Psicología

Dimensión afectiva: qué es, componentes


La dimensión afectiva del ser humano es el área de la vida de las personas que tiene que ver con las emociones, los estados de ánimo y, en general, con la experiencia subjetiva de cada persona. Antiguamente, se utilizaba el término como sinónimo de una de las tres funciones mentales principales, siendo las otras dos la cognición y la volición.

La cognición es la capacidad de pensar racionalmente y con lógica, mientras que la volición es la motivación y la capacidad de actuar en función a la lógica. Durante muchos años la psicología defendió que la dimensión afectiva del ser humano no era especialmente importante, y que era mejor centrar la atención en la racionalidad o en la conducta.

Sin embargo, más adelante las investigaciones en psicología y en neurociencia han permitido distinguir que las emociones afectan tanto a los pensamientos como a la conducta. Por eso, hoy en día se ha disparado de nuevo el interés por la dimensión afectiva, surgiendo disciplinas tan populares como la inteligencia emocional.

Componentes de la dimensión afectiva

El estudio de las emociones también tiene valor por sí mismo; y varios investigadores se han centrado en averiguar cuáles son sus componentes. La mayoría de las corrientes modernas de psicología defienden la existencia de tres factores principales que influyen en las emociones: la valencia, el arousal y la intensidad motivacional.

Otros investigadores, sobre todos aquellos más próximos a las teorías sociales, hablan de una cuarta dimensión llamada atribución.

Valencia

La valencia es el componente de una emoción que nos indica si se trata de un sentimiento agradable o “bueno”, o si por el contrario es desagradable o “malo”. Si se trata de una emoción agradable se suele hablar de valencia positiva, y si es desagradable se habla de valencia negativa.

Esta dimensión del afecto no permite distinguir entre diferentes emociones positivas o negativas. Así, dentro de las emociones de valencia negativa podemos encontrar algunas tan dispares como el asco, la tristeza o el miedo; y las positivas incluyen el amor, el orgullo o la alegría.

Arousal

El arousal se refiere a la capacidad que tiene una emoción de “activarnos” o producir una respuesta en nosotros. Cuanto mayor arousal provoque una emoción, más intensamente la sentiremos.

Por ejemplo, ante un plato apetecible de comida nuestro arousal será mucho mayor si estamos hambrientos que si acabamos de saciarnos en un banquete. Todas las emociones pueden medirse también en función de su arousal, que es independiente de su valencia.

Si una emoción no es capaz de superar un nivel mínimo de arousal, nuestra mente consciente no la registrará; de esta forma, podemos sentir algunas emociones sin darnos cuenta de ello. Esto es así porque nuestra mente subconsciente es capaz de procesar una cantidad mucho mayor de información que la consciente.

La estructura cerebral encargada de llevar nuestra atención consciente a las emociones con suficiente arousal es el sistema activador reticular ascendente (también conocido como S.A.R.A.).

Se trata de un conjunto de partes del cerebro encargado de dirigir nuestra consciencia y nuestra atención a los eventos y situaciones que considera relevantes.

Intensidad motivacional

La tercera dimensión afectiva de las emociones es la intensidad motivacional; es decir, la fuerza de las ganas que provoca en nosotros actuar.

Todas las emociones activan en el ser humano una respuesta conocida como “lucha o huida”. En general, debido a la forma en la que evolucionó nuestra dimensión afectiva, las emociones nos impulsan a actuar.

Esta necesidad de acción puede ser moviéndonos hacia lo que nos ha provocado el sentimiento (en el caso de las emociones positivas), o alejándonos de ello si se trata de una emoción negativa.

Cuanto mayor sea la intensidad motivacional provocada por una emoción, mayor será la necesidad de actuar que tendremos con relación al objeto que nos la haya generado.

Una tercera posible respuesta ante un evento que nos cause un sentimiento es la parálisis. En ocasiones, cuando una emoción es demasiado fuerte y no tenemos claro el plan de acción a seguir, se puede producir un efecto adverso y nuestra respuesta instintiva es quedarnos parados.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de los ciervos que se quedan “congelados” frente a los faros de un coche.

Atribución

Algunas de las teorías más modernas sobre la dimensión afectiva del ser humano hablan de un cuarto componente de las emociones: la atribución. Según los investigadores que las defienden, cuando percibimos en nosotros una emoción tenemos que buscar una causa a la que atribuirle nuestra activación.

Es decir, cuando nuestro S.A.R.A. nos hace darnos cuenta de que estamos “activados”, nuestra mente consciente empieza a analizar nuestro entorno y nuestros propios pensamientos en busca de un estímulo que haya podido provocarnos esa emoción.

En muchas ocasiones, durante los primeros momentos antes de encontrar una causa para nuestros sentimientos, ni siquiera somos capaces de distinguir la valencia de la emoción (es decir, si se trata de algo positivo o negativo). Tan solo podemos darnos cuenta de que estamos más activados de lo normal.

Referencias

  1. “Valence, Arousal, and How to Kindle an Emotional Fire” en: Conversion XL. Recuperado en: 20 Febrero 2018 de Conversion XL: conversionxl.com.
  2. “Affect (psychology)” en: Wikipedia. Recuperado en: 20 Febrero 2018 de Wikipedia: en.wikipedia.org.
  3. “Arousal” en: Wikipedia. Recuperado en: 20 Febrero 2018 de Wikipedia: en.wikipedia.org.