Garcilaso de la Vega: Biografía y Obras
Garcilaso de la Vega y Guzmán fue un reconocido poeta y soldado toledano nacido durante el Siglo de Oro español. Fue tan aguerrido con la pluma como con la espada; un hombre de verbo idealista y original, al punto de que muchos estudiosos catalogan su obra —a la par de la de Shakespeare y Cervantes— como promotora del modernismo.
Luego de su muerte, sus letras han sido estudiadas por un gran número de literatos. Esto ha sido tanto por su riqueza poética como por considerarle una autobiografía en versos. Se dice que el escritor hizo un quiebre de sí y dispuso a lo largo de todos sus poemas sus vivencias, amores y pesares.
Sus dotes de poeta y de guerrero le hicieron pasearse entre las letras y el campo de batalla, aunque lo segundo fue más por obligación que por gusto. Por lo primero le llamaron “el príncipe de los poetas de la lengua castellana”. Su no apasionada e impuesta carrera militarista fue la que tempranamente le causó la muerte.
Índice del artículo
- 1 Biografía
- 1.1 Familia
- 1.2 Primeros años y educación
- 1.3 Buscando los favores de Carlos V
- 1.4 Exilio de Toledo
- 1.5 Hermanos enfrentados
- 1.6 Un amor secreto y un hijo fuera de la ley
- 1.7 El retorno del emperador, su castigo y perdón
- 1.8 La Casa de Alba, refugio de Garcilaso
- 1.9 Dos grandes nombramientos
- 1.10 Campaña y un ascenso oportuno
- 1.11 Las mujeres en la vida del poeta-soldado
- 1.12 Tiempos de calma y muerte cercana
- 1.13 Un viaje de coronación y un testamento
- 1.14 El espía de la emperatriz
- 1.15 Una boda y su desgracia
- 1.16 Servicio a don Pedro en Nápoles
- 1.17 Retorno a España
- 1.18 Muerte de Isabel Freire y Égloga I
- 1.19 Muerte
- 2 Obras
- 3 Referencias
Biografía
Garcilaso de la Vega fue dado a luz en Toledo. La fecha exacta de su nacimiento todavía está en discusión, aunque según las últimas investigaciones fue el 30 de septiembre de 1499.
Desde temprana edad encarnó en sí mismo el perfecto ejemplo de poeta-guerrero, aunque lo segundo no fue elección y se lamentaba en su poesía ante lo sanguinario del oficio.
Familia
Su padre fue Pedro Suárez de Figueroa, un hidalgo con cierto alcance en la época, poseedor del título de Señor de Los Arcos y de Cuerva, además de comendador mayor de león en la Orden de de Santiago. Luchó en la guerra de Granada, además de ostentar varios importantes cargos en la corte al servicio de los reyes católicos.
Un dato interesante es que en esa época la gente cambiaba sus nombres a voluntad, no había ningún aspecto legal que les condicionase. Pedro mismo, padre de Garcilaso, cambió su nombre a Garci Lasso.
Su madre fue Sancha de Guzmán, también hidalga, quien ostentó el título de IV Señora de Batres. Ella fue biznieta del reconocido noble español Fernán Pérez de Guzmán, el mismo que escribió la obra Generaciones y semblanzas.
De la Vega fue el tercero de seis hermanos. Algo que marcó la vida de Garcilaso fue el haber sido el segundo varón, o el “segundón”, como le decían en esa época. El primogénito contaba con la mayor atención y beneficios respecto al resto por la llamada ley del mayorazgo, común en las culturas orientales.
Primeros años y educación
Su infancia la pasó desplazándose en temporadas entre Batres (en los dominios de su madre en Madrid), Cuerva y Los Arcos (en las potestades de su padre en Toledo y Bajadoz).
Por los cargos desempeñados y buenas posiciones de sus padres, Garcilaso logró disfrutar de una educación privilegiada en su infancia. Aprendió latín, griego, italiano y francés, esta última lengua romance era la usada en la corte de Carlos V.
Entre sus tutores se cuentan Pedro Mártir de Anglería y Juan Gaitán, aunque también se asegura que muchos de los monjes de la catedral de Toledo le sirvieron de guías en su preparación personal.
Fue un músico destacado en el dominio de instrumentos de cuerda. Ejecutó con mucha facilidad el arpa, la cítara y el laúd, instrumentos con los cuales no pasaba desapercibido en la corte.
Cuando tenía aproximadamente 13 años murió su padre. Él recibió apenas 80 mil monedas como heredad por su condición de “segundón”. Esto no afectó en gran manera las actitudes del muchacho ni su estrecha relación con Pedro Laso, su hermano mayor.
