Definición de anacoreta
Un vocablo griego llegó al latín medieval como anachoreta, que luego derivó, en nuestra lengua, en el término anacoreta. Esta palabra podemos determinar que es fruto de la suma de varios componentes claramente delimitados:
-El prefijo “ana-”, que puede traducirse como “hacia arriba”.
-El sustantivo “khoros”, que es sinónimo de “espacio”.
-El sufijo “-ta”, que se utiliza para indicar lo que es agente.
Así se llama al individuo que reside en una zona aislada, dedicado a la penitencia y al recogimiento.
Un anacoreta, de este modo, vive alejado de la gente, por lo general con escasas pertenencias materiales. En su retiro, esta persona se entrega al rezo y a la expiación, orientándose a la espiritualidad.
En la antigüedad, hubo individuos católicos que se convirtieron en anacoretas al escapar del acoso que se ejercía sobre quienes profesaban su fe. De esta forma decidieron alejarse de la sociedad y volcarse a cumplir con los preceptos cristianos del modo en que ellos los interpretaban.
Además de todo lo que hemos expuesto de lo que significa ser anacoreta, no podemos pasar por alto tampoco que este individuo se identifica por otras señas de identidad. ¿Cuáles? Por llevar a rajatabla una marcada abstinencia sexual, porque se dedica a trabajar en actividades manuales y porque se establece sus propias penitencias. De la misma manera, lleva una vida donde toma mucho protagonismo el silencio.
Así comenzó a asociarse a los anacoretas con un estilo de vida. Los anacoretas decidían apartarse de la comunidad para desprenderse de las creaciones humanas, purificando su corazón y su alma para acercarse a Dios. En el proceso también se centraban en la contemplación de la obra divina.
Varios anacoretas comenzaron a tener seguidores: personas que también se alejaban de los pueblos para instalarse cerca de ellos. Como consecuencia surgieron pequeños grupos aislados, que solo se acercaban a las ciudades para asistir a la iglesia o realizar obras de caridad.
A lo largo de la historia han existido muchos anacoretas que han generado expectación y seguidores. En concreto, entre los más significativos están desde San Pablo, que se considera que fue el primer anacoreta, hasta San Antonio Abad, Pacomio o Carlos de Foucauld (1858 – 1916). Este fue un místico contemplativo que pasó a ser un referente de lo que, con el tiempo, se ha dado en llamar espiritualidad del desierto. Y es que, tras ejercer como militar y explorador, lo dejó todo para tomar el sacerdocio y desarrollarlo en el desierto del Sahara.
No se tiene mucho conocimiento de mujeres anacoretas, aunque sí las hay. Un buen ejemplo de ello son María de Egipto (344 – 421), que se retiró al desierto tras una vida marcada por la prostitución, o Sinclética de Alejandría.
Cabe destacar que la idea de anacoreta se asocia al concepto de ermitaño y al desarrollo de los monasterios. Los discípulos de estos individuos solitarios hicieron que las ermitas se convirtieran en monasterios, surgiendo órdenes religiosas que vivía en clausura pero en comunidad.