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Strongyloides stercolaris: características, ciclo vital, síntomas


Strongyloides stercolaris es un nematodo parásito facultativo que, en humanos, produce una enfermedad denominada estrongiloidiasis. En su forma de vida libre, el nematodo habita en el suelo, por eso la enfermedad está definida como una geohelmintiasis. La forma parásita afecta al ser humano y también puede usar a otros mamíferos como reservorio.

Como parásito, la hembra de Strongyloides stercolaris se aloja en la mucosa intestinal del hombre, donde puede reproducirse por medio de huevos que son fértiles sin necesidad de fecundación por parte del macho; este proceso es denominado partenogénesis.

La estrongiloidiasis es una enfermedad muy común y de amplia distribución, principalmente en áreas húmedas y cálidas de las zonas tropicales y subtropicales, siendo endémica de algunas zonas. El diagnóstico de la enfermedad es difícil y el tratamiento consiste principalmente de ivermectina.

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Características

Presenta dos tipos de larvas, denominadas larva rabditoide y larva filariforme, una hembra parásita, una hembra de vida libre y un macho de vida libre.

Larva rabditoide

Denominada también L1. Esta larva es mucho más larga que ancha, mide entre 180 y 380  µm y solo de 14 a 20 µm de ancho. Entre sus características distintivas se encuentran una cápsula bucal corta y un esófago dividido en tres secciones, una anterior cilíndrica, una media estrechado y una posterior piriforme.

También posee un primordio genital característico, alargado y discoidal, con el centro más ancho que los extremos. Su cola es alargada y filiforme.

Esta larva es liberada en las heces por medio del líquido duodenal y, tras varias mudas, puede dar lugar a una larva infectiva, denominada filariforme, o por el contrario, madurar sexualmente dando lugar a un macho o una hembra de vida libre.

Larva filariforme

La larva filariforme o larva L-3, a pesar de poseer cerca del mismo diámetro (25 µm) que la larva rabditoide, mide cerca del doble de largo (500-700 µm). Por su forma alargada y delgada, asemeja un cabello, de allí su nombre.

Entre las características diagnósticas de esta larva se encuentran un esófago muy largo, que mide cerca de la mitad del largo de la larva, y una porción distal de la cola trifurcada.

Hembra

En esta especie las hembras se presentan en dos variantes morfológicas, una para las hembras parásitas partenogenéticas y otra para las hembras de vida libre.

Hembra de vida libre

Presenta una menor longitud y un cuerpo más grueso (1,0 – 1,7 mm por 50 – 75 µm) que el de la hembra partenogenética. Otras características son un esófago anterior o rabditoide corto y un sistema reproductivo formado, entre otros, por una vulva media ventral, un receptáculo seminal y dos pares de gónadas.

Hembra partenogenética

El cuerpo de la hembra partenogenética es alargado y delgado (2 mm por 30-40 µm). El esófago anterior es mucho más largo que el de la hembra de vida libre, con una longitud aproximadamente igual a un tercio de la longitud del animal. La vulva está más desplazada hacia atrás, ubicada cerca del tercio distal.

Al igual que las hembras de vida libre, presenta dos pares de gónadas, pero en el caso de la hembra partenogenética, carece de receptáculo seminal, pues sus huevos no requieren fecundación.

Macho

El macho siempre es de vida libre, su tamaño es menor que el de la hembra (0,7-1,0 mm de largo por 40-50 µm de ancho). La cola está enrollada ventralmente en su porción distal y presenta un ápice agudo. También está provista la cola de un gobernáculo y dos espinas copuladoras de pequeño tamaño.

Ciclo biológico

La larva filariforme presente en el suelo puede penetrar la piel de personas descalzas e iniciar el proceso infeccioso. Una vez atravesada la piel, la larva puede seguir dos caminos distintos, en el primero de ellos atraviesa los capilares sanguíneos y viaja a los pulmones.

De los pulmones, prosigue su viaje hasta la tráquea y de allí penetra al aparato digestivo, hasta llegar a su destino final, ubicado en las criptas de Lieberkühn, en la mucosa entérica del intestino delgado.

También es posible que las larvas, tras atravesar la piel, se desplacen por el tejido subcutáneo hasta llegar al duodeno.

Las larvas sufren dos mudas y luego maduran sexualmente convirtiéndose en hembras partenogenéticas. Estas hembras van a producir huevos, que no necesitan ser fecundados y que se caracterizan por medir entre 40-70 µm de largo por 20-35 µm de ancho, y estar envueltas en una cáscara delgada y de apariencia vidriosa.

De estos huevos eclosionan larvas rabditiformes que emergen al líquido duodenal y luego llegan a las heces fecales. Si las heces fecales son depositadas en suelos húmedos y cálidos, pero sin exposición directa al sol, las larvas rabditiformes pueden sufrir dos mudas y transformarse en larvas filariformes que pueden reiniciar el ciclo infectivo.

