¿Cómo se relaciona la obesidad con el tipo de alimentos que consumimos?
La obesidad se relaciona con el tipo de alimentos que consumimos de forma muy directa, debido a que nuestro cuerpo puede asimilar gran cantidad de azúcares, grasas y harinas de los alimentos que ingerimos. Esto afecta a la manera en que funciona nuestro cuerpo y nuestro nivel de grasa corporal.
Somos lo que comemos. Por ello la alimentación debe ser balanceada, rica en nutrientes que le aporten a nuestro organismo energía y vitaminas. Al consumir alimentos ricos en grasas, harina y azúcares, es muy posible que haya un incremento en nuestro peso y que incluso padezcamos de obesidad.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad está relacionada con una cantidad poco normal de grasa corporal que puede llegar a ser nociva para el organismo, y expresa que se puede establecer si alguien sufre de obesidad gracias al índice de masa corporal: el peso de la persona en kilogramos entre el cuadrado de la talla en centímetros.
En tal sentido, la OMS considera que una persona tiene obesidad si su índice de masa corporal es de 30 kg/m2 o está por encima de esta cifra. De igual forma, considera como un indicio de obesidad cuando la circunferencia abdominal es mayor o igual a 102 cm para los hombres; y para las mujeres, igual o superior de 88 cm.
Una alimentación rica en azúcar, harina y grasas, sumado a poco o nulo ejercicio, puede generar consecuencias perjudiciales a la salud, ya que se crea un desajuste entre lo que consumimos y lo que nuestro organismo es capaz de eliminar o quemar, por lo que nuestro cuerpo va acumulando tejido adiposo o grasa.
Índice del artículo
- 1 Alimentos relacionados con la obesidad
- 2 Posibles enfermedades derivadas de la obesidad
- 3 Prevención de la obesidad
- 4 Referencias
Alimentos relacionados con la obesidad
Alimentos ricos en grasas saturadas y trans
Nuestro organismo requiere que consumamos grasa para un buen funcionamiento, ya que la misma es una importante fuente de energía. La grasa proviene de varios grupos alimenticios, como los lácteos, los aceites y las carnes, entre otros.
Todo alimento en exceso es dañino; por ello, se debe cuidar la ingesta de la grasa y preferir las llamadas grasas saludables, que son las monoinsaturadas y poliinsaturadas. Preferir estas frente a las grasas no saludables (que son las saturadas y las trans) puede marcar la diferencia en nuestra salud.
Grasas saludables
Las grasas saludables son ricas en ácidos grasos omega-3, que ayudan a disminuir los triglicéridos en la sangre. Este tipo de grasas se encuentran en algunos pescados, en productos derivados de la soja, en la linaza y su aceite, en las nueces y en el aceite de canola.
Así mismo, otros alimentos ricos en grasas saludables son los aguacates, semillas como almendras, ajonjolí, cacahuete y piñón, así como aceite de oliva, aceitunas y aceites como el de girasol y el de maíz.
Grasas perjudiciales
Las grasas saturadas se encuentran presentes en carnes y lácteos, así como en alimentos envasados y comidas fritas. Estas aumentan el llamado colesterol malo o LDL y, con ello, la posibilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Ejemplo de las grasas saturadas son carnes con alto contenido en grasas, leche entera, mantequilla, manteca de cerdo, piel de aves, embutidos, chocolates, helados y aceites de coco y palma.
Las grasas trans —que están dentro del grupo de grasas malas— son aceites líquidos, que después de pasar el proceso de preparación de las comidas, se convierten en grasas sólidas. Este tipo de grasas aumentan el colesterol malo y hacen que se reduzca el bueno; por ello son tan nocivas.
Harinas refinadas
El almidón es uno de los componentes que se encuentra presente en las harinas refinadas y puede ser dañino para la salud. Además, las harinas refinadas tienen un alto contenido calórico, que pueden hacer superar la ingesta diaria de calorías recomendada.
