Definición de consumo

Por consumo se conoce al resultado de consumir (verbo que se utiliza cuando se hace uso de un bien o servicio, o cuando se busca un sinónimo de gastar). Es posible, por ejemplo, consumir alimentos u otros productos de corta vida o duración. Por ejemplo: “El consumo excesivo de sal tiene consecuencias negativas sobre la salud”, “El médico me recomendó el consumo de verduras y frutas para bajar el nivel de colesterol”.

Cabe resaltar que el acto de consumir también puede estar referido a un gasto de energía: “Esta estufa es de bajo consumo, así que le aseguro que se pondrá contento cuando reciba su próxima factura de electricidad”, “Me regalaron un aire acondicionado pero consume muchísima energía y estoy pensando en devolverlo”.

El consumo, por otra parte, puede vincularse a la ingesta de drogas: “Es muy frecuente ver a los jóvenes fumando marihuana en esta plaza, aún cuando su consumo está penado por la ley”, “Las autoridades deben hacer algo para combatir el consumo excesivo de alcohol en los bares de la ciudad”.

Desde el marco de la economía, el consumo consiste en la fase final del ciclo económico ya que tiene lugar cuando el producto o servicio genera algún tipo de provecho o utilidad para el individuo (es decir, el consumidor final). Los productos pueden destruirse o transformarse en el acto de consumo.

Otro dato a tener en cuenta es que es posible distinguir entre el consumo privado (el valor de las compras de productos y contrataciones de servicios que realizan las familias y las empresas privadas) y el consumo público (las compras y gastos del Estado).

El consumo forma parte de un círculo económico: el ser humano produce para consumir y consume para poder seguir produciendo. El problema reside, sin embargo, en que la mayoría de las personas no producimos, sino consumimos; para ello, es necesario que formemos parte de un sistema que nos normaliza y nos adjudica un rol, el cual debemos asumir para mantener en funcionamiento el planeta. Si todos cultiváramos verduras y frutas para nuestra propia alimentación, y nos encargáramos de transformar la energía solar en un recurso para iluminar y calefaccionar nuestras viviendas, estaríamos más cerca de entender el concepto de libertad, aun cuando continuáramos mirando televisión y usando teléfonos móviles.

Se conoce como consumismo, por último, al consumo innecesario o exagerado, que incluye el uso de bienes y servicios que no son imprescindibles. Las personas consumistas suelen ser víctimas de las campañas publicitarias, que las incitan a comprar a través de técnicas de manipulación que se estudian y perfeccionan constantemente para transmitir la necesidad de tener un determinado producto, aun cuando esto no sea cierto. Es muy difícil plantarse frente al mundo actual y asegurar a los cuatro vientos «no soy consumista», en esta época en la que la mayoría de los seres humanos dependemos de Internet y de la interminable lista de dispositivos que permiten navegar por sus mares de tendencias forzadas y ocio en paquetes de bytes.

Muchas veces se utiliza el término consumista como sinónimo de comprador compulsivo, aunque existen ciertas diferencias, tanto en las razones como en las consecuencias. En principio, algunos consideran que el comprador compulsivo presenta una patología mental, y que intenta llenar algún tipo de «vacío emocional» mediante las compras, mientras que el consumismo es un estilo de vida propio de una persona débil de carácter, que no se permite ser ella misma y se refugia en el papel que la sociedad le exige que ocupe. Es muy probable que un comprador compulsivo ponga en riesgo su economía al dejarse llevar por esa necesidad imperiosa de adquirir un producto que hasta antes de la transacción no conociera y que al momento de toparse con él lo convirtiera en un objeto indispensable para su propia existencia. Los consumistas, por otro lado, suelen caracterizarse por trabajar y ahorrar para darse los gustos. Cabe aclarar que, sin embargo, ninguno de ellos consigue una satisfacción plena.

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