Imperio persa: historia, ubicación, características, organización
El Imperio persa o Imperio aqueménida fue uno de los más extensos que han existido en la historia de la humanidad. El nombre aqueménida proviene de la dinastía que gobernó el imperio durante dos siglos. Esta gran unidad política desapareció en el 330 a. C., cuando Alejandro Magno derrotó al último de sus reyes, Darío III.
Partiendo de la meseta de Irán, los persas comenzaron a expandir sus dominios bajo el reinado de Ciro II el Grande. Este monarca conquistó primero a los medos y después continuó anexionando territorios hasta controlar al Imperio neobabilónico, Siria, Judea, Asia Menor y Lidia.
Los sucesores de Ciro II continuaron con las campañas de conquista y, entre otros territorios, se hicieron con Egipto, Grecia, Chipre, parte de Rusia, Uzbekistán o Chipre. Para unir todos sus dominios crearon un eficiente sistema de comunicaciones, que resultó fundamental para desarrollar sus actividades comerciales.
Los aqueménidas se distinguieron por su tolerancia hacia los pueblos conquistados, tanto en el aspecto religioso como en el cultural. Con el tiempo, crearon un sistema administrativo basado en la división del imperio en satrapías, una unidad territorial similar a las provincias.
Índice del artículo
- 1 Historia
- 2 Ubicación geográfica
- 3 Características del Imperio persa
- 4 Organización social
- 5 Economía del Imperio persa
- 6 Religión persa
- 7 Reyes principales
- 8 Referencias
Historia
En un primer momento, los persas se encontraban bajo el dominio de los medos en la región. Ciro II derrotó a sus dominadores y conquistó sus territorios en el 550 a. C. Esa primera campaña militar fue el inicio de un Imperio que duraría hasta el 330 a. C.
Antecedentes
El pueblo persa se había establecido siglos antes en la meseta de Irán, concretamente en la actual provincia iraní de Fars. Allí vivían de la ganadería, aunque con el tiempo comenzaron a practicar la agricultura.
La información sobre los primeros reyes de este pueblo es escasa. Según los escritos dejados por Darío I sobre el 518 a. C. y por el historiador griego Herodoto, la dinastía que gobernaba era la aqueménida, fundada por Aquemenes. Este fue sucedido por su hijo, Teispes, quien comenzó a usar el título de rey de Anshan.
Los siguientes reyes fueron Ciro I, Cambises I y Ciro II, cuyas conquistas le harían recibir el sobrenombre de “el Grande”.
Nacimiento del imperio
Los persas se encontraban entonces dominados por los medos, otro pueblo de origen iranio que habitaba la región. Cuando Ciro II el Grande accedió al trono dedicó sus esfuerzos en organizar un poderoso ejército para liberarse de sus dominadores.
El ejército comandado por Ciro II consiguió su objetivo y ocupó la capital de los medos, en parte gracias a un motín que estalló en las tropas medas en contra de su rey.
Una vez derrotados a sus enemigos, Ciro II se dispuso a conquistar Babilonia. Los neobabilonios no presentaron una gran resistencia ante un ejército persa que se había reforzado con soldados medos y la ciudad cayó bajo el dominio aqueménida.
Tras la conquista, Ciro II respetó las tradiciones y creencias de los derrotados, con lo que consiguió ganarse a la población.
Con su ejército y sus políticas de tolerancia, Ciro el Grande conquistó en pocos años Siria, Judea, Asia Menor y Lidia.
El monarca aqueménida permitió a los judíos regresar a Jerusalén y, además, les permitió reconstruir el templo y la ciudad. Esta actitud se correspondía con su deseo de gobernar las tierras conquistadas a través de las élites locales.
Conquista de Egipto
Ciro II falleció durante una campaña militar en Asia Central en el 530 a. C. Su hijo, Cambises II, se hizo cargo del trono y continuó con las conquistas de su padre.
