Lengua y literatura

10 Cuentos Cortos con Inicio, Nudo y Desenlace


Los cuentos cortos tienen por propósito mostrar relatos que presenten situaciones, reales o ficticias, dentro de un contexto en el cual estos se desarrollan, el nudo o puntos de quiebre que se presentan y el desenlace que permita mostrar lecciones.

Se promueven para fomentar la creatividad y comprensión de los infantes cuyas edades están comprendidas entre los 9 y 12 años, así como también en jóvenes.

cuentos cortos para niños y adolescentes

El inicio de los cuentos busca introducir el tema, bien sea explicando los personajes principales y secundarios, además del ambiente que los rodea. Al presentarse un momento que divide el relato en el antes y después, ocurre el nudo.

Los personajes principales pueden comenzar a relacionarse con personajes secundarios que cambian el curso del relato.

El desenlace es el resultado de los acontecimientos que llevan al final del relato, donde los personajes principales y secundarios evolucionan mostrando las acciones que llevan a cabo con un objetivo, concluir a través de la solución del problema, planteado en el nudo.

Índice del artículo

Lista de cuentos cortos para niños

– El parque quedó solo

Inicio

María, Paula y Julia eran tres amigas de doce años cada una. Vivían en un tranquilo pueblo cerca de una pradera. Allí tenían de todo, su escuela, su cine, su biblioteca, sus tiendas para comprar víveres y ropa, y, lo mejor de todo, un hermoso parque donde se reunían día a día a jugar desde que se conocieron a los 7 años.

El parque quedaba a la misma distancia de la casa de cada una, por la que todas caminaban los mismos cien metros para reunirse allí a divertirse en la rueda, en el columpio, en el sube y baja, o simplemente jugar con sus muñecas en el césped.

Nudo

Todo había transcurrido bien durante esos años de amistad. La hora del parque era la más deseada por ellas. Sin embargo, como todo en la vida, ese año ellas entraron en secundaria, y como cada una se había decidido por estudios distintos, sus horarios cambiaron y no pudieron coincidir como antes en su lugar especial.

Con el tiempo pasaron de verse solo tres veces a la semana cuando antes eran siete; luego solo dos veces, y al final ni se veían. Hubo mucha tristeza en sus corazones a raíz de ese alejamiento, pero las nuevas cosas que sucedían en sus vidas hacían que el pesar no fuera tan hondo. Fue así como en un año el parque quedó solo.

Desenlace

El tiempo, sin que las chicas se fijaran, pasó volando. Por cosas de la vida se mudaron del pueblo a estudiar en las distintas universidades que escogieron. Sin embargo, cuando las cosas son muy buenas, se repiten.

Veinte años después de sus juegos y diversiones, María, Paula y Julia volvieron a su pueblo, ya casadas y con una hija cada una.

Sus hijas se llamaban como ellas, cada una tenía siete años y, tal y como ocurrió en el pasado con sus madres, se hicieron muy amigas en ese parque que les esperaba.

Todo era idéntico, solo que ahora, además de las pequeñas, también estaban sus madres acompañándolas para hablar de todo aquello que vivieron mientras estuvieron alejadas.

Fin.

– El niño que remó contra la corriente

Inicio

José Manuel era un niño de casi siete años que vivía en un pueblo costero a orillas del mar Caribe. El lugar era hermoso, tenía uveros por montones y también palmeras, y muchos barcos en la playa, pues era una villa dedicada desde hacía muchos años a la pesca.

El padre de José se llamaba Pedro, y era pescador, al igual que su abuelo, su bisabuelo, y una larga lista de ancestros antes que él. Su familia era una de las más distinguidas por toda la región por ser los encargados de pescar al tiburón cazón, una de las especies más ricas y solicitadas por los compradores que se acercaban y los habitantes del mismo pueblo.

Nudo

Todo iba bien hasta el día del cumpleaños de José Manuel, un 5 de diciembre de 1989. Resulta que en el pueblo donde vivían, como era costumbre, a los 7 años se iniciaba al niño en las labores de pesca. Luego de cantar el cumpleaños, el papá del niño lo llevó a un barco y le dijo: “Hoy comenzarás la tradición familiar, empezarás en tu oficio”.

Después de eso pasó lo inesperado, algo que conmocionó a todos. José Manuel, al instante y sin pensarlo, dijo: “No, papá, no lo haré, seré escritor y no pescador”. El papá del niño se puso pálido, no podía creer lo que escuchaba. Años y años, y generación tras generación de tradiciones echadas a un lado en un momento.

Sí, José remó contra la corriente, pero esto no era tan raro como parece, ya que la abuela del niño, doña Onorina, era amante de la literatura, y desde que el pequeño era un bebé, la viejecita le leía historias y cuentos. Ella misma le enseñó a leer y a escribir, mientras su padre iba a pescar y su madre hacía las labores del hogar.