Buscando los favores de Carlos V
Carlos V arribó a España en 1517. Durante mucho tiempo Garcilaso y su hermano se prepararon para presentarse ante el emperador y prestarse a servirle. Sin embargo, y a pesar de contar con la protección y aval de los duques de Alba, no lograron tener los beneficios que quisieron, tampoco los toledanos.
El rey Carlos V fue hasta Zaragoza y a Barcelona a repartir cargos entre sus cortesanos, no así a Toledo. Este comportamiento del monarca causó gran molestia entre el pueblo toledano y los castellanos, molestia que luego se transformaría en rebelión.
Garcilaso de la Vega, en conjunto con su hermano Pedro Laso, trataron varias veces de lograr una alocución con Carlos V para que este viajara a Toledo y calmase los ánimos de los pobladores; sin embargo, Chievres, el secretario del rey, lo evitó.
Exilio de Toledo
A raíz de una trifulca con los clérigos de la catedral de Toledo, provocadas por la lucha referente a la tutela del Hospital del Nuncio, Garcilaso de la Vega fue expulsado de esta ciudad. El destierro duró 90 días y, además, se le obligó a pagar 4000 monedas como sanción.
Hermanos enfrentados
En 1521 tiene lugar una batalla muy cercana a Olías. En esa cruzada los hermanos Pedro Laso y Garcilaso de la Vega ostentaban posiciones contrapuestas. Pedro apoyó a los toledanos que ya tenían ciertos roces con Carlos V, mientras que, por convicción y honor, el poeta apoyó al bando oficial.
Garcilaso fue herido en el rostro durante la batalla, y luego del enfrentamiento su camino y el de su hermano fueron separados. Pedro, encabezando a los llamados “comuneros”, huyó a Portugal luego de verse perdido en el enfrentamiento.
Por su lealtad y entrega, Garcilaso fue nombrado “contino” y se le asignó un sueldo que en algo ayudó con los gastos de aquel entonces.
Hubo un sitio en la ciudad, evitando que entrase cualquier suministro para así hostigar a sus habitantes. Sin embargo, luego de un tiempo se llegó a un armisticio que conllevó al cese del hostigamiento, y entre los asuntos acordaron que nadie entraría a la ciudad hasta que apareciese el emperador.
En medio de este contexto, Garcilaso de la Vega pudo entrar a Toledo en 1522. Se encontró con su casa desvalijada, totalmente saqueada; desde entonces se dedicó a tratar de conseguir el perdón para su hermano y reconstruir el nombre y la honra de la familia.
Un amor secreto y un hijo fuera de la ley
Entre el año de 1522 y 1523, luego de un largo amorío con Guiomar Carrillo —con quien siguió manteniendo contacto y relaciones sexuales aun después de casarse con otra mujer—, nació su hijo Lorenzo, a quien el poeta reconoció formalmente en 1529.
Guiomar, si bien no fue el arquetipo de mujer perfecta para Garcilaso, tuvo amplia repercusión en su vida. Hay expertos que aseveran que la obra del poeta está minada de poemas en honor a este amor al margen, a quien no correspondió como quiso porque la familia de la joven era comunera.
El retorno del emperador, su castigo y perdón
En 1522 Garcilaso fue enviado a cobrar un retraso de impuestos a Victoria: 126 mil monedas en total. Llevó consigo un aval del mismísimo Juan de Rivera, donde se hablaba de su buen comportamiento en batalla y su lealtad al emperador. El poeta-solado regresó cumpliendo a cabalidad el mandado.
Poco tiempo después, el 6 de julio de ese año, Carlos V arribó a España. Entre los hidalgos que le esperaron se encontraba Garcilaso en compañía de don Fradrique, quien fuese duque de Alba y protector del poeta.
En ese entonces la corte estaba ordenada en dos bandos: los que solicitaban el castigo de los comuneros por su rebelión y los que imploraban por su perdón. Carlos V se mostró inclemente. Fue acompañado de un gran ejército y apenas desembarcó mandó decapitar a los principales líderes rebeldes que se hallaban en las cárceles.
No contento con eso, Carlos V gestionó con el rey de Portugal la repatriación de los comuneros que se exilaron, entre ellos, por supuesto, Pedro Laso.
El suceso fue de gran impacto en Europa, al punto de que además de la gran cantidad de nobles y clérigos que se pronunciaron pidiendo clemencia, el mismo Papa alzó su voz, consiguiendo con esto la proclama del llamado “perdón general” por parte de Carlos V.
