Historia

Unificación de Italia: antecedentes, causas, fases, consecuencias


La unificación de Italia fue el proceso mediante el que los distintos Estados que existían en la península italiana acabaron formando un solo país. Tuvo lugar durante el siglo XIX, en un contexto histórico marcado por la aparición del Romanticismo y el nacionalismo. Estas corrientes ideológicas defendían el concepto de Estado-nación.

Desde la caída del Imperio romano, Italia se encontraba dividida entre distintas naciones. Algunos pasaron por momentos de gran esplendor, como la República de Venecia o la de Génova, pero siempre como países independientes. Al comenzar el proceso de unificación, en el siglo XIX, el Congreso de Viena había dividido la península itálica en siete Estados.

La unificación, conocida en Italia como el Resurgimiento (Risorgimento en italiano), cobró impulso cuando el Conde de Cavour, ministro del Reino de Cerdeña, convenció al emperador francés Napoleón III de que ayudara a crear un solo Estado en la península. Este accedió, especialmente porque era una manera de debilitar al Imperio austriaco.

El resultado de este proceso fue la creación del Reino de Italia. Además del mencionado Conde de Cavour, otros personajes que destacaron por sus actuaciones fueron el rey Víctor Manuel II, Giusseppe Garibaldi y Giuseppe Mazzini.

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Antecedentes

La desaparición del Imperio romano, que marcó el final de la Edad Antigua y la entrada en la Edad Media, provocó la división de los distintos pueblos de la península Itálica. Desde ese momento, no había aparecido ningún movimiento que lograra la unificación.

Con el paso del tiempo, algunos de esos Estados pasaron a estar gobernados por dinastías consideradas extranjeras, como los Borbones y los Habsburgo. La caída de Napoleón, llevó a que las potencias europeas rediseñaran el mapa de Europa, quedando Italia dividida en siete Estados diferentes:

– Piamonte- Cerdeña (Monarquía liberal. Capital Turín)

– Toscana, Parma y Módena (Estados aliados de Austria)

– Estados Pontificios (en poder del Papa)

– Reino Lombardo-Véneto (forman parte del Imperio austriaco)

– Reino de Nápoles y Las Dos Sicilias (Monarquía Absoluta)

Dominación extranjera

Desde la Alta Edad Media, varias potencias extranjeras habían controlado parte de la península italiana. El Imperio germánico, Francia, la corona catalano-aragonesa, España y Austria, gobernaron varias zonas de ese territorio.

Un primer antecedente de la posterior unificación se dio tras la Revolución francesa. Napoleón, en su intención de conquistar todo el continente, dio a Italia un orden jurídico y social nuevo, basado en los principios revolucionarios.

En el aspecto social, ese dominio francés fortaleció a la burguesía liberal, seguidora de la Ilustración. Aunque las masas campesinas carecían de conciencia política, en las ciudades comenzó a aparecer un sentimiento nacionalista basado en el modelo galo.

Congreso de Viena

La derrota de Napoleón acabó con esta primera experiencia. En 1815, las potencias europeas absolutistas habían vencido al emperador francés y no eran partidarias de ningún tipo de cambio territorial ni ideológico.

El príncipe Metternich, canciller austriaco y uno de los ideólogos del mapa de Europa salido del Congreso de Viena, expresó que la palabra Italia no era más que una “expresión geográfica”, sin que tuviera ningún tipo de significado nacional.

Revoluciones de 1820

A pesar de lo anterior, las ideas de la Revolución Francesa se habían expandido por toda Europa. Pronto se sucedieron revoluciones que pretendían acabar con los sistemas absolutistas, protagonizadas por la burguesía.

En 1820, una oleada revolucionaria afectó, especialmente, al área mediterránea. El primer lugar en el que estalló fue en España, dirigida en contra de Fernando VII. Este tuvo que jurar la Constitución de 1812, de carácter liberal. No obstante, pidió ayuda al resto de los países absolutistas, que enviaron un ejército para socorrerlo.

En Italia, por su parte, una sociedad secreta que pretendía acabar con el absolutismo, la Carbonería, se había fortalecido tanto que pudo invadir Nápoles con su propio ejército. Tras su triunfo, comenzaron a usar, de manera provisional, la Constitución española de 1812.

Sin embargo, la falta de apoyo popular a esa revolución y el envío de tropas austriacas pertenecientes a la Santa Alianza acabó con el intento de instaurar un régimen liberal.