Desenlace

Pese a lo difícil que fue para gran parte de la familia aceptar la decisión de José Manuel, la respetaron. Si bien el niño era muy pequeño, tenía una convicción increíble.

Lo cierto es que con el pasar de los días a José lo inscribieron en una escuela de un pueblo vecino, a la cual se iba día tras día acompañado de su amada abuela Onorina.

Años después la decisión que tomó José sirvió para que su familia fuera recordada, así como sus tradiciones. Él se volvió cronista y escritor, describió cada detalle de sus costumbres e inmortalizó las historias de su pueblo y su gente.

Fin.

– Daniel y el lago

Inicio

Cuando Daniel se levantó esa mañana no imaginó que sería un día que guardaría en su memoria para siempre.

Parecía un día miércoles normal. Era el último mes de vacaciones y Daniel ya había cumplido los 8 años, lo que quería decir que a partir de este año empezaría a ir solo a su colegio. Estaba aterrado.

Desde su casa a su colegio solo había unas pocas manzanas de distancia, pero a mitad de camino había un lago de color negro que lo aterraba.

Su hermano mayor, Sebastián, que ahora iba a la universidad, le había dicho que en ese lago vivía un monstruo enorme con ojos en todo su cuerpo y una gran boca que se abría del tamaño de su cabeza. Ese monstruo se llamaba Hugo y se alimentaba de niños estudiosos.

Nudo

Daniel había pensado que tal vez podría decirle a su madre qué no quería ir a la escuela solo, pero temía que se burlaran de él. Ser el más pequeño era complicado, todos se reían cuando tenía miedo.

A medida que se acababa las vacaciones Daniel pensaba más y más en el lago y en Hugo. Cuando llegó el día de ir a clases, él no podía con los nervios. Desde el primer paso que dio fuera de casa sintió que las piernas le temblaban como gelatina.

Desenlace

Vio el lago desde la distancia y comenzó a sudar. Y entonces notó que tres niños jugaban tranquilamente en la orilla, eran compañeros de clase. Daniel se acercó paso a paso, con temor, prestando atención a todo. Se ocultó detrás de un árbol a ver a sus amigos jugar, ellos también tenían buenas calificaciones, Hugo aparecería en cualquier momento.

Pero pasaban los minutos y Hugo no aparecía. Finalmente, Daniel se acercó al grupo y compartió los minutos que quedaban antes de tener que emprender el camino a clases. Daniel siempre pensó en ese día como el día en que aprendió a no creer en monstruos.

Fin.

– Luis y el hueco en el zapato

Inicio

Si algo quería Luis por encima de todo, eso era estudiar, lo demostraba yendo al tercer grado en su difícil situación. El niño venía de vivir una infancia muy fuerte, en un pueblo muy pobre y con una familia fragmentada.

Él nunca conoció a su padre, y su madre hacía un esfuerzo enorme para conseguir el dinero diario para alimentarlo a él y a sus cinco hermanos. Luis, con tan solo nueve años de edad, decidió trabajar en la calle en las tardes, mientras estudiaba en la mañana. El niño vendía dulces y también recogía latas de aluminio, por las cuales le pagaban muy bien.

No se sentía mal por ello, no le daba tiempo de eso porque debía ayudar a su mamá y porque no hay nada malo en trabajar. Lo que sí no era bueno, es que un niño de esa edad trabaje.

Nudo

Un día pasó algo en la escuela que Luis no esperaba. Él llegó temprano, como siempre, primero que todos y con la tarea lista, pues la había hecho en la tarde anterior cuando el trabajo le dejó.

Pasados unos minutos empezaron a llegar los demás niños, y uno de ellos comenzó a señalarlo mientras hablaba en voz baja con un grupo. Al instante iniciaron las risas y la burla: “¡Hueco en el zapato, hueco en el zapato!”, se escuchaba mientras señalaban a Luis.

El niño, que siempre había cuidado sus zapatos y su ropa, no se había fijado que esa mañana se habían roto y tenían un agujero grande que dejaba ver sus calcetines.

Ante los gritos y las burlas de sus amigos, el niño empezó a llorar. Tomó sus cosas y se fue a su casa, destrozado. Sus compañeros de clases no paraban de reír. Al llegar a su hogar Luis secó sus lágrimas y se fue a trabajar, no había tiempo de lamentaciones. Aunque, claro, el niño no dejaba de pensar en sus zapatos y que no tenía para unos nuevos.

Mientras vendía los dulces y recogía las latas se le acercó un carro muy lujoso.

—Hey, niño, ven acá —le dijo un hombre bajando la ventanilla.

