Poblamiento de América: principales teorías (clásicas y modernas)
El poblamiento de América consiste en el proceso de origen y extensión de los seres humanos por el continente americano. En la actualidad, se tiene conocimiento de que la especie humana no es originaria de América, por lo que se asegura que el continente tuvo que ser poblado a partir de una serie de migraciones.
Existen muchas tesis que intentan explicar el origen del hombre americano. La arqueóloga Dalia Castillo Campos, en su texto Origen y antigüedad del poblamiento de América (1999), explica que la búsqueda por el origen de estos antiguos pobladores se remonta al descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando hombres de la Iglesia y varios exploradores se maravillaron con la riqueza cultural y lingüística de las sociedades que hallaron.
La población indígena con la que se encontraron no aparecía ni en la literatura clásica ni en la Biblia, por lo que sus orígenes llamaron rápidamente la atención de los investigadores. Para aquel entonces, la Iglesia Católica era la que ofrecía explicaciones sobre el origen de la humanidad y de la Tierra, por lo que fue dicha institución la que ofreció respuestas.
Una de las teorías que ofreció la Iglesia Católica consistía en que los indios americanos tenían que ser descendientes de un grupo de tribus perdidas de Israel. También se propuso la idea de que provenían de la estirpe de Sem, hijo de Noé; incluso algunos propusieron que en realidad eran descendientes de los supervivientes de Atlántida.
A través del tiempo, con el avance de la ciencia y de otras disciplinas, se enfocó el origen del poblamiento de América desde otras perspectivas. Dentro de estas investigaciones surgieron dos vertientes principales: la tesis autoctonista y la tesis aloctonista. En el primer caso, se defendía que la humanidad en realidad había nacido en América y que luego había emigrado al resto del mundo.
En cambio, la tesis aloctonista defiende que América fue poblada desde afuera, aunque no existe un consenso sobre cuál fue el lugar de entrada. Algunos defienden que el hombre vino desde Europa por el Atlántico, otros proponen que desde Asia por el Estrecho de Bering o desde el Extremo Oriente a través desde el océano Pacífico.
Índice del artículo
Principales teorías
– Teorías clásicas
Tesis autoctonista de F. Ameghino
Fue defendida principalmente por el paleontólogo argentino Florentino Ameghino (1854-1911). Este investigador afirmaba que la evolución biológica de los hombres era propia de América, específicamente de la zona meridional de América del Sur. Acorde con Ameghino, el ser humano primero habría poblado el continente americano para luego desplazarse a otras partes del mundo.
Sin embargo, posteriormente se corroboró que su planteamiento estaba errado; se halló evidencia ósea que permitió reconocer que la clasificación de este autor no era correcta. En consecuencia, no hay ninguna evidencia que respalde la existencia del nombre americano en los finales del Terciario.
Teoría clásica de Alex Hrdlicka (asiática)
El antropólogo checo Alex Hrdlicka (1869-1943) estableció que las primeras presencias humanas del continente americano pudieron ser un grupo de cazadores de raza asiática que entró por el Estrecho de Behring durante la Era del Hielo, es decir, en el período Plesitoceno.
Por consiguiente, estas migraciones humanas habrían entrado a través del valle de Yucón (Alaska), para luego esparcirse por el resto de los territorios americanos.
Esta teoría se apoya principalmente en las similitudes antroposomáticas que existen entre los amerindios y el hombre asiático: el pliegue de los ojos, malares amplios, pelo oscuro y dientes con una figura semejante a una pala.
El antropólogo también señaló la existencia de una “mancha mongólica”, que consiste en una coloración verde de carácter congénito que tienen tanto los indígenas americanos como los asiáticos luego del nacimiento. Una particularidad de esta pigmentación es que suele desaparecer con el paso del tiempo.
Además, Hrdlicka estableció que entre los grupos indígenas americanos (como los quechuas o mayas) existen una serie de características comunes, lo que sugiere que todas estas culturas tenían un ancestro general común: la cultura asiática.
La teoría oceánica de Paul Rivet
Paul Rivet (1876-1958) fue un etnólogo francés que contradijo los planteamientos monoraciales de Alex Hrdlicka. Rivet aprobaba la introducción de poblaciones humanas por el estrecho de Behring, pero le añadía el recorrido oceánico. De acuerdo con este investigador, también emigraron agrupaciones de polinésicos y melanésicos, los cuales se habrían asentado en América Central para luego dispersarse por el resto de los territorios.
Según la autora Margot Pino, en su texto Teorías sobre el poblamiento de América (s.f.), los argumentos de Rivet se basaban en cuatro aspectos principales:
– Antropológicos: se halló una semejanza en la estructura ósea y en la sangre entre los hombres que habitaban Lagoa-Santa (Brasil) y los melanesios.