La alegría no fue total en el pueblo, entre los que se incluyó Garcilaso, puesto que el edicto promulgado en Valladolid dejó por fuera a 293 comuneros acusados de ser cabecillas y organizadores de la rebelión, entre ellos Pedro Laso.
El poeta de la Vega no pudo insistir en el perdón porque, al tener vínculo de sangre con un cabecilla, su vida estaba en juego.
La Casa de Alba, refugio de Garcilaso
Bajo la protección de los duques de Alba, Garcilaso logró estrechar lazos de amistad en Valladolid con Juan Boscán, quien ejercía como preparador de don Fernando Álvarez de Toledo (de 15 años para ese entonces).
Con el paso del tiempo, Boscán se volvió el mejor amigo del poeta-soldado, además de su confidente. Garcilaso le tomó tanta estima a Juan que le escribió varios poemas. Boscán, recíproco en su sentir, luego del fallecimiento del poeta se encargó de publicar sus obras póstumamente, con ayuda de la viuda de Garcilaso.
A sabiendas de su delicada situación en torno a Carlos V por la traición de Pedro, Garcilaso buscó más de una manera de afianzar lazos con los hidalgos de la época, siendo los de la Casa de Alba parte de sus nexos de mayor influencia y prestigio.
Dos grandes nombramientos
Luego de una reunión en Valladolid donde se convocó a las distintas cortes, los representantes de las provincias castellanas exigieron que los cargos de servicio fuesen otorgados a hombres nacidos dentro del reino; es decir, a naturales de allí.
A raíz de esa reunión de cortes, los primeros días de julio de 1523 a Garcilaso de la Vega se le confirió el título de Gentilhombre de Borgoña, y se le asignó un sueldo que dobló el de su anterior nombramiento como contino.
Dos meses después de ese nombramiento —el 16 de septiembre— y luego de que se comprobó su origen toledano, el poeta fue envestido como caballero de la Orden de Santiago. Por cuenta propia, Garcilaso se acomodó entre la nobleza y tomó renombre entre los personajes de aquella época con tan solo 24 años.
Campaña y un ascenso oportuno
A finales del año 1523 las tensiones con Francia se incrementaron; como consecuencia, Carlos V convocó a los hombres a la guerra. El objetivo principal fue evitar que Francisco I, quien lideraba a los francos, invadiera el territorio imperial de Italia.
En vista de sus recientes nombramientos y su doble responsabilidad, Garcilaso asumió su rol de guerrero y se fue rumbo a los Pirineos con el ejército de Pamplona. A esa cruzada se le llamó la Campaña de los Pirineos.
Los castellanos tenían por objetivo Bayona, pero lo escarpado de los Pirineos se los impidió, por lo que los intereses se enfocaron en Fuenterrabía. A raíz de una negociación con los habitantes del pueblo se evitó una masacre, recuperando así la ciudadela.
Luego de la recuperación de ese reducto, don Fernando Álvarez de Toledo fue designado gobernador con tan solo 16 años. Por su estrecho lazo con Juan Boscán y Garcilaso, ellos le acompañaron en la entrada triunfal de su nombramiento.
Las mujeres en la vida del poeta-soldado
Luego de la toma de Fuenterrabía y de diluirse su ejército, Garcilaso no lo pensó dos veces y fue a Portugal a visitar a su hermano Pedro Laso. Por los nexos que él poseía con la infanta Isabel de Portugal, pudo conocer a Isabel Freire.
Sus biógrafos luego lo entrelazarán más de una vez en amoríos con esa dama. Algunos llegaron a decir que su Égloga I es una autobiografía donde el poeta denota este amor.
De la mano de Isabel, Garcilaso conoció luego a Beatriz de Sá, con quien también se le relacionó luego y se dice que fue uno de sus amores secretos, aun cuando Sá terminó casándose con Pedro Laso, hermano del poeta.
Después de que Carlos V venció en Pavía y tomó por prisionero a Francisco I, hubo fiesta en todo Toledo. Allí se celebraron cortes y el monarca, en conjunto con Garcilaso, hizo las negociaciones respectivas de sus bodas.
Isabel de Portugal fue cedida a Carlos V, mientras que Elena de Zúñiga, dama de doña Leonor —hermana del rey—, fue cedida a Garcilaso. El poeta cedió por mero interés, aunque concibió seis hijos con ella. Sin embargo, mantuvo sus andanzas y, como confesionario de estas, sus poemas.
