Historia

Imperio bizantino: qué es, origen, características, emperadores, cultura


¿Qué fue el Imperio bizantino?

El imperio bizantino, también llamado Bizancio e Imperio romano de Oriente, fue un estado que surgió a raíz de la división del Imperio romano, en el 395 d.C., cuya vida se prolongó por poco más de 1.000 años, hasta 1453, cuando cayó Constantinopla en manos de los turcos otomanos.

La capital y principal ciudad del Imperio bizantino fue Constantinopla (la actual Estambul), donde la cultura latina dio paso a la griega y donde surgiría también la Iglesia católica apostólica ortodoxa, a raíz del cisma religioso de 1054.

El Imperio bizantino actuó durante varios siglos como un puente comercial y cultural entre Oriente y Occidente, pero su historia es también la de una larga decadencia, asediado por distintos pueblos e imperios, como los sasánidas, los normandos, los árabes, búlgaros y otomanos.

Los habitantes del imperio bizantino nunca utilizaron este nombre, se consideraban romanos, habitantes del Imperio romano, o de la Romania, aunque para Occidente el heredero de Roma fuera el Sacro Imperio Romano Germánico, surgido a partir del legado de Carlo Magno y del Imperio carolingio.

Para muchos historiadores, con la caída de Constantinopla y el fin del Imperio bizantino concluye la Edad Media y se inician el Renacimiento y la Edad Moderna.

Origen del Imperio bizantino

El imperio bizantino ocupó un espacio cultural y territorial previamente creado por Alejandro Magno, y conocido como Imperio helenístico. De hecho la capital, Bizancio, era una antigua ciudad tracia (fundada en el 667 a.C.), ampliada y reorganizada por Constantino en el 330, y bautizada como Nueva Roma, aunque sería conocida como Constantinopla.

Constantino trasladó la capital del Imperio romano a Bizancio en el 330, posteriormente, en el 395, el Imperio se divide en el Imperio romano de Occidente (que cae definitivamente en el 476), y en el Imperio romano de Oriente, con su capital en Constantinopla.

Ubicación

A lo largo de sus diez siglos de historia la extensión del Imperio bizantino varió enormemente, llegando a ocupar territorios ubicados en el norte de África, Egipto y otros países del Levante, Turquía, los Balcanes, Grecia, Italia y sur de España.

Sin embargo, poco antes de la caída de Constantinopla, en el siglo XV, ya Bizancio se reducía solo a esta ciudad y sus alrededores.

Características del Imperio bizantino

Sociedad multiétnica

Fue un imperio multiétnico, cristiano (que a partir del siglo XI sería cristiano ortodoxo, con una cultura marcadamente griega). El griego era la lengua oficial del imperio.

Además de la influencia griega hay que destacar que Constantinopla llegó a contar con barrios de venecianos y genoveses, que ejercieron una importante labor como comerciantes y diplomáticos.

Economía

Su economía se basó en la agricultura, y sobre todo en el comercio, aprovechando su posición privilegiada entre Europa, África y Asia, y como paso obligado de los productos que venían de China y la India.

Poder político

Era una monarquía autocrática que eventualmente se transformaría en una teocracia, al hacer del emperador el representante de Dios en la Tierra. Contó con un poderoso ejército y una flota que protegía las rutas navieras comerciales.

Existían gobernadores regionales y una burocracia muy eficiente que rendía cuentas al emperador.

Sociedad bizantina

La sociedad bizantina estaba muy estratificada socialmente, en la que estaban el rey y su familia, la aristocracia y los altos funcionarios, los comerciantes, artesanos, miembros de profesiones liberales (médicos, letrados, abogados, etc.), campesinos y esclavos.

Amenazas externas

A lo largo de su historia debió enfrentar distintas amenazas e invasiones: primero de persas, ávaros y eslavos; luego les tocó enfrentar la rápida expansión del islam, y el avance en Europa de lombardos y búlgaros. El golpe final lo daría el imperio otomano.

Amenazas internas

Las principales amenazas internas para el imperio provenían del ámbito de la religión, y del enfrentamiento de los iconoclastas (los que querían prohibir las imágenes en el culto cristiano), y los iconódulos (aquellos que defendían el uso de las imágenes).

Había además enfrentamientos entre distintas versiones, o herejías, del cristianismo, y entre el estado y monasterios muy poderosos.

Además podrían considerarse como amenazas internas las de los cruzados de Occidente, que llegaron a participar en querellas internas del imperio y llegaron a tomar Constantinopla durante la cuarta Cruzada.

Demografía

Aunque no se manejan cifras precisas se cree que el Imperio bizantino pudo albergar unos 25 millones de personas en el siglo IX, que podría haberse reducido a unos 13 millones en el siglo XIII.