En otra zona de la península, en Piamonte-Cerdeña, también se produjo otro levantamiento. En este caso, la intención era expulsar a los austriacos de la zona y unificar Italia bajo la casa de Saboya. De nuevo, la Santa Alianza acabó con esta revolución.

Revoluciones de 1830

Diez años después, sobre 1830, una nueva serie de revoluciones estallaron en la península italiana. En esa época, además, el sentimiento nacionalista había aumentado mucho, así como los partidarios de la unificación.

La Revolución de julio de 1830 desarrollada en Francia tuvo su repercusión en Italia. Los rebeldes galos obligaron al monarca a abdicar, colocando en su lugar a Luis Felipe de Orleans. Este prometió a algunos revolucionarios italianos que Francia les prestaría ayuda en el caso de que Austria los atacase militarmente.

Sin embargo, la sublevación prevista por los italianos fue descubierta por la policía papal, que arrestó a los cabecillas.

Esto no impidió que aparecieran otras insurrecciones en las legaciones papales de Bolonia, Ferrara, Ancona o Perugia. Los sublevados adoptaron la bandera tricolor y organizaron un gobierno provisional que proclamó la creación de una Italia unificada. Algo parecido sucedió en Parma.

Todas esas regiones estaban planeando unirse, pero la petición de ayuda a Austria del Papa Gregorio XVI lo evitó. Metternich advirtió a Luis Felipe de Orleans de que no debía intervenir y este se desdijo de su promesa de ayudar a los italianos.

En 1831, los austriacos enviaron un ejército que cruzó toda la península, acabando con los movimientos revolucionarios de cada territorio.

Causas

Las causas de la unificación italiana comprenden desde los motivos ideológicos, con la aparición del sentimiento nacionalista en los países europeos, hasta los económicos, con los industriales del norte de la península impulsando en proceso.

Ideológicos

El movimiento Romántico, aparecido en Alemania, tenía un gran componente nacionalista. Se trataba de un corriente de pensamiento cultural y política que nació como reacción al racionalismo propio de la Ilustración. Sus partidarios hacían hincapié en los sentimientos, el mencionado nacionalismo y en el liberalismo.

En la Italia de la primera mitad del siglo XIX, el Romanticismo fue uno de los factores que impulsó la idea de unificación. Escritores como Leopardi y Manzoni, músicos como Verdi o filósofos como Gioberti, defendieron en sus obras la existencia de una Italia unida frente que hiciera frente a las potencias extranjeras.

Con este ambiente cultural, la idea de Risorgimento cobró cada vez más fuerte. La clave fue la defensa de una identidad cultural y de unos sentimientos específicamente italianos.

Otro aspecto fundamental para que el movimiento favorable a la unificación se expandiera fue el idioma. Apareció la polémica sobre la pureza del lenguaje italiano, entonces repleto de galicismos.

Las sociedades secretas

La influencia de las sociedades secretas, muy numerosas en la época, fue otra de las causas que ayudaron a propagar los ideales revolucionarios. Entre las más importantes en Italia se encontraban los Carbonarios, los adelfos y los neogüelfos.

La Carbonería fue formada en Italia durante la época napoleónica, liderada por el cuñado del propio Napoleón, Joaquín Murat. Se trataba de una sociedad con influencias masónicas y tenía como objetivo el combatir el absolutismo y la intolerancia religiosa. A pesar de su vinculación con Francia, se enfrentaron a las tropas galas cuando estas expoliaron Italia.

Una vez los franceses fueron expulsados de la península, los carbonarios se fijaron como objetivo unificar Italia y crear un Estado liberal. La mayoría de sus miembros pertenecían a la burguesía, destacando entre ellos la figura de Giuseppe Mazzini.

Mazzini fue encarcelado en 1831 por incitar a la rebelión. Más tarde, creó la Joven Italia, una organización paramilitar que pretendía expulsar a los austriacos de las zonas que controlaban en la península itálica.

Motivos económicos

Uno de los factores económicos que incidieron en la unificación italiana fue el apoyo prestado por los industriales y comerciantes del norte, la parte más rica de la península.

Estos sectores tenían como objetivo que se creara un mercado unificado, con un país unido por eficientes comunicaciones que ayudara a dar salida a la producción industrial.

