Definición de cerradura
El concepto de cerradura alude a un mecanismo metálico que permite cerrar algo a través de pestillos que hacen juego con una llave. Pueden encontrarse cerraduras en puertas, cajas, cofres y otros objetos.
Por ejemplo: “El ladrón forzó la cerradura para ingresar a la vivienda de la víctima”, “Con el choque se rompió la cerradura de mi automóvil”, “Ni sueñes con revisar mis cosas: le puse cerradura al cajón”.
Lo que hace una cerradura es imposibilitar la apertura de algo, a menos que se cuente con la llave correspondiente. La mayoría de las cerraduras son mecánicas: presentan cilindros con llaves que tienen puntos o dientes. Cuando la persona introduce la llave en el ojo de la cerradura y la gira, se produce el juego necesario para destrabar el cierre de modo mecánico.
Existen, además, las cerraduras electrónicas. En este caso, para lograr la apertura es necesario activar un electroimán mediante la introducción de un código o de una tarjeta magnética. Estas cerraduras son frecuentes en las habitaciones de los hoteles y en las puertas que se encuentran en el acceso a un sector restringido al público en general.
Las cerraduras de tiempo, por último, funcionan con un temporizador. El seguro se levanta solo cuando transcurre un cierto periodo o cuando se alcanza una hora seleccionada con anterioridad.
Como se puede advertir, existen múltiples clases de cerraduras. La elección de una u otra depende del elemento que se pretende mantener cerrado: no es lo mismo proteger la puerta del tesoro de un banco que el cajón de un armario doméstico.
La historia de la cerradura como concepto para proteger la propiedad privada nos remonta a unos cuantos siglos atrás, cuando el ser humano comenzó a utilizar un pasador de madera que se acoplaba en sentido horizontal por detrás de la puerta y se deslizaba de manera que atravesase una estructura hueca en la cual quedaba trabado para evitar que la puerta pudiera abrirse.
Ya en la época de la cerradura a base de dicho pasador de madera se utilizaba un elemento que hacía las veces de llave, para poder destrabarlo desde el exterior; en este caso se trataba de un objeto de metal curvo con un mango recto que se ingresaba por un agujero y permitía mover el pasador fuera del enganche. Precisamente, para trabar el pasador se hacía uso de una cuña, la cual se levantaba con ayuda de la llave.
Los antiguos egipcios, por ejemplo, usaron este diseño aunque le agregaron más cuñas para aumentar la seguridad. Los romanos, por su parte, consiguieron reducir el pasador, el cual ellos fabricaban en bronce, además de encoger las clavijas y presionarlas con ayuda de un resorte.
Pasó mucho tiempo hasta que comenzaron a aparecer los diseños de cerraduras similares a los que conocemos hoy en día. Estamos hablando del siglo XVIII, cuando en Inglaterra se podía advertir el avance en las técnicas de construcción de sistemas de seguridad. Sin embargo, los ingleses no se mantuvieron en la cima por mucho tiempo, ya que en 1851 un cerrajero estadounidense llamado Alfred Hobbs anunció de forma desafiante que sería capaz de destrabar cualquier cerradura inglesa, mientras que ningún cerrajero británico sería capaz de hacer lo mismo con las suyas; y, según cuenta la historia, tenía razón.
Otras dos figuras norteamericanas contribuyeron de forma considerable con la sofisticación de las cerraduras: Linus Yale y su hijo homónimo. Trabajaron durante décadas para perfeccionar los sistemas de seguridad. Entre sus logros destacan haber conseguido la patente de cerraduras para bancos y la invención de la combinación (o cuadrante secreto). Su éxito fue tal que durante mucho tiempo su apellido se consideró prácticamente un sinónimo del término «llave».