Definición de antropónimo

Un antropónimo es un nombre propio de individuo. El concepto de antroponimia hace alusión al conjunto de estos nombres y a su estudio.

Los antropónimos son palabras que permiten designar a un ser humano particular. Todas las personas insertas en una sociedad necesitan una identificación con un elemento de este tipo, que permita distinguirlas.

Según el periodo de la historia y la cultura, las características de los antropónimos varían. En las sociedades antiguas, alcanzaba con emplear un único antropónimo, que incluso podía acarrear un sentido simbólico o descriptivo. Actualmente lo habitual es combinar al menos dos antropónimos: uno o dos nombres de pila (el primer nombre y el segundo nombre) y un nombre familiar (el apellido).

De esta manera, que un ser humano cuente con varios antropónimos ayuda a facilitar la identificación inequívoca. Hay que tener en cuenta que la cantidad de antropónimos es limitada, con lo cual se producen repeticiones. Esto incluso puede ocurrir aunque se utilicen tres o más antropónimos: Juan Carlos Pérez Martínez, por ejemplo, es una serie de cuatro antropónimos que alude a muchos sujetos diferentes.

Según el Génesis, el primer libro de la Biblia, Adán fue el antropónimo que nombró al primer humano. Este nombre de origen hebreo refiere al “Hombre de la tierra” u “Hombre de la tierra roja”. A partir de entonces empezaron a surgir y a desarrollarse múltiples antropónimos, muchos de los cuales tienen un origen incierto.

En la Antigua Roma, por mencionar un caso, se solía nombrar a los hijos con números: Sextus, Octavius, etc. Con el cristianismo, se hicieron habituales los antropónimos relacionados a valores morales, sacramentos, liturgias y dogmas, como Esperanza, Gloria o Consuelo. Los patronímicos, en tanto, son antropónimos que designan linaje o filiación (como González, derivado de Gonzalo).

De manera curiosa, en el trato cercano con otras personas nunca usamos más de un antropónimo, que en algunos casos es un apodo cariñoso, un diminutivo de su nombre de pila o una palabra que haga referencia a alguna característica muy distintiva de ellas. A lo largo de un mismo día, a una misma mujer llamada Paloma, por ejemplo, sus amigos pueden llamarla «Palomita», «Palo», «bonita», «divina» y de muchas otras formas.

También es posible usar términos que, en tono de broma o no, describan un rasgo de su forma de ser o bien justo todo lo contrario. Si un chico llamado Marcos es muy haragán y un amigo le dice «¡Ey, tú, empleado del mes, ven aquí!», se trata de una forma suave de criticar negativamente su falta de actividad. En cambio, si realmente fuera trabajador y lo llamara de ese modo podría tener un sentido completamente opuesto, incluso de admiración.

El punto principal es que no solemos usar los antropónimos para dirigirnos a nuestros seres queridos a menos que se dé una de dos situaciones, entre otras: su nombre de pila no tenga un diminutivo fácil de pronunciar o conocido; estemos enfadados con ellos. Es muy interesante que esta clase de términos ideados para organizar las sociedades y permitirnos gozar de una serie de beneficios gracias a la posesión de un documento de identidad pueda también servir para expresar un enfado.

Otra de las utilidades del antropónimo es la formación de un linaje, como se anticipa más arriba cuando se habla del apellido González. En nuestra lengua y en la actualidad ya no lo usamos de esta manera exacta, ya que millones de personas llevan ese mismo apellido independientemente del nombre de sus padres, sino que al menos sirve para reconocer que ciertos grupos «tienen la misma sangre». En este marco, es posible hablar de «los González» para referirse a todos los integrantes de una misma familia.

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