Hay que tener en cuenta que, en esa época, la división territorial de Italia era un obtaculo para el comercio. Para los industriales del norte era fundamental eliminar las barreras aduaneras que dificultaban la exportación de mercancías. El sur era un territorio casi sin industrias y era considerado como un buen mercado comercial para el rico norte.

Todo lo anterior llevó a que el Estado más desarrollado de toda la península, el Reino de Piamonte-Cerdeña, se convirtiera en el impulsor de la unificación.

Fases (proceso)

Aunque los historiadores marcan fechas diferentes, lo más habitual en que se señale el año 1815 como el del inicio de la Unificación o Risorgimento. Por una parte, los italianos querían expulsar a los austriacos del norte de la península, para lo que contaban con el apoyo de Francia.

El proceso tuvo dos intentos fallidos, en 1830 y 1848. Ambos fueron evitados por los austriacos. No fue hasta que el Reino de Piamonte consiguió el apoyo de Napoleón III, cuando los diferentes territorios italianos comenzaron a unirse.

Guerra contra Austria de 1848

Después de la oleada de revoluciones que estallaron en 1848 en algunas zonas de Italia, dio comienzo la Primera Guerra de la Independencia. Esta enfrentó a las tropas de Carlos Alberto de Saboya, que lideraba una alianza formada por el Reino de Cerdeña, los Estados Pontificios y el Reino de las Dos Sicilias, contra los austriacos.

Héroes de la unificación, como Garibaldi, Mazzini o Elia Bezna, volvieron a Italia para participar en este conflicto. Sin embargo, su presencia no fue aceptada completamente por la Casa de Saboya.

Los italianos lograron algunas victorias iniciales, pero el Papa decidió retirar sus fuerzas, temeroso por la posible expansión del Reino de Cerdeña. Tras esto, el Reino de las Dos Sicilias hizo lo mismo.

Finalmente, los austriacos consiguieron imponerse y obligaron a los derrotados a firmar, el 9 de agosto de 1848, el armisticio de Salasco. Este obligaba a los vencidos a aceptar lo establecido por el Congreso de Viena.

Segunda guerra de la independencia

A finales de los años 50 del siglo XIX, el conflicto se reactivó nuevamente. En esta ocasión, fueron el rey de Cerdeña, Víctor Manuel II, y su primer ministro, el Conde Camilo de Cavour, quienes iniciaron los movimientos para enfrentarse a los austriacos, quienes se habían anexado los estados de Lombardía y Venecia.

El plan pasaba por buscar el apoyo de alguna gran potencia. Así, lograron firmar un acuerdo secreto con Napoleón III, Emperador de Francia.

La campaña militar fue muy corta, terminando con la victoria de los sardos y franceses y la derrota de Austria.

Sin embargo, Napoleón III firmó un armisticio con Austria sin consultar a sus aliados. Este establecía que Lombardía pasara a manos de Víctor Manuel II, pero que Venecia iba a permanecer bajo dominio austriaco. Francia, por su parte, obtuvo la soberanía sobre Saboya y Niza.

Anexión de los Estados de Parma, Módena y Toscana

La victoria frente a los austriacos inflamó el deseo de unificación en otras zonas de la península. Al año siguiente de que se produjera, en 1860, Parma, Módena y Toscana decidieron unirse al Reino de Cerdeña mediante un plebiscito.

Revolución de las Dos Sicilias

El protagonista de la siguiente etapa de la unificación italiana fue Giuseppe Garibaldi. Este encabezó un ejército de voluntarios, llamado los Mil Camisas Rojas, que se dirigió hacia Sicilia. En poco tiempo, logró controlar toda la isla. Tras ello, puso rumbo hacia la región de Nápoles.

Ya en esa región, sus tropas obtuvieron varias victorias importantes, lo que provocó que el rey napolitano, Francisco II, huyera hacia los Estados Pontificios.

El ejército sardo, bajo el mando de Víctor Manuel II, conquistó los Estados de la Iglesia con la excepción de la propia Roma. Después, se reunió con Garibaldi en Nápoles. Las Dos Sicilias declararon su incorporación al Reino de Cerdeña.

Finalmente, el 13 de marzo de 1861, el primer parlamento nacional declaró a Victor Manuel II como rey de Italia.

Anexión de Venecia (1866)

En esos momentos, una de las ciudades más importantes de la península seguía perteneciendo a Austria: Venecia. Por esa razón, los italianos buscaron un acuerdo con Prusia que les permitiera la anexión de la ciudad.

