Historia

Guerras carlistas: primera, segunda y tercera


Las guerras carlistas fueron un conjunto de contiendas bélicas que se desarrollaron en España durante el siglo XIX. Estas guerras se produjeron debido a que, tras la muerte del rey Fernando VII, su hija Isabel II era quien tenía que asumir el poder.

El hermano del difunto rey, Carlos María Isidro (Carlos V), decidió sublevarse para de este modo quitarle a su sobrina el trono, con la excusa de que ella era demasiado joven, además de mujer.

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La primera guerra, ocurrida entre 1833 y 1839, estuvo impregnada del espíritu del Romanticismo, cuyo movimiento filosófico se introdujo con furor en la Península y otras regiones europeas en esos años. Por lo tanto, este primer enfrentamiento estuvo inspirado en los ideales patrióticos y revolucionarios propios de esta época de levantamientos.

En esta primera coalición fue protagonista Carlos V, quien inició favorables levantamientos en las zonas de Aragón, Valencia, Cataluña y el País Vasco; dichas acciones trajeron consigo un saldo de aproximadamente 200 000 muertos.

La segunda guerra carlista ocurrió entre los años 1846 y 1849; esta fue menos apasionada y más política, alejándose un poco de los primeros ideales románticos  y nacionalistas. Los segundos enfrentamientos se desarrollaron principalmente en la zona rural de Cataluña, y hubo otros brotes menores en otros lugares de la geografía española. El protagonista fue Carlos Luis de Borbón.

La tercera guerra ocurrió en 1872 y finalizó en 1876. Se produjo como consecuencia de un momento de inestabilidad política en el transcurso del llamado Sexenio democrático durante el mandato de Amadeo I. En consecuencia, tanto Navarra como el País Vasco se convirtieron en fuertes territorios carlistas difíciles de conquistar por los liberales.

Índice del artículo

Primera guerra carlista

Causas

La primera guerra carlista consistió en un enfrentamiento bélico entre los carlistas —quienes eran partidarios de Carlos María Isidro de Borbón (de ahí el nombre de estos conflictos)— y los isabelinos, quienes apoyaban el reinado de Isabel II, quien se mantenía bajo la tutoría de la reina regente María Cristina de Borbón.

La regente María Cristina de Borbón y sus reformas

Según los historiadores, el gobierno de María Cristina había comenzado siguiendo las líneas del absolutismo; no obstante, la reina decidió enfocarse en las ideas liberales con la finalidad de conseguir el apoyo de las masas.

El lema de estas gobernantes (es decir, de Isabel y su madre) fue “Patria, Dios y Rey”; utilizaron este lema para articular su teoría política.

Otras de las decisiones que tomó María Cristina con ayuda de sus consejeros, fue la de aplicar el foralismo —doctrina que consiste en instaurar los fueros locales— en cada uno de los territorios españoles. También aplicaron la defensa de la religión y de los valores católicos por encima de cualquier otro aspecto cultural.

Por su parte, los carlistas estaban conformados por un grupo de pequeños terratenientes, personas rurales y pequeños artesanos, quienes no se sentían a gusto con las reformas que había aplicado el gobierno de María Cristina.

Por esta razón los primeros levantamientos comenzaron en las zonas más rurales del norte español, como Cataluña, Aragón, Navarra y el País Vasco.

Carlos V del lado de los absolutistas

Carlos había logrado atraer a los grupos más absolutistas y radicales, quienes estaban a favor de los valores más tradicionales.

Este sector estaba en desacuerdo con los cambios que había implementado Fernando VII antes de su muerte, quien defendía la foralidad como recurso político y el mantenimiento de la Inquisición como forma de control ideológico.

Además de contar con el apoyo del sector rural, Carlos también logró agrupar a algunos pequeños nobles junto con integrantes del medio y bajo clero. Así mismo, contaba con la ayuda de la masa popular, quienes se vieron afectados gravemente por las reformas liberales ya que se abolieron los gremios y se acrecentaron los pagos de tributos.

La primera guerra carlista también es conocida como la “Guerra de los siete años”, debido justamente a su duración (1833-1839).