El poeta se casó en 1525, mientras que Carlos V en 1526. Fue una época de paz para Garcilaso, cuando gozaba de una estabilidad económica bien holgada.
Tiempos de calma y muerte cercana
En esos casi tres años de tensa calma, Garcilaso se dedicó a las negociaciones de propiedades y a cumplir con las cosas del pueblo y la casa. En las plazas y universidades se discutía en grandes grupos los temas referentes al nacionalismo español contrario al emperador y el centralismo a favor de Carlos V.
Al mismo tiempo, la reforma protestante promovida por Lutero hacía estragos en gran parte de Europa. Aunado a esto, los turcos empezaron sus invasiones; se ponían tensos los espacios y se respiraba el aroma a guerra.
Por su parte, Fernando I se deslastró de su aprisionamiento y mandó asediar Italia en 1528. Luego del brutal asedio falleció Fernando, hermano menor de Garcilaso, quien para ese entonces fungía como soldado en Nápoles.
Un viaje de coronación y un testamento
Carlos V decidió partir en 1529 a Italia para que el papa lo coronase César, y así derrumbar toda oposición; el emperador solicitó a Garcilaso que lo acompañara. En vista de la solicitud, el poeta se dispuso a laborar su testamento por si le aconteciera algo nefasto.
Fue así como en 1529, en Barcelona y teniendo por testigo a Juan Boscán y a su hermano Pedro Laso, Garcilaso afinó el contenido concerniente a su legado material. Es allí donde reconoció a su primer hijo, Lorenzo, aunque no especificó con quién lo tuvo, y solicitó que se le pagara una buena educación.
Procuró dejar bien a todos sus allegados, pagar todas sus deudas además de hacer considerables donaciones a la caridad.
Llegado el momento de partir, tanto Carlos V como Garcilaso cambiaron sus cortes de cabello y los ajustaron al estilo carolino, manteniendo sus barbas. Todo por respeto al papa.
Carlos V desembarcó apoteósicamente en Génova, y luego se dirigió a Bolonia, donde sería su coronación. El acto se llevó a cabo el mismo día del cumpleaños número 30 del emperador. Luego de ser coronado, se firmó la paz entre todos los estados católicos, al que se sumó Francisco I. Solo quedaron excluidos Florencia y los Luteranos.
El espía de la emperatriz
Garcilaso retornó tranquilamente a Toledo en 1530. Luego de llegar, la emperatriz Isabel lo envió a Francia a felicitar a Francisco I por su matrimonio con doña Leonor. El trasfondo real de dicho viaje fue averiguar cómo estaba la situación militar en la frontera con Italia.
El viaje transcurrió sin por menores, no se vio nada extraño y el poeta regresó tranquilo a Toledo. En ese entonces Garcilaso se encontraba en una cúspide envidiada por muchos, con contactos que no pudo haber imaginado nunca, pero un pequeño incidente lo cambió todo.
Una boda y su desgracia
En 1531 el poeta se encontraba en Ávila, junto con la corte de la emperatriz. Estando allí fue invitado a una ceremonia que se llevó a cabo en la catedral, donde se casó un sobrino suyo llamado como él: Garcilaso.
La tragedia sobrevino porque los novios tenían apenas 14 y 11 años, siendo la niña la menor, y además heredera del reconocido duque de Albuquerque. Su nombre era Ana Isabel de la Cueva; Garcilaso fue partícipe y testigo de esa unión clandestina.
Tiempo después el poeta fue interrogado al respecto y ante la incesante insistencia del interrogador, reconoció haber estado en la ceremonia. Después de la confesión la emperatriz pidió de inmediato su exilio.
Servicio a don Pedro en Nápoles
Tras un viaje a Alemania donde procuraba que varios conocidos intercedieran por él ante el emperador, los duques de Alba y otros nobles lograron que el César pusiera al poeta a escoger entre ir a un convento o servir a don Pedro, quien había sido envestido de virrey en Nápoles. Sin pensarlo mucho, Garcilaso accedió a ir a Nápoles.
En su viaje a Italia le acompañó el marqués de Villafranca. Durante el trayecto la pasaron de maravilla, llegando incluso a ser huéspedes del papa por diez días. Luego de un mes de viaje llegaron a Nápoles, donde el virrey fijó la estadía del poeta en Castelnuovo.
Allí se le nombró lugarteniente del rey y se le dio un sueldo elevado: 8 mil monedas al mes. El ambiente en aquel momento estaba tenso, con hidalgos contrarios a Carlos V, además de un conato de peste poco agradable.
