Definición de encabalgamiento
La noción de encabalgamiento tiene varios usos. La primera acepción que menciona el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere a la cureña que se utilizaba para asegurar o montar la artillería.
El encabalgamiento o cureña, en este marco, es un armazón. Sobre dicha estructura se situaba la artillería: morteros, cañones, etc. En un sentido más amplio, se llama encabalgamiento a todos los armazones formados con maderos cruzados que se usan para apoyar algún elemento.
Más allá de estos significados, la idea de encabalgamiento suele aparecer en el terreno de la poesía y de la literatura en general. Así se denomina al acto y la consecuencia de encabalgar una frase o una palabra.
¿A qué se hace referencia con encabalgar en este contexto? A la distribución, en hemistiquios o versos contiguos, de fragmentos que suelen constituir una unidad fonética y sintáctica o léxica.
Repasemos brevemente la definición de hemistiquio. Se trata de un fragmento (que puede llegar a medir la mitad) de un verso. El hemistiquio se separa del resto del verso haciendo uso de una pausa a la hora de entonarlo, algo que en el lenguaje técnico se conoce con el nombre de cesura.
Este concepto, por su parte, se define como la pausa o el espacio que separa un verso en dos partes, las que se denominan hemistiquios. En los casos en los que el número de sílabas es mayor a once, se debe dividir el verso de manera obligatoria en dos hemistiquios como mínimo. Entrando en cuestiones más precisas, el cierre de un hemistiquio es, según la ley del acento final, el punto en el que acaba un verso; por esta razón, si su última palabra es esdrújula deberemos restarle una sílaba, sumarle una si es aguda y dejarlo como está si es llana.
En nuestro idioma, la métrica reconoce el hemistiquio en versos cuya cantidad de sílabas supera las nueve (los que se consideran de arte mayor); tal es el caso del dodecasílabo y del alejandrino.
Antes de pasar a hablar de los tipos de verso recién mencionados, debemos aclarar que si su extensión es considerable puede haber más de tres cesuras. Como indica el propio término, el verso dodecasílabo tiene doce sílabas; con respecto a los hemistiquios, se usa uno para dividirlo en dos partes de seis sílabas cada una. El alejandrino, en cambio, tiene catorce, que se dividen en dos grupos de siete cada uno.
De este modo, el encabalgamiento es una figura literaria que supone un desajuste entre la unidad métrica y la unidad sintáctica. Este encabalgamiento hace que se adelanten, en el final de un verso, elementos de la unidad sintáctica del verso siguiente, o que una unidad sintáctica se desdoble en dos versos.
Puede afirmarse, recurriendo al lenguaje coloquial, que una frase termina situándose “a caballo” entre dos versos. Esta particularidad genera diferentes efectos estilísticos.
El sentido puede prolongarse de un verso a otro, fluyendo hasta la finalización del verso o quebrándose de manera abrupta. Podemos encontrar ejemplos de encabalgamiento en obras de Antonio Machado, Miguel Hernández, Francisco de Quevedo y otros autores.
El encabalgamiento puede advertirse en el poema “Recuerdo infantil” de Machado, por citar un caso: “Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales”.
A grandes rasgos, podemos decir que existen varios tipos de encabalgamiento:
* abrupto se extiende el sentido entre dos versos, aunque en el segundo se quiebra de forma súbita;
* suave: el sentido se prolonga pero fluye hasta el final del segundo verso;
* léxico: la división se hace sobre una palabra;
* sirremático: se corta un grupo que la lengua impide separar, como puede ser el formado por un sustantivo, un adjetivo y otro sustantivo.