La estrategia tuvo un éxito total. El Tratado de Viena, rubricado el 3 de octubre de 1866, así como el Armisticio de Cormos, firmado 9 días después, ratificaron la anexión de Venecia al reino de Italia.

Incorporación de los Estados Pontificios (1870)

En 1870, la unificación estaba prácticamente finalizada. Tan solo los Estados Pontificios y, especialmente, la ciudad de Roma, continuaban siendo un problema.

En sus acuerdos previos, Víctor Manuel II le había prometido a Napoleón III que el Papa seguiría controlando la ciudad de Roma. Más adelante, en 1862, Garibaldi había tratado de tomarla, pero fue rechazado, tal y como lo sería de nuevo cinco años después.

La situación comenzó a cambiar en 1870, cuando debido a la guerra entre Francia y Prusia, Napoleón III tuvo que retirar la guarnición que defendía Roma.

Nada más suceder esto, los italianos atacaron la ciudad y, a pesar de la resistencia de la guarnición papal, lograron conquistarla sin demasiados problemas. En septiembre de 1870, Víctor Manuel II se instaló en Roma y declaró la ciudad como la capital del reino de Italia.

A pesar de los hechos consumados, el Papa no aceptó la anexión de Roma a Italia. Para manifestar su rechazo, el Pontífice se encerró en el Palacio del Vaticano.

La llamada Cuestión Romana no se resolvió hasta 1929, cuando Mussolini y el Papa Pío XI firmaron los Tratados de Letrán. Estos reconocían al Estado del Vaticano como país independiente.

Consecuencias

La primera consecuencia de la unificación fue la creación del Reino de Italia. Así, en 1871, quedó establecida su capital en Roma, gobernado por una monarquía constitucional.

El Irredentismo

A pesar de todo lo anterior, aún existían algunas regiones que los italianos consideraba propias fuera del nuevo reino. Así, Trentino, Alto Adigio, Trieste, Istria, Dalmacia y Ragusa todavía se encontraban en manos de los austriacos, pasando a ser denominadas como provincias irredentas (no liberadas).

En algunas de ellas, aparecieron movimientos nacionalistas que buscaban su incorporación a Italia. Con el tiempo, estos grupos se extendieron a Niza y Córcega, en manos francesas.

Esta situación no se resolvió hasta que terminó la Primera Guerra Mundial. Italia había participado en el bando vencedor y, mediante el Tratado de Versalles, se anexionó las provincias en manos del Imperio austrohúngaro.

Desarrollo económico

A partir de la unificación, Italia experimentó un gran desarrollo económico, aunque este se implantó de manera muy desigual.

De esta forma, las ya antiguas desigualdades entre el norte y el sur se mantuvieron con la unificación.

Consecuencias políticas y sociales

Los italianos comenzaron a dividirse entre dos grandes corrientes ideológicas. Por una parte, los liberales, relacionados con los industriales y comerciales del norte. Por otra, los conservadores, representantes de los intereses agrícolas del sur.

Como se ha señalado, el nuevo Estado quedó regido por una monarquía parlamentario. El voto, no obstantes, quedó limitado a una minoría, con frecuentes episodios de corrupción.

En el aspecto político, los más beneficiados por la unificación fueron los burgueses del norte. Igualmente, los monárquicos moderados se impusieron a los sectores republicanos y demócratas, representados por Garibaldi y Mazzini, entre otros.

Como ocurrió con la economía, la unificación también convirtió a Italia en una potencia política y militar en Europa.

Participantes principales

Las figuras más importantes de la unificación italiana fueron el rey de Cerdeña, Víctor Manuel II, el Conde de Cavour; Giuseppe Garibaldi y Giuseppe Mazzini.

Víctor Manuel II

Víctor Manuel II, rey del Piamonte-Cerdeña, fue uno de los impulsores de la estrategia que permitió la unificación de Italia.

Junto a su primer ministro, el Conde de Cavour, llegaron a un acuerdo con Napoleón III para enfrentarse con los austriacos, dando inicio a los movimientos que llevarían a la constitución del reino de Italia.

El propio Víctor Manuel II se convirtió en el primer rey de la Italia unificada, siendo considerado como el Padre de la Patria. El monarca gobernó dentro de un régimen de monarquía constitucional, con un carácter muy moderado.