—Sí, dígame, ¿cuántos dulces quiere? —respondió Luis, como siempre lo hacía con cada cliente.

—Quiero la caja entera —dijo el señor.

—¡Gracias, señor! Hoy podré irme temprano a casa —dijo el niño, y el hombre sonrió y se fue.

Luego de la venta, Luis se dirigió a su casa con una extraña mezcla de sentimientos encima. Estaba bien porque había vendido todo, pero mal por sus zapatos y porque no quería ir a su escuela así.

Desenlace

Al llegar a casa, el niño encontró a su mamá llorando.

—¡Mami, mami! ¿Qué pasa! —preguntó Luis.

—¡Un milagro, hijo, un milagro! Pasa al cuarto para que veas —dijo la mamá.

Adentro de la habitación Luis encontró mucha ropa nueva y pares de zapatos, de las tallas de él y sus hermanos. Además había allí materiales de estudio, enciclopedias y cuadernos.

El niño rompió en llanto. Resulta que el señor de la camioneta lujosa había hecho un seguimiento de las labores de Luis, y de cómo estudiaba mientras trabajaba. Averiguó donde vivía y la situación de su familia y les compró todo lo necesario, luego, para que la sorpresa fuese más rápida, fue y le compró al niño sus dulces.

Desde ese entonces Luis sigue llegando de primero a la escuela, con sus tareas listas, no ha dejado de trabajar y es el que mejores notas tiene. Por cierto, sus compañeros fueron amonestados por burlarse y luego le pidieron disculpas.

Fin.

– Martha y la torta

Inicio

Vivir sola era una tarea más difícil de lo que imaginaba. Cada mañana tenía que levantarse muy temprano para que le diera tiempo de preparar su almuerzo, desayunar algo y correr a clases. Extrañaba un poco vivir en casa.

19 años había cumplido hacía unos meses, y al mismo tiempo había logrado entrar a la UCV, Universidad Central de Venezuela. Ella era de San Fernando de Apure, por lo que tenía que irse a vivir sola en una residencia. Por primera vez no contaría con la ayuda de mamá.

Apenas llevaba dos meses en la capital y ya había dañado un vestido, arruinado una olla y manchado una alfombra. No era tonta, ella sabía eso, pero no tenía ni idea de hacer absolutamente nada y no podía estar llamando a mamá cada 10 minutos, tenía que aprender a hacer sus cosas.

Nudo

Decidió que cocinar era esencial para sobrevivir sola, así que se enfrentaría a esa tarea con total dedicación.

Comenzó por buscar recetas en los libros que compraba por montones. Les pedía a sus amigas consejos y estudiaba las revistas. Finalmente se decidió a hacer una torta de chocolate. Entre todas las recetas que había leído y estudiado esa era la que se le hacía más atractiva.

Desenlace

Hizo una lista de compras muy cuidadosa, harina, mantequilla (no margarina) huevos, leche, chocolate, chispas de chocolate y un molde. Aprovechó y compró un batidor manual para no mezclar con tenedor, era una de las cosas que le habían dicho.

Al llegar a casa midió todo con cuidado, enharinó el molde y metió la torta al horno. Martha estaba muy emocionada con su torta y decidió que le daría tiempo de darse un baño, pues en la receta decía que con cocinar por 45 minutos a 180º era suficiente, ella lo pondría en 120º, ya que no había 90º y podría demorarse hora y cuarto antes de abrir el horno.

Al salir del baño encontró la casa llena de humo. Corrió apresurada a revisar su torta y al abrir el horno estaba negra. Llamó a su madre para saber qué había pasado, y entonces entendió que la matemática repostera no funcionaba así.

Fin

– La biblioteca ambulante

Inicio

Érase una vez una biblioteca ambulante que tenía libros infantiles de música, terror y otros de juegos.

Nudo

Vivían en armonía, se mudaban de un lugar a otro hasta que un día llegó un grupo de personas buscando los libros más antiguos para sacarlos de la biblioteca y botarlos. Al saber esto los libros, decidieron unirse y luchar para defenderse de esa idea.

Llegaron a rebelarse, exigiendo que les dejasen juntos y en paz. Las personas, al ver el nivel de malestar, decidieron deponer su actitud y los libros, unidos, lograron su meta.

Desenlace

Continuaron yendo de un lugar a otro por muchos años más y las personas los cuidaban con respeto y admiración.

– Los niños en la finca

Inicio

Hace mucho tiempo, había una finca propiedad de la familia Esteban, conformada por los esposos Carlos y María, sus hijos Pedro, Petra y Sofía y el perro Monte. Eran una familia unida y cada vez que tenían vacaciones, acudían a la finca.

Pedro, Petra y Sofía siempre jugaban con Monte y un día observaron una luz brillante y se encontraron con una entrada a un mundo mágico.

