Definición de húmero

El vocablo latino humĕrus llegó al castellano como húmero. Así se denomina a un hueso que se encuentra en el brazo, siendo el más extenso de las extremidades superiores.

En su extremo inferior el húmero se conecta con el radio y el cúbito mediante la articulación del codo, mientras que en su extremo superior lo hace con la escápula a través de la articulación del hombro.

Cabe recordar que a los extremos de los huesos largos se los llama epífisis. La epífisis proximal del húmero se compone de la cabeza, el cuello anatómico, el cuello quirúrgico, el tubérculo mayor, el tubérculo menor y el surco intertubercular. En la epífisis distal, en tanto, se puede reconocer al cóndilo humeral, la tróclea, el capítulo, la fosa coronoidea, la fosa olecraneana, la fosa radial, el epicóndilo lateral y el epicóndilo medial.

Al sector medio de los huesos largos, por otra parte, se lo conoce como diáfisis. Se trata del cuerpo que se desarrolla entre las epífisis. La diáfisis del húmero presenta el cuerpo propiamente dicho con sus tres caras; el borde lateral; el borde medial; y el surco para el nervio radial.

Veinticinco músculos se insertan en las diversas secciones del húmero, como el deltoides, el pectoral mayor, el supinador largo, el tríceps braquial y el supraespinoso, entre otros. El hueso además está vinculado con diversos nervios.

El húmero puede fracturarse por distintos motivos, siendo los más frecuentes las caídas de la persona contra el suelo. La amplia mayoría de estas fracturas no provocan el desplazamiento del hueso, por lo cual no requieren una intervención quirúrgica. Lo habitual es que se inmovilice el brazo por un cierto periodo y se suministren analgésicos al paciente, aunque el tratamiento varía de acuerdo a las características de la lesión.

El objetivo principal de los tratamientos aplicados a la fractura de húmero es conseguir que el paciente no pueda mover la zona afectada, y para ello se utilizan diferentes técnicas clásicas de inmovilización, como ser un cabestrillo de abducción, un dispositivo que se usa para apoyar una parte del cuerpo que haya sufrido una lesión e impedir que se mueva.

Como complemento de la inmovilización, los especialistas suelen indicar a sus pacientes el consumo de analgésicos, ya que el dolor puede llegar a ser muy difícil de soportar durante el periodo de recuperación. Los profesionales de la salud deben reconocer el tipo de fractura de húmero antes de determinar el tratamiento que escogerán, ya que su efectividad depende de diferentes aspectos, como ser las potenciales secuelas nocivas en ciertos casos y el riesgo de desviación de los fragmentos.

En su mayoría, las fracturas de húmero que acarrean un ligero desplazamiento del proximal pueden ser tratadas sin necesidad de incurrir en una operación quirúrgica. Como se menciona en un párrafo anterior, el procedimiento fundamental de este tratamiento consiste en colocar un yeso y un cabestrillo para inmovilizar la zona afectada. En caso de fractura de cuello anatómico, es necesaria la intervención de un ortopedista para evitar la necrosis avascular.

Cuando la parte afectada por la fractura es el tercio distal, el tratamiento puede consistir en la fijación interna del hueso o en una reducción abierta. Para escoger el tipo de tratamiento se toman en cuenta la opinión del paciente y las preferencias del médico, ya que cada uno tiene sus ventajas y sus desventajas.

Para estabilizar una fractura diafisaria de húmero se debe usar una férula de coaptación, que requiere el uso de un paño especial para envolver la férula desde la nuca hasta la axila, pasando por el codo. La capacidad compensatoria del codo permite que el ángulo oscile entre los 30 y 40 grados.

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