¿Dónde Coronaron a Iturbide Como Emperador? ¿Quién lo apoyó?
La coronación de Iturbide, emperador de México, fue un importante acontecimiento para la historia del país por sus razones políticas y sociales. Su coronación tuvo lugar en la Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos de la Ciudad de México, el 21 de julio de 1822.
La proclamación la llevó a cabo una facción del ejército. Los protagonistas principales del apoyo a la coronación fueron Pío Marchá y el coronel Rivero.
Agustín de Iturbide, considerado por la opinión como el gran héroe de la independencia mexicana y por muchos académicos como un simple aventurero de casta militar, fue un caudillo mexicano nacido en 1783 y emperador de México entre 1822 y 1823.
Siendo mestizo (de padre español y madre mexicana), Iturbide tuvo una formación elitista y a temprana edad se enroló en el ejército realista. Como tal, estuvo tras la pista de varios insurgentes y fue encargado de combatir rebeliones que surgían en contra de la Corona Española.
Dos importantes generales rebeldes –el General José María Morelos y el General Vicente Guerrero- fueron perseguidos por Iturbe. Sin embargo, posteriormente convencería a Guerrero de reunirse con él y luchar juntos por la independencia de México.
Finalmente, en 1821 se produce la declaración de independencia, separándose así la nación mexicana del Reino de España.
En los días subsiguientes se estableció un congreso constituyente -una asamblea cuyo fin sería crear nuevas leyes y cambios- del ahora Imperio Mexicano. En presencia de este congreso se juramentó la “Regencia”, con el General Iturbide como líder.
Sin embargo, fueron surgiendo múltiples diferencias entre estos dos sectores, republicanos, y por otro, los partidarios de la monarquía.
En medio de un clima de división y conspiraciones militares por una parte, y generales iturbistas por otra, en Mayo de 1822 tiene lugar la proclamación del General Iturbide como Emperador, bajo el título de Agustín I.
Aunque este hecho ocurrió en apariencia por causa de la voluntad del pueblo y grupos militares, el mismo Iturbide había iniciado un movimiento, con la colaboración de uno de sus regimientos en la localidad de Celaya, con el fin de promover la idea entre la población.
Ante tal situación, el Congreso se vio obligado a llevar a cabo una sesión pública en la cual se aprobó el nombramiento.
La “coronación constitucional”
A pesar de las tensiones existentes entre el recién proclamado emperador y el congreso, fue precisamente este último quien debió redactar el proyecto de ceremonia.
Se trataba de una novedad en lo que respecta a los rituales tradicionales de entronización y coronación tal como se conocían en las cortes españolas y europeas en general, pues el Congreso tomaba parte en ellos en una forma importante.
Además, el carácter “constitucional” de la nueva monarquía, era también un asunto que le confería una originalidad completa a la ceremonia, a pesar de haber sido elaborada con base en las liturgias europeas.
El 21 de julio de 1822 fue el día de la coronación de Agustín I como Emperador, en la Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos de la Ciudad de México.
Repiques de campanas en todas las iglesias de la nación y salvas de cañón cada hora, daban inicio a la celebración que sería recordada en la historia como una de las más elaboradas ceremonias de coronación.
Comenzó el ritual con el cortejo representantes del congreso, que se conformaba de 2 comisiones de 24 diputados cada una, incluyendo algunos opositores de Iturbe.
La procesión del Emperador salía desde la casa de Moncada hacia la catedral; las calles y casas cercanas fueron adornadas y lo acompañaba un grupo de caballería con los estandartes imperiales. También formaban parte del cortejo representaciones indígenas, religiosas, académicas, políticas, diplomáticas entro otras personalidades.
A continuación seguía la emperatriz, Ana María Huarte, las princesas y sus damas de honor, llevando la corona, el anillo y el manto –las insignias imperiales- y quienes iban acompañadas por algunos generales y una comisión del Congreso.
Después, pasaba el emperador escoltado por 4 generales, su padre, el príncipe, los congresistas y otras personas a su servicio. También eran llevadas las insignias imperiales, que en este caso incluía además de las ya mencionadas, el cetro y la espada.
El emperador y la emperatriz fueron recibidos por dos obispos a las puertas de la catedral, con cada una de sus procesiones.
Poco después que el presidente del congreso, Rafael Mangino, colocara las insignias imperiales sobre el altar, se dio inicio a la Misa, el obispo de Guadalajara (encargado de la consagración) ungió al emperador y a la emperatriz en el brazo derecho, como había sido establecido en este ceremonial por los congresistas y a diferencia de otros rituales.
Posteriormente, se les impuso el santo crisma y las insignias fueron bendecidas; inmediatamente, el presidente del congreso, quien nuevamente tomaba una participación importante dentro de la ceremonia, colocó las insignias al Emperador.
Esto es considerado como un símbolo de que éste debía su coronación al pueblo y al congreso, y sustituía la modalidad de la auto coronación.
Una vez recibida la corona y los demás elementos, el emperador coronó a la emperatriz y ambos se trasladaron al trono grande que se había dispuesto en la catedral y al término de las oraciones correspondientes, se escuchó el “Vivat Imperatur in aeternum” (¡Que el emperador viva para siempre!).
La ceremonia continuó con el sermón del obispo de Puebla y la presentación de las ofrendas. Tradicionalmente constaban de oro y plata, según el rito francés que siguió la coronación de Napoleón Bonaparte. Un pan de oro, uno de plata, 26 monedas (13 de cada metal) incrustadas en dos cirios y un cáliz fueron llevados al altar por cinco diputados.
Para finalizar la ceremonia, se proclamó y anunció la coronación con la frase “Viva el Emperador y la Emperatriz”, anuncio que estuvo acompañado por repiques de campanas y cañonazos. Mientras se lanzaban monedas de plata con el rostro del Emperador para luego retirarse al palacio que en la actualidad alberga al Palacio de Cultura Banamex.
Así concluyó la ceremonia, que posteriormente sería catalogada como una novedad y sobre todo, con el carácter constitucional que el congreso quiso dejar muy claro al redactar las pautas de la ceremonia.
Destaca el papel que tuvieron los diputados durante todo el rito, cuando lo usual según las tradiciones europeas era que el emperador se rodeara únicamente de sus familiares y servidores más cercanos.
Sin duda, esta fue una expresión de las diferencias políticas existentes entre el congreso y el Emperador, abordadas de una manera sutil pero lo suficientemente evidente como para pasar a la historia como un hecho destacable.
Referencias
- Agustin de Iturbide, Emperor of Mexico. Recuperado de britannica.com.
- Anna, T. (2001). Forging México, 1821-1835. Nebraska, University of Nebraska Press.