Uno de sus primeros objetivos fue Egipto, una campaña militar que había sido planeada por el propio Ciro.
Cuando Cambises II murió, en julio de 522 a. C., en una revuelta encabezada por sacerdotes medos que había perdido su poder tras la conquista, el imperio se extendía desde el Mediterráneo hasta Afganistán.
Reinado de Darío I
Darío I el Grande se convirtió en el tercer gobernante aqueménida después de asesinar al usurpador Guatama, tal y como relató Herodoto.
El nuevo monarca extendió aún más sus territorios a pesar de tener que hacer frente a varias rebeliones internas. Así, las tropas persas conquistaron Tracia y la India.
Durante el reinado de Darío I, el Imperio persa cambió su estructura administrativa y financiera. El monarca creó las satrapías, una división territorial similar a la provincia gobernada por un gobernador denominado sátrapa.
Otras de sus medidas fue convertir al mazdeísmo en la religión oficial del imperio y construir el Camino Real de Susa a Sardes, una vía de comunicación que le permitía un control absoluto sobre los sátrapas.
Guerras médicas
Durante las primeras décadas del siglo V a. C., los persas y los griegos se enfrentaron por el control de las ciudades griegas de Asia Menor, por el trigo del mar Negro y por el control de la costa mediterránea. Los persas llegaron a incendiar Atenas como represalia por la destrucción de Sardes.
La mencionada primera guerra médica consistió en un intento de invasión por mar por parte de Darío I. Esta campaña, que se desarrolló en el 490 a. C., terminó con una derrota persa en la batalla de Maratón.
La siguiente fase de la guerra comenzó en el año 480 a. C., cuando el rey persa Jerjes I envió a un ejército a Grecia por tierra. Aunque atravesó sin problemas Macedonia y Tesalia, fue retenido en las Termópilas por los griegos. La batalla concluyó con la victoria de los persas.
Al mismo tiempo, se estaba desarrollando una batalla naval en Artemisio. Cuando los griegos se enteraron de su derrota en las Termópilas, decidieron retirarse.
Jerjes ordenó entonces saquear Atenas y, más adelante, preparó a sus tropas para tratar de derrotar definitivamente a sus enemigos en la batalla naval de Salamina, que tuvo lugar en el 480 a. C. Sin embargo, los griegos obtuvieron la victoria.
Los persas sufrieron otras derrotas que animaron a las ciudades griegas de Asia Menor a sublevarse. Este episodio significó el final de la expansión persa por Europa.
Enfrentamientos por la corona
A la muerte de Jerjes, quien fue asesinado en el 465 a. C., se inició una crisis sucesoria. Finalmente, la corona pasó a Artajerjes I, que trasladó la capital imperial desde Persépolis a Babilonia.
El mismo problema sucesorio aconteció cuando Artajerjes falleció. Sus tres hijos se enfrentaron por el trono, que llegó a ser ocupado en el mismo año por todos ellos. Darío II, el tercero de los hermanos, organizó un ejército y se hizo con la corona.
Su reinado se prolongó entre el 424 a. C. y el 404 a. C. En esos años apoyó a Esparta en la guerra del Peloponeso que enfrentó a la polis griega con Atenas.
Darío II falleció en Babilonia en el 404 a. C. y la corona pasó a su hijo Artajerjes II. El nuevo rey tuvo que hacer frente a una rebelión encabezada por su hermano Ciro el Joven, quien, a pesar de su victoria en el campo de batalla, no pudo hacerse con el trono al resultar muerte en combate.
Esa circunstancia permitió a Artajerjes II conservar su posición. Una vez asentado, construyó una enorme flota y recuperó el control de Asia Menor y Chipre.
El reinado de Artajerjes II fue el más largo de la dinastía aqueménida, con 45 años en el trono.
