Sentido del tacto: partes, cómo funciona y funciones
El sentido del tacto es uno de los cinco sistemas básicos que nos permiten relacionarnos con nuestro entorno y percibir ciertas cualidades de nuestro medio. Mediante él, podemos sentir características como temperatura, dureza, presión, suavidad o aspereza. Algunos expertos también incluyen la percepción del dolor dentro de este sistema.
El órgano sensorial más importante del sentido del tacto es la piel. En ella, podemos encontrar distintos tipos de receptores nerviosos, que traducen la información recibida del exterior en impulsos que pueden ser comprendidos e interpretados por el cerebro. Por otro lado, es posible encontrar algunos de estos receptores en otros órganos corporales.
El sentido del tacto es vital para nuestra supervivencia. Algunos científicos creen que sin sus funciones, sería imposible para los seres humanos sobrevivir, al contrario de lo que ocurre con la vista, el oído, el gusto o el olfato. Sin embargo, investigar sobre él es bastante complicado, por lo que no tenemos tantos datos como cabría esperar.
La principal dificultad a la hora de investigar el tacto es que su órgano sensorial principal (la piel) se extiende por todo el cuerpo, en lugar de existir un solo lugar en el que los receptores se encuentran aislados como ocurre con el resto de sentidos. Aun así, en este artículo te contamos todo lo que sabemos hasta ahora del tacto.
Índice del artículo
Partes (órganos)
Ya hemos mencionado que el principal elemento relacionado con el tacto es la piel. A pesar de que normalmente no pensamos en ella como un solo órgano, se trata del más grande de todo el cuerpo y de uno de los más importantes. En la piel se concentran todos los tipos de receptores táctiles que existen.
Por otra parte, hoy en día también sabemos que existen receptores del tacto en otras zonas del cuerpo. Estos no son tan abundantes como los de la piel, pero cumplen la función fundamental de informarnos sobre el estado de nuestros órganos internos.
Piel
La piel es el órgano que recubre todo nuestro cuerpo de manera externa. Entre sus funciones se encuentran la protección frente a agentes externos como microbios, mantener la temperatura de nuestro organismo, y la percepción de estímulos táctiles y su transformación en impulsos que puedan ser interpretados por el cerebro.
La piel está formada por tres capas: epidermis, dermis y subcutis. La epidermis es la más externa, y tiene un grosor de aproximadamente dos décimas de milímetro. Está compuesta por una gran cantidad de capas de tejido epitelial plano; y en ella se produce la melanina, que es la sustancia que le da color a nuestra piel.
En segundo lugar tenemos la dermis. Se trata de una capa más elástica que la primera, debido a las fibras colágenas que incorpora; y en ella podemos encontrar gran cantidad de vasos sanguíneos y componentes del sistema linfático. En esta capa podemos encontrar todas las glándulas cutáneas (olorosas, sudoríparas y sebáceas).
Al mismo tiempo, en la dermis se encuentran las terminaciones nerviosas y los receptores que nos permiten percibir sensaciones táctiles. Más adelante veremos cuáles son los distintos tipos que existen y las funciones que cumple cada uno de ellos.
Por último, el subcutis es una capa compuesta por tejido conjuntivo. Su principal función es la de mantener la temperatura de nuestro cuerpo y servir como almacén de energía, por lo que en esta zona se acumula también tejido adiposo. En función de la zona del cuerpo, la acumulación de grasa será mayor o menor.
Tipos de receptores en la piel
Como ya hemos visto, en la capa de la piel conocida como dermis podemos encontrar distintos receptores que nos permiten recibir información táctil y convertirla en señales eléctricas que pueden ser interpretadas por nuestro cerebro. A continuación estudiaremos los tipos más importantes que existen.
Terminaciones nerviosas libres
Los receptores táctiles más sencillos sin simples terminaciones nerviosas que acaban en la dermis y que nos ayudan a percibir sensaciones como el tacto, la temperatura, el picor y el dolor. Se trata de neuronas cuyas dendritas acaban en la capa intermedia de la piel, además de en el tejido conjuntivo debajo de la dermis.
Las terminaciones nerviosas libres son los receptores táctiles más abundantes de todo el cuerpo, y los que nos ayudan a percibir la mayor parte de sensaciones relacionadas con este sentido.
Corpúsculos de Pacini
Estos receptores se encuentran también en la dermis y en el tejido conjuntivo situado debajo de la piel. Sin embargo, al mismo tiempo podemos encontrarlos en algunas estructuras internas, como en vísceras o en los huesos. Se trata de receptores de forma ovalada y de gran tamaño.
Los corpúsculos de Pacini están formados por una sola célula nerviosa, que está recubierta por una cápsula. Su función principal es permitirnos percibir estímulos relacionados con el tacto y la presión.
Corpúsculos de Meissner
Los corpúsculos de Meissner son receptores muy sensibles a las distintas sensaciones relacionadas con el tacto. Se encuentran en concentraciones muy altas en las zonas más perceptivas de nuestro cuerpo, como la punta de la lengua o las yemas de los dedos.