Otras larvas rabditiformes pueden continuar en el suelo, y tras cuatro mudas, maduran sexualmente en hembras y machos de vida libre que pueden aparearse. La hembra grávida libera sus huevecillos directamente al medio, que van a eclosionar en larvas L1.

Las larvas L1 de las hembras de vida libre, al igual que las de hembras partenogenéticas, pueden sufrir dos mudas y volverse infectivas (ciclo homogónico). O, por el contrario, pueden seguir produciendo adultos de vida libre por varias generaciones (ciclo heterogónico).

Autoinfección

Al contrario que en la mayoría de los helmintos parásitos, Strongyloides stercolaris puede reinfectar a su hospedador original.

En algunos casos, las larvas radbitiformes que van hacia la luz intestinal, mudan al llegar a esta, en lugar de ser liberadas en las heces. En esos casos, estas larvas se transforman en larvas filariformes dentro del mismo hospedero. Es lo que se conoce como autoinfección endógena

Estas larvas filariformes atraviesan la pared intestinal y, al igual que las que penetran por vía cutánea, se dirigen a los pulmones. Luego van a proseguir hasta la tráquea, a ser ingeridas y llegar al intestino delgado como gusanos adulto.

Otra forma de autoinfección ocurre cuando larvas rabditiformes liberadas en las heces llegan al ano e invaden la piel alrededor de este. En este caso se habla de autoinfección exógena.

Estas larvas, al igual que las otras, van a dirigirse al intestino delgado, vía pulmones, para completar el ciclo.

El fenómeno de autoinfección es más probable en organismos con el sistema inmunológico deprimido o por la ingesta de dosis elevadas de corticosteroides. Este fenómeno podría explicar la reincidencia de la enfermedad en pacientes que ya la han sufrido.

Síntomas de contagio

Aproximadamente la mitad de las personas infestadas con Strongyloides stercolaris no presentan síntomas de la enfermedad; es decir, son asintomáticas. La estrongiloidiasis puede ser aguda o crónica.

Cuando las larvas penetran en un hospedador, causan diversas lesiones antes de llegar al intestino. Entre estas lesiones se encuentran inflamaciones, úlceras y pápulas en la piel. También puede producirse urticaria serpiginosa en las extremidades inferiores.

La presencia de larva en los pulmones puede producir hemorragias, inflamaciones, irritación traqueal y tos similares a la bronquitis.

El asentamiento de Strongyloides stercolaris en el duodeno ocasiona, generalmente, cólicos, diarrea acuosa, o heces pastosas y grasientas difíciles de limpiar. También puede presentarse el síndrome de malabsorción.

Cuando la estrongiloidiasis es crónica y no asintomática, se presentan deposiciones frecuentes, síntomas de dolor epigástrico, urticaria y en ocasiones artritis reactiva. Otros síntomas frecuentes son tos, fiebre, ulceras en nalgas, pies o muñecas, disfonía, pancreatitis, mareo, vómitos, hemorragias, pérdida de peso y eosiniofilia.

La reacción alérgica por la presencia del parásito en los pulmones puede ocasionar síndrome de Loeffler, enfermedad caracterizada por un incremento en la cantidad de eosinófilos en estos órganos.

Diagnóstico

El diagnóstico de la estrongiloidiasis no es sencillo, los síntomas, de aparecer, se asemejan a los de varias otras enfermedades, como bronquitis o cáncer gástrico. Para que el diagnóstico sea confiable se requieren pruebas especiales, las cuales en ocasiones deben incluso ser realizadas varias veces.

El examen de heces tradicional no es adecuado para diagnosticar la enfermedad. Esto debido a que las larvas no aparecen regularmente, ni en grandes cantidades, en las heces. Adicionalmente, las larvas son muy frágiles para la manipulación.

Uno de los métodos más eficaces es la técnica de inmunoensayo ELISA. Algunos estudios han mostrado que la prevalencia medida con esta técnica es siete veces más alta que la medida por medio de exámenes de heces.

Sin embargo, el test de ELISA puede ocasionar una sobrestimación de la prevalencia de la estrongiloidiasis, debido a la reactividad cruzada que se produce con otros parásitos del mismo phylum.

La técnica de inmunofluorescencia directa con anticuerpos monoclonales IFAT es más sensible y específica que ELISA, pero esta técnica requiere de personal técnico muy especializado para su empleo y análisis de los resultados.

El método de Baermann también es recomendado, mientras que otros ensayos han demostrado ser menos útiles para lograr el diagnóstico de la estrongiloidiasis.

Tratamiento

Algunos medicamentos empleados contra distintos parásitos son efectivos contra la estrongiloidiasis, por ejemplo ivermectina, albendasol y tiabendasol. Sin embargo, los dos primeros parecieran ser más eficaces.

El tratamiento recomendado con el primer fármaco son dosis de 200 mg/kg/día por dos días. Este tratamiento se debe repetir a los 15 días. En los pacientes con el sistema inmunológico comprometido, se debe incrementar a tres ciclos de tratamientos cada dos semanas.

Algunos médicos también han empleado el pamoato de pirantel para el tratamiento de la enfermedad.

Referencias

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