Definición de ambiguo
El adjetivo ambiguo, que tiene su raíz etimológica en el vocablo latino ambigŭus, se emplea para calificar a aquello que no tiene un único sentido o significado, que puede interpretarse de diferentes maneras o que genera confusión.
Por ejemplo: “El discurso del candidato oficialista fue ambiguo: los analistas esperaban definiciones más tajantes”, “Creo que la resolución judicial es algo ambigua”, “No entiendo por qué siempre tienes que ser tan ambiguo; simplemente te estoy preguntando si estás de mi lado o del suyo”.
Si nos centramos en la lingüística, lo ambiguo es aquello que da lugar a múltiples interpretaciones y que, por lo tanto, puede provocar desconcierto o interrogantes. Dicha ambigüedad puede surgir por aspectos semánticos, por la sintaxis o por otros factores.
Una oración ambigua es la siguiente: “Ricardo vio a Daniel alcoholizado y no supo qué decir”. Esta frase podría referirse a que Daniel estaba alcoholizado cuando Ricardo lo encontró, o bien que el alcoholizado era el propio Ricardo, ya que el adjetivo tiene el género y número adecuados tanto para el sujeto (Ricardo) como para el objeto (Daniel), y no hay suficiente contexto como para saber a cuál de los dos modifica.
La homonimia, que implica la existencia de palabras con la misma forma y distinto significado, también puede derivar en la ambigüedad. “No hay cura en este lugar” es una frase ambigua: puede aludir a que en un sitio en particular no hay ningún sacerdote (aunque quizás esto sorprenda al emisor o a su interlocutor), o a que en dicho lugar no existe la solución para un problema determinado.
Es importante señalar que la ambigüedad puede ser usada a consciencia para confundir al interlocutor, o bien para no desvelar ciertos datos en una conversación. En este caso nos encontramos frente a un uso positivo y beneficioso del lenguaje ambiguo, aunque no siempre resulte satisfactorio para quienes lo reciben.
Si nos situamos en el contexto de una conferencia acerca del lanzamiento de un dispositivo electrónico revolucionario, por ejemplo, lo normal es que la compañía que lo presenta no haga públicas todas sus características, ya sea por el deseo de esperar a que los propios consumidores las descubran una vez que lo tengan en sus manos o bien para reducir las probabilidades de que los competidores roben sus ideas. Ante una pregunta relacionada con las especificaciones técnicas del producto, los representantes de la empresa pueden apelar a la ambigüedad para proteger su información sin ser descorteses.
Por ejemplo, si la pregunta fuera «He notado que su nueva consola puede manipular cientos de fotografías en tiempo real; ¿esto habla de las capacidades de compresión y descompresión del aparato?», la respuesta ambigua podría ser «Como sabes, estamos frente a un nuevo paso en el camino de los avances tecnológicos, y por eso no debería soprenderte que nuestro dispositivo tenga un rendimiento excepcional, ya sea en la manipulación de imágenes como en todos los otros ámbitos».
Claro que el lenguaje ambiguo también puede resultar molesto o incluso poco productivo, si la falta de información es innecesaria y provoca problemas de comunicación en un equipo de trabajo. En ciertos entornos, como ser la medicina o la informática, donde la precisión es fundamental para la seguridad y el buen rendimiento, la ambigüedad debe evitarse por todos los medios en pos de un lenguaje claro y directo.
Quien no se define a través de sus expresiones o acciones, también es calificado como ambiguo. Si a un periodista ambiguo le preguntan qué equipo ganará el próximo torneo español de fútbol, puede responder: “Barcelona está muy bien, pero Real Madrid tiene un gran equipo y Atlético de Madrid está atravesando un momento excelente”.