Definición de alcohol

El alcohol es, desde un punto de vista químico, aquel compuesto orgánico que contiene el grupo hidroxilo unido a un radical alifático o a alguno de sus derivados. En este sentido, dado que se trata de un compuesto, existen diversos tipos de alcoholes.

En el lenguaje cotidiano, se conoce como alcohol al compuesto químico etanol, también nombrado como alcohol etílico. Se trata de un líquido incoloro e inflamable, cuyo punto de ebullición es 78ºC.

Es habitual asociar el alcohol al alcohol etílico, que se emplea para elaborar las llamadas bebidas alcohólicas.

El alcohol etílico

La fórmula química del alcohol etílico es CH3-CH2-OH. Este compuesto se utiliza para preparar las bebidas alcohólicas, las cuales, en muchas oportunidades, también son conocidas simplemente como alcohol (por ejemplo, “Tenemos que comprar el alcohol para la fiesta de esta noche”, “Miguel bebió demasiado alcohol, ya no sabe lo que dice”).

Las bebidas alcohólicas pueden producirse por fermentación (como el vino y la cerveza) o por destilación (como el licor). El porcentaje de alcohol etílico presente en cada bebida puede variar: la cerveza presenta, aproximadamente, un 5% de alcohol; el vino se acerca al 15% y los licores pueden llegar a contener un 50% de etanol.

Una droga psicoactiva

Cabe destacar que el alcohol etílico es una droga psicoactiva para los seres humanos. Su consumo produce, en principio, una sensación de alegría. Al tiempo, el individuo puede sufrir problemas de coordinación y tener la visión borrosa. Con un consumo excesivo, es posible alcanzar un estado de inconsciencia y, en un nivel extremo, llegar a la muerte por envenenamiento.

Estas consecuencias negativas del alcohol para el organismo hacen que la mayoría de los países prohíba el consumo de bebidas alcohólicas a los menores de cierta edad (por lo general, 18 años).

El consumo excesivo de alcohol es perjudicial para la salud.

Hijos de padres que consumen alcohol en exceso

El alcoholismo es una enfermedad que no solamente afecta al sujeto que la padece sino también a quienes forman parte de su círculo afectivo, sobre todo su esposo/a e hijos, si los tiene. Nos detendremos en la relación que existe entre padres e hijos y en qué consecuencias puede traer el alcoholismo en ella.

Según lo expresa Margaret Cork, quien ha estudiado detenidamente el tema, en la infancia el individuo adquiere el sentido de seguridad y autoestima y, de acuerdo a cómo construya ambos, desarrollará una capacidad más o menos directa para enfrentar los complejos problemas que le tocan; es a partir de su relación con sus padres o tutores como construye la confianza en sí mismo y en los que le rodean.

Si los niños crecen en un ambiente donde el alcohol se halla presente, el nido en el que se eduque será absolutamente desintegrado en el que reinen la ansiedad, el dolor y el remordimiento; de este modo, los niños adquirirán conductas de adultos inestables, se endilgarán a sí mismos responsabilidades que no les corresponden y desarrollarán cualidades propias de los alcohólicos, la mentira y la manipulación, sobre todo.

Superar el alcoholismo de los progenitores

Al llegar a la edad adulta, los hijos de padres alcohólicos, si no han trabajado sobre el foco del problema con ayuda de un terapeuta suelen tener actitudes nocivas contra ellos mismos. Dado que han tenido una infancia impregnada de actitudes críticas y de culpabilidad, su adultez no suele escapar a ellas y manifiestan una clara baja autoestima que los lleva a decidirse por dos caminos opuestos: hacer lo mismo que sus padres, que sus modelos (volverse alcohólicos) o entregarse a una vida de negación, intentando convertirse en personas de éxito y escondiendo sus problemas de autoestima.

Existe, sin embargo, un camino paralelo y, seguramente mucho más recomendado, el mismo consiste en revisar, en estudiar la existencia de sus padres, interiorizar sus sentimientos de la infancia y con todo eso hacer algo distinto, construyendo el amor propio de una forma sana y reconociendo que las críticas muchas veces pueden ser producentes, dependiendo de quién vengan y cómo sean dichas y que, a partir de ellas puede elaborarse una sana autocrítica y un juicio propio del entorno, fuera de los prejuicios y las experiencias impactantes de la infancia marcadas por el alcoholismo.

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