Esta guerra fue finalizada con el tratado llamado Abrazo o Convenio de Vergara, el cual fue firmado por un general carlista conocido como Maroto y por un general de la corte liberal conocido como Espartero. De esta forma se pudo instaurar un breve período de paz en la Península ibérica.

Consecuencias

En primer lugar, una de las principales consecuencias de este primer enfrentamiento carlista consistió en el alto costo de vidas humanas, pues se trató de una guerra muy sangrienta, violenta y larga que acabó con una buena parte de la población española.

Como consecuencia política, estos conflictos desencadenaron en la decisión de la monarquía española de volverse completamente liberal, dejando de lado el absolutismo. Vale decir que tanto Isabel como la reina regente estaban en desacuerdo con todas las políticas liberales, por lo que adoptaron una versión más conservadora de esta ideología.

En el aspecto económico, la guerra trajo consigo incontables gastos, que empeoraron la situación en torno a las políticas de Hacienda. Por consiguiente, el gobierno se vio en la necesidad de velar por las necesidades del Estado por encima de las necesidades de la reforma agraria.

Segunda guerra carlista

Causas

Fallida negociación mediante el matrimonio

Tras el tratado de paz con el que se finalizó el primer enfrentamiento, Carlos María Isidro (Carlos V) había propuesto la idea de que su hijo Carlos VI contrajera matrimonio con Isabel II; de este modo podrían cesar los enfrentamientos y finalmente el carlismo podría instaurarse en el poder español.

No obstante, Isabel II contrajo matrimonio con Francisco de Asís Borbón. A raíz de ese fracaso en el intento de negociación ocurrió nuevamente un estallido bélico en el año 1846, que se extendió hasta 1849.

Esta guerra se desarrolló en los estados de Aragón, Burgos, Navarra, Toledo y Cataluña, y se le dio el nombre de la Guerra de los Matiners. A los intentos de Carlos Luis de Borbón se le unieron algunos partidos progresistas y republicanos, quienes anteriormente habían estado en desacuerdo con el carlismo.

Causas económicas y sociales

Otra de las causas de esta segunda guerra tuvo que ver con que el sector más pobre y rural de la población española se encontraba muy afectado desde la primera guerra, por lo que estaban pasando hambre.

El gobierno de la reina regente había decidido enviar alimentos para sobreponer estas dificultades, pero no habían sido suficientes provisiones para solventar la hambruna.

En paralelo, también estaba ocurriendo una crisis a nivel industrial, lo que tuvo influencia en la gestación de la Revolución Industrial catalana. En consecuencia, estas dificultades fomentaron el contrabando, así como también la disminución en cuanto a la demanda exterior de los diferentes productos españoles.

Todas estas dificultades, tanto políticas como económicas, desembocaron en el estallido de la segunda guerra carlista.

Consecuencias

Para algunos historiadores, la segunda guerra carlista fue unos de los acontecimientos más traumáticos dentro de la historia de la España del siglo XIX, pues desestabilizó por completo la economía española y contribuyó al deterioro social y espiritual de la población.

Una de las consecuencias fundamentales de este segundo enfrentamiento bélico consistió en que la sociedad española se dividió en dos bandos principales, lo que ocasionó la ruina de las haciendas tanto públicas como privadas; esto ocurrió porque ambos ejércitos se mantuvieron en pie gracias a los bienes de los territorios rurales.

Desde el punto de vista político, otra de las consecuencias fue el fortalecimiento de la cuestión foral, lo que trajo consigo muchas restricciones de comercio y mayor resentimiento dentro de los hacendados más conservadores.

Tercera guerra carlista

La tercera guerra carlista también es considerada como la segunda guerra carlista, pues algunos historiadores niegan que haya sido tan importante como las otras dos confrontaciones de este período histórico.

Este enfrentamiento se desarrolló entre los años 1872 y 1876, pero esta vez el pretendiente carlista fue Carlos, duque de Madrid, mientras que del lado monárquico se encontraban Amadeo I y Alfonso XII.

Antecedentes

Tras la Guerra de los Matiners transcurrieron algunos años de paz; no obstante, el conflicto social entre los carlistas y los liberales se mantenía vigente. En 1861 falleció Carlos V, lo que dejó una sensación de desconcierto y de vacío en todos los partidarios carlistas ya que el hermano y sucesor de este, Juan, formaba parte del partido liberal.