Para poder conseguir la blancura típica de las harinas es necesario que pasen por un proceso de refinamiento con el cual se busca potenciar su sabor y hacerla más atractiva visualmente, utilizando para ello blanqueadores, oxidantes y estabilizantes. A su vez, esto la desmineraliza, reduciendo sus nutrientes a casi nada.
Al consumir estas harinas, nuestro metabolismo las convierte en azúcares y se incrementan los niveles de glucosa, produciéndose una especie de shock en nuestro organismo como consecuencia de lo acelerado del proceso. Las harinas integrales proporcionan energía de forma paulatina al cuerpo; por ello su consumo es más recomendable.
Un ejemplo de este tipo de harinas refinadas son pastas, hamburguesas, pizza, pan, masas para pasteles, postres y casi todos los productos industrializados.
Refrescos y bebidas refrescantes
Los refrescos y bebidas con alto contenido en azúcares están directamente relacionados con la obesidad y con las enfermedades que se puedan derivar de esta.
Este tipo de bebidas —cuyo contenido está hecho a base de jarabes de maíz, fructuosa y sacarosa— ha sido estudiado por investigadores de la Universidad de California, quienes han determinado que el azúcar está directamente relacionado con la diabetes tipo 2.
En tal estudio se determinó que el refresco tiene un contenido calórico muy superior a cualquier alimento; al beberlo, el consumidor no sacia el hambre sino que se produce un consumo en exceso de calorías.
Esto es así porque, además de ingerir las calorías contenidas en el refresco, el individuo consumirá una porción de comida adicional, ya que no quedará satisfecho con la bebida.
Por otra parte, el consumo de este tipo de bebidas incrementa el apetito. Ello se debe a las veloces variaciones de los niveles de glucosa e insulina que produce el organismo para ayudar a nivelar los valores de carbohidratos en el cuerpo. Así, al disminuir el nivel de glucemia, el apetito crece.
Posibles enfermedades derivadas de la obesidad
Son múltiples las enfermedades que se pueden generar como consecuencia de la obesidad. Entre las más comunes destacan las siguientes:
– Diabetes.
– Enfermedades cardiovasculares.
– Enfermedades respiratorias como la apnea del sueño.
– Trastornos en las articulaciones y enfermedades degenerativas de estas.
– Cáncer de seno, útero, próstata, hígado, colón, riñones, endometrio y ovario, entre otros.
Según datos de la OMS, en 2012 la mayor causa de muertes fueron las enfermedades cardiovasculares.
Prevención de la obesidad
Para ayudar a prevenir la obesidad, se recomienda llevar una dieta balanceada y hacer al menos 35 minutos de ejercicio al día.
También se recomienda una dieta rica en frutas y vegetales, sin dejar de lado las proteínas animales. No obstante, lo ideal es consumir carnes que sean magras, así como huevos y leche descremada.
Así mismo, es muy importante el consumo de fibra; se estima que deben ingerirse 22 gramos al día. La fibra puede hallarse en cereales, frutas y verduras.
Referencias
- “Obesidad” (S/F) en Organización Mundial de la Salud. Recuperado en 03 de junio de 2019 de Organización Mundial de la Salud: who.int
- “Consecuencias de la obesidad” (S/F) en Sanitas. Recuperado en 03 de junio de 2019 de Sanitas: sanitas.es
- “Fase de seguimiento: Grasas saturadas, insaturadas y trans” en Center for Disease Control and Prevention (CDC). Recuperado en 03 de junio de 2019 de Center for Disease Control and Prevention (CDC): cdc.gov
- ¿Por qué todas las harinas refinadas son malas para la salud? (S/F) en Línea y Salud. Recuperado en 03 de junio de 2019 de Línea y Salud: lineaysalud.com
- “Obesity and overweight” (febrero 2018) en World Health Organization. Recuperado en 03 de junio de 2019 de World Health Organization: who.int
- “Qué es la obesidad” en Novo Nordisk. Recuperado en 03 de junio de 2019 de Novo Nordisk: novonordisk.cl