Definición de animosidad
La historia etimológica de animosidad nos remonta al latín animositas. El concepto es utilizado para nombrar a la antipatía, la enemistad o el rencor que se siente contra alguien o algo. Cuando una persona actúa con animosidad, intenta provocar un daño adrede.
Por ejemplo: “A mi me parece que el jugador golpeó a su rival con animosidad: no fue una jugada casual”, “La animosidad del periodista contra el actor quedó demostrada cuando difundió un rumor sobre su supuesta adicción a las drogas”, “Existe una extensa historia de animosidad entre ambos pueblos”.
Lo habitual es que el concepto de animosidad se utilice en contraposición a lo involuntario. Supongamos que el gerente de una empresa asigna los lugares de trabajo de sus empleados y envía a uno de ellos a una oficina sin ventilación ni aire acondicionado. Al día siguiente, concede las fechas de las vacaciones y al mismo empleado perjudicado con el reparto de oficinas, le informa que deberá tomarse las vacaciones en mayo, a pesar de que éste hubiera expresado su deseo de hacerlo en enero o febrero. Al sumar las diferentes decisiones con efectos perjudiciales para sus intereses, el empleado en cuestión podría considerar que su jefe actúa con animosidad.
Una de las formas de denominar un caso de animosidad, especialmente cuando se desea realizar una denuncia para que la justicia se haga cargo de ponerle fin y compensar a la persona dañada es animosidad manifiesta. La enemistad dirigida a alguien sin razón aparente o de manera excesiva e injusta puede llevarse a cabo por diversos medios, algunos de los cuales se mencionan en el párrafo anterior.
Cabe mencionar que no siempre se trata de acciones indirectas o poco evidentes, como puede ser el caso del jefe que asigna una oficina sin ventilación a su empleado, ya que, aunque sea una decisión cuestionable y, en muchos países, ilegal, siempre puede alegar que no tenía otro espacio disponible para esta persona. A veces los ataques son muy directos y la animosidad se convierte en sinónimo de acoso.
Algunos de los ejemplos más comunes de animosidad manifiesta se dan en relaciones laborales donde el ofensor ocupa un cargo de mayor importancia que el ofendido. Cuando los ataques consisten en maltrato verbal, suele haber un desprecio constante y una falta absoluta de reconocimiento del mérito ajeno, lo que muchas veces acaba en una profunda frustración por parte de la víctima. Especialmente en puestos que requieren de una ardua capacitación durante la etapa inicial, algunos supervisores desacreditan todos los esfuerzos de los recién llegados, quizás por miedo a perder su trabajo frente a alguien con más cualidades.
A veces se habla de animosidad racial, para dar nombre a una serie de ofensas innecesarias que demuestren un desprecio manifiesto por la raza de la persona perjudicada. Se trata de una realidad lamentable que suele tener como víctimas a personas de piel oscura o bien procedentes de países orientales. Es muy común que en los aeropuertos y los supermercados los afroamericanos, los chinos y los musulmanes reciban un trato hostil, opuesto al que reciben los caucásicos, aunque todos se comporten de la misma forma.
Pese a que esta utilización de animosidad es la más frecuente en la actualidad, la Real Academia Española (RAE) reconoce otra que ha quedo en desuso. La idea de animosidad, en este sentido, se empleaba para nombrar al brío, el arrojo o la determinación en el accionar.
De acuerdo a este uso, podrían pronunciarse expresiones como “Miles de personas se acercaron a la plaza con animosidad de colaborar con los damnificados” o “Gracias a la animosidad de los vecinos, la sala de primeros auxilios fue reconstruida en pocos días”.