Fin del imperio
Las fuentes griegas aseguran que Artajerjes III, hijo de Artajerjes II, se hizo con el trono tras asesinar a ocho de sus hermanastros. Su reinado se prolongó hasta el 338 a. C., justo el mismo año en el que Filipo de Macedonia logró unificar por la fuerza a las diferentes polis griegas.
El siguiente monarca persa fue Artajerjes IV, quien solo estuvo dos años en el cargo hasta que fue envenenado. Su sobrino, Darío III, entonces sátrapa de Armenia, ocupó su puesto.
Los persas tuvieron que hacer frente entonces al heredero de Filipo de Macedonia: Alejandro Magno. Este los derrotó en Egipto y, poco a poco, venció a los sátrapas occidentales en varias batallas.
Después de ocupar Susa, Alejandro puso rumbo hacia Persépolis, que se rindió a comienzos del 330 a. C. Tras esto, se dirigió a Pasargadas y, después, a Ecbatana, donde Darío III se había refugiado.
Antes de que Alejandro llegara a Ecbatana, Darío III fue asesinado por el sátrapa Besos. Este se hizo proclamar rey bajo el nombre de Artajerjes V y se retiró a Asia Central para establecer una guerra de guerrillas contra los griegos.
Ubicación geográfica
El Imperio aqueménida llegó a abarcar territorios, completos o algunas zonas, de los actuales Irán, Iraq, Afganistán, Turkmenistán, UzbeKistán, Siria, Líbano, Palestina, Turquía, Grecia, Chipre, Israel y Egipto.
Ubicación inicial
Antes de comenzar a extender sus dominios, los persas estaban asentados en la meseta de Irán, en una región que comprende la actual provincia iraní de Fars.
Cuando Ciro II derrotó a los medos, los persas comenzaron a ampliar su territorio. Sus primeras conquistas las obtuvieron en el resto de Irán y en Mesopotamia.
Características del Imperio persa
Tolerancia
Una de las características más destacadas de los persas fue su tolerancia hacia las culturas que conquistaba, sobre todo en comparación con otros imperios.
Desde la conquista de Media por parte de Ciro, los gobernantes imperiales respetaron la religión y las estructuras administrativas de los estados invadidos.
Esa tolerancia otorgó al imperio mucha estabilidad durante las primeras décadas de su existencia. En ocasiones, los pueblos conquistados incluso agradecían haber pasado a pertenecer al Imperio persa.
Por otra parte, ese respeto tuvo también un efecto sobre la cultura persa, que se enriqueció con las costumbres y creencias de las zonas conquistadas.
Administración
Al frente de todo el imperio se encontraba el rey, que era considerado como el representante de un dios en la Tierra.
Su centro administrativo era el palacio real, cuya sede estuvo durante buena parte del periodo imperial en Susa. Los monarcas, no obstante, también pasaban muchas temporadas en Babilonia y Ecbatana. Durante el reinado de Darío I se construyó la ciudad de Persépolis, que se convirtió en la capital durante unos años.
El carácter expansionista del Imperio persa provocó que el ejército tuviera una gran importancia. Dentro de esa institución destacaban los denominados “inmortales”, las tropas personales del emperador.
A partir de la reforma efectuada por Dario el Grande, el imperio quedó dividido en provincias llamadas satrapías. Al frente de las mismas se encontraba un gobernador conocido como sátrapa. Una de sus funciones más importantes era cobrar los impuestos en esas regiones.
Comunicaciones
La gran extensión del imperio hizo necesario mejorar las comunicaciones. Los persas construyeron varias carreteras que unían las ciudades más importantes de las satrapías.
Esos caminos servían, además de para el transporte de personas y mercancías, para que los mensajes llegaran más rápidamente. Darío creó un sistema postal muy eficiente, con postas a lo largo de toda la vía para que los mensajeros pudieran cambiar con frecuencia de caballo.
