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Esencia

Te explicamos qué es la esencia en filosofía y las diferentes formas de comprenderla. Además, su relación con la existencia.

¿Qué es la esencia?

El término esencia es uno de esos conceptos centrales e importantes en la tradición del pensamiento filosófico, que de un modo simple podríamos definir como aquello que una cosa es natural e invariablemente, o sea, que referirse a la esencia de algo es hablar de su verdadera naturaleza, de aquello que, por debajo de todo, es.

Dicha manera de comprender la esencia proviene de la antigüedad grecolatina. El griego Aristóteles (384-322 a. C.), en su obra Metafísica intentaba definir lo que en ese entonces se llamaba ousía y que se podría traducir como “esencia” o como “sustancia”, “ser”, “naturaleza”, “realidad”, “existencia”, “vida” y otros significados más. Era tan complicado traducir este término, que los romanos posteriormente lo bautizaron como essentia (del verbo esse, “ser”).

Sin embargo, el debate filosófico respecto a la esencia apenas estaba comenzando. Existen dos formas tradicionales de comprender este concepto:

  • La sustancia primera, es decir, lo que es o lo que existe, aquello que el sujeto de una oración es en sí mismo. Da pie a la esencia en un sentido ontológico, esto es, considerando que las cosas de la realidad son lo que son en sí mismas, antes de que entremos en contacto con ellas.
  • La sustancia segunda, es decir, lo que tiene entidad, aquello que el predicado le atribuye a un sujeto en el marco de una oración. Da pie a la esencia en un sentido lógico, pues las cosas son aquello fundamental que podamos decir sobre ellas.

Esta diferencia puede ser difícil de comprender, pero es fundamental para el debate en torno a la esencia que se dará en la filosofía occidental.

El debate entre estas dos posturas, la que entiende la esencia como algo propio del objeto y la que la entiende como algo distinto (y posterior) al objeto, se prolongó en la obra de pensadores importantes como Okham, Hume o Nietzsche. El debate se acentuó cuando la tradición medieval cristiana, que encontraba a Dios en el corazón de la pregunta sobre la esencia de todas las cosas, comenzó a derrumbarse en el Renacimiento.

Sin ánimos de adentrarnos más en el debate filosófico, convengamos en que la palabra esencia nos sirve hoy en día para referirnos a grandes rasgos a lo que las cosas son, sin importar cómo entendamos dicho sentido. El uso popular del término es básicamente sinónimo de naturaleza, realidad o verdad. La esencia de algo o de alguien es la profundidad de su manera de ser.

Similarmente, cuando decimos que algo es esencial, decimos que está vinculado con la esencia de otra cosa, o lo que es lo mismo, que forma parte del núcleo, del corazón de las cosas. Así, “una pregunta esencial” es una pregunta central, fundamental, nuclear, que da en el centro de la temática.

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Esencia versus existencia

Uno de los tantos abordajes filosóficos del tema de la esencia consiste en la pregunta respecto a qué cosa es primero: la esencia de las cosas, o su existencia. Dos conceptos que, inicialmente, eran comprendidos como sinónimos, hasta que en el siglo XIII el fraile y filósofo católico Tomás de Aquino (1225-1274) los definió como dos miradas muy diferentes:

  • La esencia, como hemos dicho antes, es aquello que las cosas son, aquello que hace de ellas un ente comprensible y definible por la mente humana, y que de cambiar implicaría que no estamos ante la cosa que pensábamos, sino ante otra.
  • La existencia, en cambio, consiste en el hecho mismo de que una cosa sea, es decir, su pertenencia al mundo de lo real. Por ejemplo, podemos comprender la esencia de un dragón, pero no podemos verificar su existencia, pues son imaginarios. Es decir, la esencia de un dragón existe, pero el dragón en sí mismo, no.

Esta distinción también puede entenderse como una forma nueva de retomar los dos conceptos anteriores de esencia (sustancia primera y sustancia segunda). Buena parte del debate filosófico en Occidente se centró en definir cuál de las dos era más importante o venía primero: la esencia de las cosas, o su existencia.

El pensamiento realista, por ejemplo, le otorgó toda la importancia a la existencia (en otros términos, al Ser) y no a la esencia (o sea, a las Ideas). Por su parte, los idealistas sostenían que no existía tal distinción, ya que una piedra en la imaginación o en la realidad se definían exactamente de la misma manera, aunque una existiera y la otra no.

Más adelante, los pensadores existencialistas retomaron la idea de que la existencia es el aspecto fundamental del ser humano, y no la esencia, de modo que las vivencias subjetivas son más importantes que el conocimiento objetivo.

La elección entre la esencia y la existencia puede rastrearse en el sustrato filosófico de la mayoría de las ideas sobre las que se sostiene la modernidad. Aún sigue siendo materia de debate para los pensadores y filósofos que buscan, a la luz de la contemporaneidad, crear nuevas categorías que nos permitan pensarla de un modo útil y novedoso.

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