Definición de cisma
El término griego schísma, que puede traducirse como “separación”, llegó al latín como schisma. Este vocablo latino, a su vez, derivó en nuestro idioma en cisma. El concepto se utiliza con alusión a una secesión, una ruptura, una desavenencia o una escisión.
Por ejemplo: “Las palabras del presidente del club generaron un cisma en el plantel”, “El gobierno tiene la obligación de evitar el cisma y de trabajar para lograr la unidad del pueblo”, “La denuncia del gerente provocó un cisma en el seno de la empresa”.
La idea de cisma suele emplearse en el marco de la religión para nombrar a la separación de una comunidad de fieles en dos o más sectores. El Cisma de Oriente y Occidente se produjo en 1054 y supuso el rompimiento entre el papa (líder de la Iglesia católica de Roma) y el patriarca ecuménico de Constantinopla (líder de la Iglesia ortodoxa).
Este momento de la historia también se conoce con el nombre de Gran Cisma, a veces también adjuntando el año en el que tuvo lugar para distinguirlo de otros eventos. Los dos líderes antes mencionados, así como los jerarcas de la Iglesia ortodoxa que compartían poderes con el patriarca ecuménico de Constantinopla, se separaron y se produjo una excomunión mutua. El desacuerdo que llevó a tal fisura incluyó burlas por escrito y la puesta en duda de la legitimidad de ciertos nombramientos, algo que en los gobiernos actuales parece moneda corriente.
Si nos remontamos casi cinco siglos atrás, cuando en 589 tuvo lugar el Tercer Concilio de Toledo, en el cual los visigodos se convirtieron al catolicismo, se acuñó el término Filioque, el cual puede traducirse como «y del Hijo». Esto provocó una alteración en la forma en que se interpretaba el Credo, ya que el Espíritu Santo pasaba a proceder del Padre y también del Hijo.
Continuando con el trasfondo del Cisma de Oriente, veinte años antes de dicho concilio se había quitado el nombre del papa de los dípticos del patriarcado constantinopolitano, aunque incluso al día de hoy los estudiosos no han entendido la razón de tal decisión. Una posibilidad es que el patriarcado no hubiese comprendido correctamente una profesión de fe envida por el Papa Sergio IV en la que estuviese presente el término Filioque.
Cabe mencionar que la inserción de este término en el Credo latino ya se había realizado en varias liturgias del continente europeo desde hacía dos siglos, y que más adelante se daría especialmente en la carolingia, pero esto no consiguió que la romana siguiera el mismo camino. Debieron pasar varios cientos de años hasta que la recitación del Credo incluyó la palabra Filioque, ya poco tiempo antes del cisma: en el año 1014, Enrique II le pidió al Papa Benedicto VIII que recitara esta oración durante su coronación como emperador, y fue allí que cambió todo.
La razón de que el papa haya accedido a romper la tradición de la liturgia romana, que se había mantenido durante aproximadamente siete siglos, fue su necesidad de que el futuro emperador le brindara apoyo militar a la Iglesia.
El Cisma de Occidente, por otra parte, tuvo lugar entre 1378 y 1417. En ese periodo, hubo distintos obispos que se enfrentaron para ejercer la autoridad pontificia de la Iglesia católica. La disputa estalló en el cónclave de 1378, que derivó en la elección de Urbano VI como papa. Los cardenales franceses, sin embargo, no estuvieron de acuerdo con el desarrollo de la elección y volvieron a reunirse en otro lugar, nombrando a Clemente VII como papa. Urbano VI y Clemente VII, mientras tanto, decidieron excomulgarse uno al otro, dejando a los católicos sin un líder claro: ambos se autoproclamaban como los representantes de Dios en la Tierra.