Este desarrollo de las comunicaciones también se produjo en el mar. Darío I ordenó ensanchar y abrir el canal en el istmo situado entre el brazo oriental del Nilo y el mar Rojo. Esto fue clave para potenciar el comercio entre el Mediterráneo y las regiones del mar Rojo. Existía también una ruta comercial entre Mesopotamia y Egipto.
Lenguas
La amplitud del imperio hacía que convivieran numerosas lenguas en su interior. En el caso de los persas, en su primera etapa utilizaban el persa antiguo.
En esos momentos, el persa antiguo no se escribía. Fue Darío I quien ordenó inventar un sistema de escritura cuneiforme para poder realizar la famosa inscripción de Behistún.
Sin embargo, eran pocos los que podían leer esos caracteres, por lo que en general las inscripciones reales eran trilingües: persa antiguo, babilonio y elamita.
Tras conquistar Mesopotamia, la lengua más utilizada en la administración imperial fue el arameo, cuyo alfabeto facilitaba la escritura y, por lo tanto, la comunicación interregional.
Organización social
La organización social del imperio no es demasiado conocida. La hipótesis más común afirma que la sociedad estaba dividida en tres estratos: guerreros, sacerdotes y campesinos.
El rey
El centro de la sociedad y política persa era el rey, que encarnaba la máxima autoridad. Era el encargado de nombrar a los cargos administrativos y de gobierno.
Igualmente, el monarca era la máxima autoridad militar. Los comandantes de los ejércitos le debían obediencia y se encargaban de mantener al imperio seguro y unificado.
Los cargos más importantes eran ocupados por los miembros de las familias aristócratas más importantes. Para aspirar a uno de esos cargos era fundamental la aprobación del rey.
Esclavitud
En líneas generales, la esclavitud estaba prohibida en el Imperio aqueménida. Los documentos encontrados en Persépolis muestran que los trabajadores que dependían del Estado eran asalariados y no esclavos.
Sin embargo, existen evidencias de que los miembros de los ejércitos vencidos eran, en ocasiones, vendidos como esclavos.
Economía del Imperio persa
Gran parte de la economía del Imperio aqueménida estaba basada en el cobro de tributos. Una cantidad importante estaban destinados al pago de obras públicas, como la red de comunicaciones que construyeron.
Otro de sus grandes gastos era su ejército, destinado a mantener el imperio unido y a conquistar nuevos territorios.
El comercio, por su parte, era una de las actividades más importantes para los persas. Su infraestructura de comunicaciones facilitaba el intercambio de productos por toda la extensión del imperio. Junto a la agricultura y los tributos, las tarifas mercantiles se convirtieron en una de las principales fuentes de ingresos.
Moneda
Se piensa que Darío I fue el primer rey aqueménida en introducir el uso de moneda. Con la introducción de un sistema basado en un patrón monetario bimetálico, oro y plata, el sistema económico vivió una auténtica revolución.
Solo el rey podía acuñar las monedas de oro, mientras que las de plata podían ser acuñadas por los sátrapas, los generales, los príncipes locales las ciudades autónomas.
Este sistema estuvo vigente hasta la caída del imperio tras ser conquistado por Alejandro Magno. Las monedas aqueménidas mantuvieron casi el mismo aspecto durante todos los años en los que circularon.
Religión persa
Aunque los persas mantuvieron una actitud muy tolerante hacia otras creencias, utilizaron su religión para afianzar sus conquistas.
El mazdeísmo, religión principal entre los persas, se extendió por buena parte de Asia occidental y fue capaz de reemplazar a otros sistemas de creencias existentes.
Ahura Mazda
Los persas aqueménidas rendían culto a varias divinidades, por lo que se les puede calificar como politeístas. Sin embargo, solo uno de esos dioses alcanzó el papel de deidad principal.
Ese dios era Ahura Mazda, “Sabio Señor” en lengua persa. Sus seguidores afirmaban que era el creador del universo y de la humanidad.
Las clases altas persas practicaban el culto a este dios, una religión denominada mazdeísmo o zoroastrismo. Las inscripciones encontradas procedentes del reinado de Darío I nombran al dios como protector de la monarquía.
