Definición de glosa
El recorrido etimológico del término glosa se inicia en el vocablo griego glôssa, que se traduce como “lengua”. De allí pasó al latín tardío glossa, que alude a un concepto que necesita explicación.
Una glosa, por lo tanto, puede ser una nota —generalmente breve— que se escribe al margen de un texto o incluso entre sus líneas con la intención de aclarar alguna idea del mismo. Muchas veces la glosa refiere al significado que tiene una expresión o un párrafo en su idioma original.
Esto nos demuestra que la complejidad de las glosas es muy variable, ya que depende de las características del texto que se deba explicar, de los conocimientos que tenga el autor para hacer su trabajo y de la profundidad con la que desee realizar la aclaración. Puede tratarse de una mera traducción literal o bien de un texto elaborado y extenso, con referencias a otros similares.
Al conjunto de las glosas que aluden a un mismo texto o a los textos de un cierto autor se lo conoce como glosario. El individuo que glosa (es decir, que se encarga de glosar), en tanto, es llamado glosador.
Éste es quizás uno de esos casos curiosos en los cuales dos términos asociados —de hecho, que pertenecen a la misma familia— no gozan del mismo grado de popularidad en el habla cotidiana: mientras que muchas personas conocen y usan la palabra glosario, tan sólo unas pocas están familiarizadas con glosa.
Puede afirmarse que una glosa es una interpretación o una explicación de un texto que se lleva a cabo con el objetivo de hacer que se vuelva más sencillo de comprender. La glosa puede tratar de enunciar lo mismo que el texto original, aunque de otra manera, más clara o con indicaciones que resulten útiles para el entendimiento cabal de los contenidos.
Para la teología bíblica de la Edad Media, la palabra glosa representa uno de los géneros más comunes, que muchas veces debía ser estudiado de memoria. En muchas ocasiones, los pasajes bíblicos se asociaban con ciertas glosas que los teólogos consideraban de una veracidad incuestionable.
Un fenómeno similar tuvo lugar en el campo de las leyes de la época, donde muchas glosas acerca del Derecho canónico y el Derecho romano adquirieron una gran importancia, llegando a convertirse en auténticos puntos de referencia agrupadas bajo el nombre apoyo de la materia (en latín, este concepto se escribe sedes materiae). Algunas de las más conocidas son las Apostillas del franciscano Nicolás de Lira y Magna glossatura in Psalmos, pertenecientes a los siglos XII y XIV, respectivamente.
Es importante tener en cuenta que en la época en la cual se usaban estas glosas, los eruditos no tenían acceso a un gran número de libros, como sí ocurre en la actualidad; por el contrario, sus lecturas eran muchas menos, aunque esto no quitaba que las llevaran a cabo con gran detenimiento y minuciosidad. El decaimiento de la glosa y su posterior desaparición tuvieron lugar con la llegada de la imprenta, que permitió la copia masiva de todos esos tomos que hasta entonces no podían ser distribuidos ampliamente.
En el terreno de la literatura, una glosa es un poema que, al final de sus estrofas, permite la entrada con sentido y rima de otros versos que se propusieron con anterioridad. Las sucesivas líneas de un poema, de este modo, sirven como líneas finales de las estrofas de otro poema.
Para la música, por último, la glosa es la variación o la ornamentación que un músico ejecuta de una determinada melodía. En estos casos, el intérprete trabaja sobre unas ciertas notas aunque no se ata estrictamente a ellas.