– Etnográficos: se hallaron similitudes rituales entre las tribus melanésicas y los grupos amazónicos. Por ejemplo, el corte de las falanges como símbolo de reto y la persecución de “cabezas trofeo”.
– Culturales: ambas culturas usaban mosquiteros, chinchorros, instrumentos de percusión elaborados con madera, porras y pasaderos colgantes.
– Lingüísticos: Rivet estableció que había ciertas semejanzas entre las palabras melanésicas y el habla de la comunidad indígena Hoka, ubicada en Norteamérica.
La teoría australiana de Antonio Méndez Correa
El investigador portugués Antonio Méndez Correa (1888-1960) fue uno de los principales defensores de la teoría de migración australiana mediante la Antártida. Según este autor, los australianos fabricaron unas embarcaciones de estructura simple para arribar en las islas Auckland, Tasmania y la Antártida.
El frío continente de la Antártida logró ser atravesado por las poblaciones australianas durante el período de clima óptimo, hace 5000 años a. C. —es decir, durante el período Holoceno—. Luego de recorrer las costas del continente durante muchos años, llegaron al Cabo de Hornos, localizado en la Tierra del Fuego. Posteriormente, habrían poblado la Patagonia.
Para poder defender su teoría, el investigador portugués se dedicó a estudiar a los nativos que residían en Tierra del Fuego y en la Patagonia, hallando similitudes lingüísticas y físicas con las poblaciones indígenas australianas.
Entre las similitudes se pueden mencionar la forma de los cráneos, el grupo de sangre, algunos vocablos, la capacidad de resistir bajas temperaturas, el empleo de telas fabricadas con piel animal, la invención del boomerang y las viviendas con forma de panal de abeja. También emplearon el zumbador, un instrumento usado durante los rituales.
Teoría de Charles Abbott
En 1876, el médico estadounidense Charles Abbott halló una serie de utensilios fabricados con piedra en la ribera del río Delaware, ubicado en New Jersey. Abbott pensó que se trataba de unos utensilios pertenecientes a agrupaciones indígenas más recientes, sin embargo, las mediciones dataron el artefacto con unos diez mil años de antigüedad.
Esto quería decir que las herramientas pertenecían a un asentamiento humano del período Pleistoceno. Sin embargo, la comunidad científica de Washington D.C. estableció que la teoría de Abbott no cumplía con los estándares científicos, por lo que sus planteamientos fueron desestimados.
Actualmente, la granja donde Charles consiguió los utensilios se considera Monumento Histórico Nacional.
El hallazgo de George McJunkin
En 1908, el vaquero de origen afroamericano George McJunkin (1851-1922) descubrió unos huesos enormes localizados en un barranco de la aldea Folsom (Nuevo México). Estos huesos pertenecían a un bisonte prehistórico, pero lo más importante de este suceso era que en las costillas del animal se halló una herramienta de piedra que actualmente se conoce como punta de Folsom.
El tipo de bisonte gigante descubierto por McJunkin se había extinguido durante la última glaciación, lo que permitió establecer por primera vez la antigüedad de los poblados americanos.
Ridgely Whiteman y el yacimiento de Clovis
En 1929, un joven de diecinueve años llamado Ridgely Whiteman encontró un conjunto de huesos en la aldea de Clovis (Nuevo México). Luego de esto, Edgar Billings Howard, un científico de la Universidad de Pensilvania, aseguró que se trataba de una agrupación indígena perteneciente al período Pleistoceno; esto lo logró confirmar a través del tipo de flecha hallada en el yacimiento, actualmente conocida como Punta Clovis.
La Punta Clovis contaba con una antigüedad de 11.500 años a. C., por lo que se aceptó que la cultura Clovis probablemente era la más antigua del continente y estaría relacionada con los primeros especímenes humanos.
Teorías modernas
El origen europeo de Bruce Bradley
Bruce Bradley, un científico de la Universidad de Exeter, afirmó que una agrupación de marineros caucásicos (pertenecientes a la industria lítica) pudieron haber cruzado el océano Atlántico para posteriormente desembarcar en la costa oriental de América del Norte.
Para defender esta posición, Bradley se basó en un conjunto de esqueletos humanos que fueron hallados en Kennewick y en la Caverna del Espíritu, así como también en unas puntas líticas encontradas en el este de los Estados Unidos. Dichas puntas se asemejaban de forma sorprendente con las armas de los europeos pertenecientes al Pleistoceno tardío.