Nudo

Los 4 pasaron y observaron un lugar de gran belleza, pero tuvieron un problema, se ausentaron mucho tiempo y se perdieron en el camino. En eso aparece un ser mágico llamado Brill, quien se dispuso a ayudar a los hermanos Esteban y su mascota.

Caminaron al punto de llegada gracias al olfato de Monte y la ayuda de Brill, quien dijo las palabras mágicas que hicieron posible a los hermanos y a Monte volver a la finca.

Los 4 se lo agradecieron a Brill y le pidieron estar en contacto con él. Brill les pidió más precaución y discreción para evitarles preocupaciones a sus padres.

Desenlace

Así lo hicieron Pedro, Petra y Sofía que cada vez que iban a la finca, compartían con Brill y sus seres queridos del mundo mágico.

– La computadora mágica parlante

Inicio

Había una vez un niño de 10 años, hijo único, llamado Bruno que recibió, de parte de sus padres, un regalo: Una computadora personal el día de sus cumpleaños.

La alegría de Bruno fue tal, que agradeció el gesto y comenzó pronto usar la computadora.

Al paso de los días, la computadora cobró vida propia presentándose a Bruno con el nombre de Compu. Se desarrolló la amistad hasta convertirse en una hermandad.

Nudo

Ocurrió un evento triste cuando el papá de Bruno fue secuestrado. Esto cambió la armonía en la casa de Bruno y Compu, de manera secreta, decidió actuar ubicando al padre a través de Internet.

Al encontrar el lugar, Compu informó a Bruno y Bruno notificó a su mamá el hallazgo. Avisaron a las autoridades y estas hicieron el plan para rescatar al papá.

Desenlace

Luego los padres de Bruno le preguntaron cómo hizo esa labor y él les contó la verdad sobre Compu, quien pidió al grupo familiar mantener el secreto. Así sus padres, Bruno y Compu vivieron unidos y fortalecidos por muchos años.

– El camello Lázaro

Inicio

Érase una vez un camello llamado Lázaro, que trabajaba sin cesar llevando carga pesada, viajando por los desiertos del norte de África.

Nudo

Un día Lázaro amaneció enfermo y tenía mucho peso en su cuerpo por transportar. Creyó estar en peligro de muerte hasta que se apareció un mago llamado Mauri.

Este sabio conversó con Lázaro para preguntarle del problema que le aquejaba, viendo que en su equipamiento tenía una poción que le dio a Lázaro.

Al tomarla, Lázaro comenzó a recuperarse y aprovechó agradecer a Mauri por ese auxilio oportuno. Conversaron y compartieron comida, Mauri acampó en su tienda y Lázaro descanso al lado de la tienda. Al día siguiente cuando ambos iniciaron su retorno hacia sus lugares de origen.

Desenlace

Lázaro siempre tuvo presente en su mente el gesto de Mauri y deseó todo lo mejor para él.

– Juancho el navegante

Inicio

Érase una vez un joven llamado Juancho, que tenía un pequeño barco con el cual hacia viajes trasladando víveres.

Nudo

En una oportunidad le tocó navegar hacia una isla, pero el trayecto fue muy difícil porque hubo tormentas y posibilidades de hundimiento.

Al llegar conoció a una tortuga gigante llamada Silvina, quien le ayudó a calmar su tensión por el viaje y le hizo entender que en la vida siempre tiene peligros, retos pero también de momentos gratos y agradecimiento.

Juancho escuchó atentamente, agradeció a Silvina y se marchó. Esas palabras animaron a Juancho a acomodar el barco y cargar víveres, durante 5 días, organizando su regreso a tierra firme.

Desenlace

Al arribar, Juancho comenzó a compartir más con sus seres queridos y aprendió a trabajar para vivir.

La imaginación y las ganas de escribir son los elementos claves para poder desarrollar los cuentos cortos dirigidos a los niños y jóvenes.

Es una manera de acercar de manera lúdica a estos grupos por edad con sus mayores, por medio de la redacción estructurada y la lectura de este tipo de relatos.

Referencias

  1. Arrubla, M. (2005). Érase una Vez El Cuento. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana.
  2. Caso, C. (2015). An Educator’s Guide to Lisa Graff. Coronado, Penguin Classroom.
  3. Corvalan, R. (2010). Caja de Herramientas para Construir Cuentos. Asunción, Coordinadora Derechos Humanos Paraguay.
  4. García Muñoz, R. (2012). Érase una vez… los cuentos populares, una herramienta didáctica en la clase de ELE. París, I Encuentro Práctico de Profesores de ELE en Francia.
  5. Perrault, C. La Caperucita Roja. Recuperado de: chaperon.rouge.online.fr.