Definición de aliteración
El latín es la lengua en la que se halla el origen etimológico de la palabra aliteración que ahora nos ocupa. Así, podemos establecer que es un término que está compuesto por tres partes claramente diferenciadas: el prefijo ad que significa “hacia”, la palabra littera que puede traducirse como letra, y el sufijo –ción que viene a determinarse como “acción y efecto”.
La aliteración consiste, en las lenguas tonales, en la reiteración de un sonido. Cuando se trata de un verso de arte menor, la repetición debe detectarse en más de una oportunidad, pero en versos de arte mayor para que haya aliteración deben hallarse por lo menos tres repeticiones. Se trata de un recurso frecuente en los trabalenguas y en los textos creados para enseñar a los niños a pronunciar determinado sonido.
En prosodia, la aliteración consiste en reiterar la consonante inicial en el comienzo de dos términos consecutivos o escasamente separados. Es decir, supone repetir sonidos consonantes cuando comienza una palabra o en su sílaba acentuada. Por ejemplo: “El rugido de la rama al romperse” o “Ya se oyeron los clásicos clarinetes”.
En la poesía, la aliteración está entendida como una figura retórica que pretende lograr un efecto sonoro a partir de la reiteración de forma consecutiva de un único fonema o bien de fonemas parecidos. Por otra parte, la aliteración también puede sugerir imágenes asociadas a los sentidos, como lo puede ser el sonido del agua o el galope de un caballo.
En la actualidad, la aliteración es un embellecimiento en la prosa y en la poesía, que persigue un efecto de musicalidad y sonoridad. Sin embargo, el verso aliterativo fue un principio de estructura formal y el recurso fundamental en el verso germánico antiguo.
Ejemplos de aliteración: “En el silencio sólo se escuchaba / el susurro de las abejas que sonaban” (perteneciente a Garcilaso de la Vega); “Oye el sórdido son de la resaca, infame turba de nocturnas aves” (Luis de Góngora), “La libélula vaga de la vaga ilusión” (Rubén Darío).
En el primer ejemplo citado, el del poeta toledano Garcilaso de la Vega, hay que subrayar que la aliteración reside en el uso reiterado de la letra “s”, una manera muy sutil y eficaz de introducir el sonido que se describe, el que realizan las abejas. Un zumbido el de dichos animales que aunque no está escrito como tal si consigue llegar al lector gracias al uso espléndido que se realiza del citado recurso empleado.
Además de todo lo expuesto hay que subrayar que en muchas ocasiones, se tiende a confundir lo que es aliteración con otro recurso llamado onomatopeya. Sin embargo, la diferencia es muy clara y es que, mientras el primer término consiste en la repetición de fonemas para poder “evocar” un sonido en concreto, el segundo concepto viene a describir la acción de imitación o recreación del sonido de algo mediante la formación de un vocablo en concreto.
Así, entre los ejemplos más frecuentes de vocablos formados para recrear dicho sonido y que se consideran onomatopeyas nos encontramos: “ring” como señal de llamada en un teléfono, “guau” como ladrido de un perro, “miau” como maullido de un gato o “pum” como un disparo.