Retorno a España
Como por designio divino, Garcilaso volvió a España. Don Pedro lo escogió para llevar un mensaje al emperador en Génova, pero al llegar el César no estaba. El emperador se había dirigido a Barcelona, por lo que el poeta decidió ir tras él.
En el viaje visitó a su mujer para cumplir con sus deberes y luego, en junio de 1533, retornó a cumplir funciones en Génova. Allí escribió su Égloga II (aunque fue la primera, se le designó así).
Muerte de Isabel Freire y Égloga I
Cumpliendo con algún mensaje del virrey al César, Garcilaso viajó en 1534 a Toledo. Al llegar se enteró de la muerte de Isabel Freire, quien perdió la vida dando a luz a quien fuera su tercer hijo. La noticia resquebrajó el alma del poeta, quien le dedicó su soneto XXV.
En abril de ese año, y sin saberlo, Garcilaso abandonó Toledo para no volver nunca más. Agobiado por el dolor de la pérdida de Isabel se dispuso a enrumbarse a Nápoles nuevamente.
Arribó en mayo a su destino, y sin perder el tiempo se dispuso a escribir su obra más reconocida: la Égloga I. Recuerda en su composición a Virgilio, a Ovidio y a otros grandes de las letras.
Muerte
Ese mismo año, 1534, se le nombró alcalde de Ríjoles. En el año de 1535 se sumó a la Jornada de Túnez, donde fue herido en la boca y el brazo por unas lanzas. De esto logró recuperarse, no así de lo siguiente.
A pesar de no haber notado nada cuando fungió como espía de la emperatriz en Francia, Francisco I sí tenía algo entre manos. En 1536 el monarca hizo estallar la guerra italiana en contra del emperador Carlos V.
En ese conflicto bélico Garcilaso fue designado maestre de campo y se pusieron a su cargo 3000 infantes. Esa sería su última experiencia militar.
El toledano se fue a una torre enemiga solo, trepó una escalera y uno de los contrarios le lanzó una piedra que lo derribó a un foso, donde quedó gravemente herido.
Se dice que en esos días antes de su participación en la guerra escribió su Égloga III a la reina de Nápoles. El toledano fue trasladado a Niza, donde agonizó durante 25 días hasta morir el 14 de octubre de 1536. Fue sepultado con honores en la iglesia de Santo Domingo.
Obras
Durante su vida Garcilaso de la Vega elaboró un numero amplio de obras en distintos géneros: canciones, coplas, elegías, epístolas y sonetos, por nombrar algunos, pero nunca las publicó formalmente. Fue su mujer, con ayuda de su amigo Juan Boscán, quienes las publicaron luego de su muerte.
Entre estas obras destacan:
– Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega, repartidas en cuatro libros.
– Las obras del excelente poeta Garcilasso de la Vega. Agora nuevamente corregidas de muchos errores que en todas las impressiones passadas auía.
– Obras del excelente poeta Garci Lasso de la Vega, con anotaciones y enmiendas del licenciado Francisco Sánchez, cathedrático de Rethórica en Salamanca.
– Obras de Garci Lasso de la Vega, con anotaciones de Fernando de Herrera.
– Garcilasso de la Vega. Natural de Toledo, príncipe de los poetas castellanos. De don Thomás Tamaio de Vargas.
Dos sonetos
I
Cuando me paro a contemplar mi’stado
y a ver los pasos por dó me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino’stó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar comigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aún sabrá querello;
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
II
En fin a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado
que aun aliviar con quejas mi cuidado
como remedio m’es ya defendido;
mi vida no sé en qué s’ha sostenido
si no es en haber sido yo guardado
para que solo en mí fuese probado
cuánto corta una ’spada en un rendido.
Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y el aspereza
dieron mal fruto dellas, y mi suerte:
¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!
Referencias
- Ferri Coll, J. M. (S. f.). Garcilaso de la Vega. España: Cervantes virtual. Recuperado de: cervantesvirtual.com
- Garcilaso de la Vega (1501-1536). (S. f.). (n/a): Rinón del castellano. Recuperado de: -rinconcastellano.com
- Garcilaso de la Vega. (S. f.). (n/a): Biografías y vidas. Recuperado de: biografiasyvidas.com
- Calvo, M. (S. f.). Biografía de Garcilaso de la Vega. España: La web de Garcilaso. Recuperado de: garcilaso.org
- Garcilaso de la Vega. (S. f.). (n/a): Wikipedia. Recuperado de: es.wikipedia.org