Durante aquellos años le tocó asumir las riendas del partido a la viuda de Carlos V, la princesa de Beira.

En 1868 ocurrió una revolución que obligó a Isabel II a abandonar la Península, por lo que asumió el poder Amadeo de Saboya, quien creía en la instauración de un régimen demócrata bajo la ideología liberal.

Como consecuencia de esta etapa de transición hubo un aumento de adeptos en el bando carlista, ya que los conservadores decidieron unirse a este partido. En consecuencia, en 1871 el partido de Carlos se había convertido en una mayoría dentro del parlamento.

Causas

Una de las causas principales de este tercer enfrentamiento bélico, además del debilitamiento político de los liberales en el parlamento, fueron los acontecimientos de las elecciones de 1872.

Durante este tiempo, los carlistas habían sido acusados de fraude. Esto indignó a los grupos más tradicionales y conservadores, quienes utilizaron esta acusación como pretexto para levantarse en armas en algunos lugares de Cataluña y Pamplona.

Tras aquel acontecimiento, los carlistas lograron levantarse en otras regiones como Navarra y en algunas provincias vascongadas, lo que dio inicio a los enfrentamientos bélicos formales.

En aquel entonces los carlistas habían conseguido convencer a los gobernantes del continente europeo de que la España liberal implicaba un peligro para la Península.

Consecuencias

A pesar de que los carlistas consideraron que en esta ocasión podrían finalmente acceder al trono gracias a que habían aumentado en número y contaban con apoyo internacional, fracasaron de manera definitiva cuando Alfonso XII, hijo de la reina Isabel II, obtuvo la coronación al ser el heredero legítimo.

Exilio de Carlos VII  

Como consecuencia de estos acontecimientos, Carlos VII decidió exiliarse al país francés completamente derrotado, pero jurando que volvería a reclamar lo que era suyo.

Otra consecuencia de la tercera guerra carlista consistió en el descontento que dejó en la población el hecho de que no pudieron alcanzarse ninguno de los objetivos planteados por el partido carlista.

A esto se le suma una gran cantidad de fallecidos, lo que desembocó en un aumento de hambruna, miseria y pobreza que se extendió por toda la Península, junto con un sinfín de enfermedades que se propagaron gracias a las expediciones militares realizadas por los carlistas.

Efectos positivos de la tercera guerra

A pesar de todas las desastrosas consecuencias que implican los conflictos bélicos de esta magnitud, algunos historiadores consideran que se obtuvo algo positivo.

Mediante el tratado realizado por Lord Eliot se buscó reducir las atrocidades entre los dos bandos españoles, ya que dicho tratado buscaba un proceder más adecuado para las personas que se encontraban bajo arresto.

Tras el fracaso de la sublevación, los soldados del partido carlista fueron recibidos en el ejército del gobierno y pudieron mantener todas las condecoraciones de sus cargos anteriores. Sin embargo, muchos soldados carlistas no quisieron tomar este camino sino que prefirieron desertar.

Para el partido de Alfonso, el final de esta guerra implicó la instauración de un gobierno de restauración a través del cual se promoción la creación de la Constitución de 1876. Los soldados del rey fueron aclamados y celebrados mediante el otorgamiento de las medallas correspondientes a la guerra civil.

Alfonso decidió tolerar a los militares del otro bando, estableciendo que podrían mantenerse en la Península dado que se habían convertido en rivales respetables. En otras palabras, esta guerra civil no acabó del todo con las ideas carlistas, debido a que no se llevaron a cabo agravios en contra del bando derrotado.

Aparición del Partido Nacionalista Vasco

Otra consecuencia fundamental dentro de estos enfrentamientos fue la total desaparición de los fueros, que fueron legalmente eliminados en 1876.

Como resultado de esta abolición, se decidió firmar el Primer acuerdo económico vasco, lo que le permitió a este sector español mantener su autonomía económica. Años más tarde, esto fomentó la gestación del conocido Partido Nacionalista Vasco, en el año 1895.

Referencias

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