Estos receptores están formados por una cápsula en cuyo interior se encuentran varias células superpuestas unas encimas de otras.
Corpúsculos de Ruffini
Los corpúsculos de Ruffini están situados tanto en la dermis como en el tejido conjuntivo que tenemos debajo de la piel. Están formados por neuronas con muchas ramificaciones, recubiertas por una cápsula. Hoy en día, no se sabe exactamente cuál es su función.
Antiguamente, se creía que los corpúsculos de Ruffini simplemente servían para detectar la temperatura. Sin embargo, recientes descubrimientos apuntan a que estos receptores también podrían jugar un papel en la detección de estímulos táctiles.
Corpúsculos de Krause
Estos receptores de la piel, situados en la dermis, tienen la función principal de permitirnos detectar el frío. Tienen una forma similar a los de Ruffini, estando formados por una terminación nerviosa con muchas ramificaciones, que a su vez está recubierta por una cápsula en forma de maza.
Corpúsculos de Golgi
El último tipo de receptor sensorial sirve para detectar información sobre el estado de contracción y tensión de los músculos. Se encuentran, por lo tanto, en el tejido que envuelve tanto a las fibras musculares como a los tendones.
Al igual que los corpúsculos de Pacini, los de Golgi están formados por una sola célula recubierta por una cápsula.
Receptores en otras partes del cuerpo
Algunos de los receptores del sentido del tacto no están situados solamente en la piel, sino que pueden ser encontrados en otras zonas del cuerpo. Así, órganos como los músculos o las vísceras poseen ciertas terminaciones nerviosas destinadas a proporcionarnos información sobre el estado interno de nuestro organismo.
Nociceptores
Algunos investigadores consideran que la detección del dolor también forma parte de las funciones del sentido del tacto. Debido a ello, a los receptores que ya hemos visto habría que sumarle un último tipo: los nociceptores.
Estos receptores táctiles están situados por toda la dermis, además de en algunos órganos internos. Su principal función es percibir estímulos dañinos, y traducirlos en impulsos nerviosos que son transmitidos al cerebro. Una vez allí, este los interpreta como dolor.
¿Cómo funciona el sentido del tacto?
El funcionamiento del sentido del tacto es muy similar al de los otros cuatro sentidos principales. Los receptores táctiles (mecanorreceptores, termorreceptores y nociceptores) detectan estímulos relacionados con factores como presión, aspereza, temperatura o dolor. Estos estímulos pueden provenir tanto de fuera del cuerpo como de dentro del organismo.
Una vez que un receptor ha detectado un estímulo para el que es sensible, le envía una señal al cerebro mediante las neuronas aferentes. Estas conectan los órganos sensoriales con el sistema nervioso central a través de la médula espinal.
Las señales recogidas por los órganos de los sentidos son interpretadas entonces por las zonas del cerebro correspondientes. El procesamiento de los estímulos táctiles ocupa un gran porcentaje de la superficie cerebral, debido a que la información recogida por este sentido es fundamental para la supervivencia.
Por último, el cerebro envía mediante las neuronas eferentes una respuesta a los órganos efectores correspondientes, en función del tipo de estímulo que se haya recibido y de lo que implique para el organismo.
Funciones
El sentido del tacto cumple una serie de funciones fundamentales para nuestra supervivencia. Por un lado, nos permite saber dónde están los límites de nuestro cuerpo, al percibir sensaciones como presión, calor o dolor al entrar en contacto con objetos externos a nuestro organismo.
Por otra parte, el sentido del tacto también nos permite saber si existe algún tipo de problema dentro de nuestro cuerpo, especialmente en nuestros órganos internos, músculos o huesos. Esta es la razón de que tengamos ciertos receptores del dolor en nuestras vísceras y en otros tejidos internos.
El tacto también nos ayuda a percibir peligros externos, como por ejemplo objetos que puedan dañarnos de alguna manera. Gracias a este sentido, podemos reaccionar frente a amenazas y evitar sufrir consecuencias muy negativas.
Por último, el tacto nos permite recopilar información valiosa sobre nuestro entorno y sobre los objetos y seres vivos con los que nos relacionamos.
Referencias
- “Órganos de los sentidos: tacto” en: ABC Color. Recuperado en: 15 Marzo 2019 de ABC Color: abc.com.py.
- “Órgano del sentido del tacto” en: Academia. Recuperado en: 15 Marzo 2019 de Academia: academia.edu.
- “Tacto” en: Wikipedia. Recuperado en: 15 Marzo 2019 de Wikipedia: es.wikipedia.org.
- “El tacto: órganos de los sentidos” en: Historia y Biografías. Recuperado en: 15 Marzo 2019 de Historia y Biografías: historiaybiografias.com.
- “Somatosensory system” en: Wikipedia. Recuperado en: 15 Marzo 2019 de Wikipedia: en.wikipedia.org.