir que lo incipiente es «algo que comienza», que pasa de no existir a existir de forma evidente y que atraviesa un inevitable proceso que está íntimamente ligado al paso del tiempo. Ya sea una relación sentimental o un proyecto laboral, se considera incipiente durante unos días, unas semanas o incluso unos meses pero luego pasa a ser reciente, antiguo y, por una u otra razón, se acaba.