Otros dioses adorados por los persas fueron Anahita, Mithra, Zurvan y Hvarira. Se trataba de deidades relacionadas con aspectos fundamentales de la vida, desde la fertilidad al sol, pasando por el tiempo, la guerra o el amor
Tolerancia religiosa
Como se ha señalado, los persas practicaron una política de tolerancia religiosa a lo largo de su imperio. En ocasiones, sus reyes llegaron a asumir las creencias de los pueblos conquistados para ganarse su confianza y legitimar su poder.
Ciro el Grande, por ejemplo, rindió culto a uno de los dioses de Babilonia, Marduk, mientras que Cambises II se proclamó faraón de Egipto y practicó la religión propia de ese país.
Reyes principales
Ciro II el Grande
Ciro II el Grande nació entre el año 600 y el 575 a. C. Hijo de Cambises, rey de Anshan, su madre Mandana era la hija del monarca de los medos, Astiages.
Tras convertirse en rey de los persas en el 559 a. C., Ciro emprendió una gran campaña de conquista con la que creó el Imperio aqueménida.
Además de su faceta como conquistador, el reinado de Ciro II fue considerado como justo. El monarca fue recordado por sus súbditos e, incluso, por los pueblos conquistados por su magnanimidad y tolerancia.
Falleció en el 530 a. C. en una batalla librada contra la tribu de los la tribu de los masagetas, en el nordeste del imperio.
CambisesII
El hijo y heredero de Ciro II, Cambises II, ocupó el trono tras la muerte de su padre, en el 530 a. C. Su reinado fue corto, ya que solo duró hasta el 522 a. C.
A pesar de esa brevedad, Cambises II consiguió conquistar una de las tierras más valiosas de la época: Egipto. El monarca persa se hizo coronar faraón, aunque fracasó en su intento de derrotar a los nubios del sur.
Darío I de Persia
Darío I pertenecía a una rama secundaria dentro de la dinastía aqueménida y su padre era el gobernador de Partia.
Como miembro de la guardia real de Cambises II, Dario se enfrentó al usurpador Gautama, quien se había proclamado rey. Tras derrotarlo, ocupó el trono con el nombre de Darío II en el 521 a. C.
Los primeros años de su reinado estuvieron dedicados a consolidar su poder y a reprimir varias rebeliones. Después, envió ejércitos a la India y a las costas del golfo Pérsico para intentar ampliar el imperio. Darío logró conquistar Tracia, pero no pudo continuar su avance por Europa.
El monarca, en su intento por invadir Grecia, fue el causante de la primera guerra médica, en la que los persas fueron derrotados en el 490 a. C.
Por otra parte, Darío I dividió el imperio en satrapías, introdujo un sistema monetario unificado y organizó los códigos legales de Egipto. Igualmente, fue el responsable de impulsar la construcción de importantes vías de comunicación.
Jerjes I
El trono de Darío I fue heredado por su hijo, Jerjes I, a pesar de no ser el mayor de sus hermanos. Su coronación tuvo lugar en octubre del 485 a. C. y su primera acción fue sofocar la rebelión que había estallado en sus dominios egipcios.
Jerjes I intentó cumplir el deseo de su padre de invadir Grecia. El resultado fue la segunda guerra médica, que terminó también con la derrota persa y significó el comienzo de la decadencia del imperio.
El 4 de agosto del 465 a. C., fue asesinado por su visir, quien colocó en el trono a su hijo, Artajerjes I.
Referencias
- Marino, Alejo. Imperio Aqueménida (550 a. C. – 330 a. C.). Obtenido de
historiando.org - EcuRed. Imperio aqueménida. Obtenido de ecured.cu
- Guzman, Martin. Imperio Aqueménida. Obtenido de ancient.eu
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- Burns, Mike. The Persian Empire. Obtenido de khanacademy.org