Conde de Cavour

Camillo Benso, conde de Cavour, es inició en la vida política en 1847, cuando fundó un periódico liberal moderado con un nombre que ya demostraba su objetivo final: Risorgimento. Dos años después, fue elegido diputado en Piamonte-Cerdeña.

Benso ocupó diversos puestos en varios gobiernos, alcanzando en 1852 el puesto de Presidente del Consejo de Ministros. Desde ese puesto, desarrolló una política de modernización del reino, tanto política como económicamente.

Gracias a esta modernización, el reino se convirtió en el más desarrollado de todas la península. Esto permitió que se formara una burguesía muy potente, partidaria de la unificación italiana para poder expandir sus mercados.

El Conde de Cavour comprendió que los italianos iban a necesitar ayuda exterior para enfrentarse a los austriacos y dedicó parte de su política exterior a lograr ese apoyo. En julio de 1858, se reunió con Napoleón III y consiguió la colaboración francesa para llevar a cabo la unificación.

A pesar de su importante papel, el Conde de Cavour vio como su postura anti-centralista era derrotada cuando se estaba discutiendo la manera de organizar el reino unificado.

Giuseppe Garibaldi

Garibaldi fue uno de los principales líderes nacionalistas italianos. Siendo aún joven, en 1832, tomó parte en un motín republicano en el Piamonte, lo que le valió ser condenado al exilio. Sus principales influencias en esa época eran Giuseppe Mazzini y el socialista francés Saint-Simon.

Cumpliendo su condena, Garibaldi vivió en Sudamérica entre 1836 y 1848. En esa región participó en varios levantamientos contra los españoles y portugueses, siempre en el bando de los partidarios de la independiente de las colonias americanas.

En 1848, Garibaldi regresó a Lombardía para combatir al ejército austriaco. Cuando el conde de Cavour fue nombrado primer ministro del Piamonte, concedió a Garibaldi el mando de las fuerzas del reino en la segunda guerra contra Austria. El revolucionario logró varias importantes victorias, que ayudaron a que el objetivo final estuviera más cerca.

Una de sus actuaciones más importantes fue la toma de las Dos Sicilias. Garibaldi, al mando de los Mil Camisas Rojas, tomó la isla en 1860. Tras esto, entró en Nápoles, entregándola a Víctor Manuel II.

En 1861 quedó constituido en nuevo Reino de Italia. A pesar de haber logrado ese objetivo, Garibaldi no quedó satisfecho, ya que Roma permanecía en manos del Papa.

Giuseppe Mazzini

La participación en política de Giuseppe Mazzini comenzó en 1815, cuando se opuso a que la República de Génova se incorporara al reino de Piamonte-Cerdeña.

Años después, en 1827, ingresó en La Carbonería, aunque abandonó esa sociedad secreta al sentirse decepcionado por su escasa efectividad.

Tras pasar un tiempo encarcelado por sus actividades revolucionarias, Mazzini se marchó a Francia, donde, en 1831, fundó la organización Joven Italia. Su primer objetivo fue promover un alzamiento republicano en Cerdeña, pero el fracaso de esta intentona le valió ser condenado, en ausencia, a muerte.

Sin poder regresar a su país y expulsado de Francia, Mazzini viajó por Europa fundado algunas asociaciones revolucionarias. Durante los siguientes años promovió diversas insurrecciones de carácter republicano, tanto en Roma como en Mantua y Milán, aunque nunca logró sus objetivos finales.

Finalmente, los monárquicos liberales asumieron el mando del movimiento nacionalista italiano, por lo que, conseguido la unificación, el sistema elegido para el nuevo país fue la monarquía.

Referencias

  1. Meler, Dave. La unificación italiana. Obtenido de ihistoriarte.com
  2. Historia Universal. Unificación Italiana. Obtenido de mihistoriauniversal.com
  3. Muñoz Fernández, Víctor. El proceso de unificación italiana del siglo XIX. Obtenido de redhistoria.com
  4. SparkNotes. Italian Unification (1848-1870). Obtenido de sparknotes.com
  5. The Editors of Encyclopaedia Britannica. Risorgimento. Obtenido de britannica.com
  6. New World Encyclopedia. Italian unification. Obtenido de newworldencyclopedia.org
  7. Matthews, Jeff. The Coming of Garibaldi. Obtenido de naplesldm.com
  8. Russo, Gina. Cavour and Garibaldi in Italian Unification. Recuperado de iup.edu