El hombre de Meadowcroft
El cuerpo humano de Meadowcroft fue hallado por el antropólogo y arqueólogo James Adovasio en Pensilvania, cerca de las costas atlánticas de los Estados Unidos. Así mismo, en la caverna de Meadowcroft se hallaron abundantes herramientas líticas como puntas de doble cara, raspadores y cuchillos.
También se hallaron conjuntos orgánicos producidos por la fauna y la flora de la época, los cuales habrían servido como alimentación para el asentamiento de Meadowcroft. De estos restos, los arqueólogos desenterraron hasta setenta muestras para luego contratar diferentes a instituciones y laboratorios para su análisis.
El resultado de los exámenes fue fascinante: la datación más antigua alcanzó hasta los 16.000 años a. C., por lo que sobrepasaba en antigüedad a las puntas del yacimiento Clovis.
El hombre de Kennewick
En 1998, se descubrió en el noroeste de los Estados Unidos el cráneo de un individuo. Lo más sorprendente de este hallazgo es que sus facciones no se asemejan a las de los indios americanos. De hecho, este cráneo cuenta con una nariz grande, un rostro estrecho y una frente larga.
Por esta razón, los especialistas afirman que este ser humano tiene aproximadamente ocho mil años de antigüedad y parece haber sido producto de un vínculo entre los polinésicos y los ainos (población ubicada en Japón). No obstante, otros sugieren que sus facciones son más bien caucásicas. En la Cueva Espíritu Cavernario, se descubrió recientemente otro rostro muy similar a este.
El hombre de Monteverde
En 1973, un grupo de campesinos locales decidieron cambiar el curso del arroyo Chinchihuapi con el objeto de agilizar el tránsito de los bueyes. Un año después, la erosión ocasionada por este trabajo dejó a la vista un conjunto de huesos de gonfoterios —emparentados con los elefantes actuales—, que los habitantes locales no lograron reconocer, pero que guardaron por curiosidad.
En 1978, Luis Werner, un estudiante de la Universidad Austral de Chile, pasó por el lugar y obtuvo los huesos hallados por los campesinos. El joven decidió entregarle los restos a unos profesores, quienes visitaron Monte Verde y aumentaron la colección de huesos.
Las exploraciones arqueológicas de Monte Verde fueron lideradas por el antropólogo estadounidense Tom Dillehay, quien excavó un pozo con ayuda de sus alumnos. Instantáneamente, Dillehay se percató de que estaba frente a un asentamiento muy distinto a los yacimientos de la cultura Clovis.
En líneas generales, se hallaron certezas que aseguraban la existencia de un asentamiento compuesto por doce tiendas, todas ellas elaboradas con piezas de madera y cuero animal. Las cenizas que fueron sometidas a la prueba del Carbono 14 demostraron que este asentamiento tenía unos trece mil años de antigüedad.
Así mismo, los arqueólogos descubrieron restos de puntas de doble cara e instrumentos elaborados con hueso asociados con la fauna pleistocénica (paleollamas y mastodontes). Además, las puntas de Monteverde son muy similares a las que se hallaron en territorios venezolanos. Estas últimas datan de unos once mil años antes de Cristo.
El hallazgo del asentamiento de 13000 años a.C. causó una gran agitación internacional. No obstante, luego de realizar excavaciones más profundas, Dillehay descubrió otros restos que probaron tener hasta unos 33000 años de antigüedad. De confirmarse estas dataciones, las explicaciones sobre el poblamiento americano padecerían un vuelco total.
En consecuencia, las investigaciones en Monteverde todavía continúan. Hasta ahora se han hallado los siguientes objetos:
– 38 trozos de cuero animal.
– once especies de papa silvestre.
– nueve especies de algas, siendo en su mayoría comestibles.
– 380 herramientas y elementos arquitectónicos elaborados con madera, relacionados en su mayoría con la estructura de viviendas.
– Varias decenas de huesos de animales, especialmente de mastodontes.
– Un conjunto de braseros, fogones y hoyos localizados en distintos lugares.
Estos elementos, juntos con otros artefactos, se encuentran protegidos en el Museo Histórico y Antropológico Maurice van de Maele, localizado en la Universidad Austral de Chile.
Referencias
- Castillo, D. (1999) Origen y antigüedad del poblamiento de América. Recuperado el 23 de diciembre de 2019 de Dialnet: Dialnet.net
- McGhee, R. (1989) Who owns prehistory? The Bering land bridge dilemma. Recuperado el 23 de diciembre de 2019 de JSTOR: jstor.org
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- Pino, M. (s.f.) Teorías del Poblamiento de América. Recuperado el 23 de diciembre de 2019 de historiademexico23.files.wordpress.com
- Powell, J. (2005) The first americans: race, evolution and the origin of native Americans. Recuperado el 23 de diciembre de 2019 de Google books: books.google.com
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