Las mayores concentraciones de población habrían estado en Constantinopla y la costa de Asia Menor.

El fuego griego

Aunque su historia sea considerada en parte la historia de una larga retirada y pérdida de territorios, los bizantinos contaban con un arma poderosa que mantuvo a raya a sus enemigos por mucho tiempo, el llamado fuego griego, una sustancia que se mantenía encendida incluso bajo el agua y con la que destruían los barcos enemigos.

La fórmula bizantina del fuego griego era un secreto militar, y aún hoy día, aunque hay distintas hipótesis, se desconoce cuál era su composición.

Principales emperadores bizantinos

A lo largo de 1058 años hubo 76 emperadores soberanos y 3 emperatrices reinantes, a los que habría que agregar 24 co-emperadores menores; es decir, un total de 113 monarcas en casi once siglos. En esta larga lista destacamos algunas figuras.

Justiniano (483-565)

También llamado Justiniano el Grande, bajo su gobierno (527-565) el imperio bizantino recuperó extensos territorios que habían sido parte del imperio romano de Occidente, como Italia. Realizó importantes reformas judiciales y económicas, y bajo su gobierno se construyó la Basílica de Santa Sofía.

Mauricio (539-602)

Flavio Mauricio Tiberio Augusto consolidó el imperio y las conquistas de Justiniano, llevando adelante campañas militares en la península ibérica, Mesopotamia y los Balcanes. Fue derrocado por una rebelión militar.

Heraclio (575-641)

Es considerado uno de los grandes conquistadores romanos. Durante su gobierno rechazó una invasión persa, pero perdió territorios debido a la expansión musulmana. También durante su vida el latín fue reemplazado por el griego como lengua del imperio bizantino.

Irene de Atenas (752-803)

También llamada Irene Sarantapechaina, fue esposa del emperador León IV y madre de Constantino VI, y emperatriz durante un corto período, aunque tuvo una gran influencia y es recordada por haberse opuesto a los iconoclastas, y haber organizado el Concilio de Nicea II.

Basilio I (836-886)

Llamado también Basilio el Macedonio, fue un hombre de origen humilde que ascendió en el ejército hasta ocupar el cargo de emperador. Derrotó a los árabes y reconquistó el sur de Italia. Dio inicio al llamado Renacimiento macedonio.

Basilio II (958-1025)

Llamado también Basilio el Bulgaróctono (“mata búlgaros”), es considerado uno de los emperadores más importantes de Bizancio. Gobernó por casi cincuenta años, durante los que reconquistó Bulgaria y los Balcanes, y conquistó Armenia. Limitó el poder de los terratenientes y comerciantes más ricos, y reorganizó el imperio.

La cultura en el Imperio bizantino

Por un lado, el imperio bizantino evitó en gran medida que la cultura islámica en su expansión militante avasallara a Europa occidental, al actuar como barrera y asumir el cristianismo como parte fundamental de su cultura; y por otro, el imperio reivindicó sus raíces clásicas, fomentando el estudio y la difusión de los valores de la cultura griega.

Fue clave en el desarrollo del comercio mediterráneo, al contar con una moneda fuerte y al hacer seguras las rutas comerciales, influyó en la difusión de la legislación romana, en las costumbres y organizaciones políticas de diversos países.

Al imperio bizantino también hay que agradecer la supervivencia de numerosas obras científicas y literarias de la Antigüedad.

Religión-iglesia

Los bizantinos se consideraban los cristianos originales, y a lo largo de su historia los patriarcas de Constantinopla se vieron enfrentados con el poder papal de Roma.

El debate político y religioso desembocó, en 1054, en lo que ha sido bautizado como el Cisma de Oriente y Occidente, del que surgió la Iglesia católica apostólica ortodoxa.

El debate que provocó el cisma giró en torno al texto del Credo, en el que el espíritu santo era asociado al padre y el hijo, en contra de las creencias de la iglesia oriental que lo asociaba solo con el padre. Esta discusión sirvió como detonante, pues las diferencias y recelos entre ambas iglesias eran mucho mayores.

La monarquía y la iglesia estaban estrechamente relacionadas, hasta el punto de que era el emperador el encargado de nombrar al patriarca. Uno de los títulos de los emperadores era Isapostolos, “igual a los apóstoles”.

Caída del Imperio bizantino

La larga decadencia del Imperio bizantino se incrementó con la expansión musulmana, por un lado, y con las invasiones y saqueos de los cruzados. Estos últimos, durante la cuarta Cruzada (entre los años 1198 y 1204), tomaron la ciudad y dividieron el imperio, debilitándolo.

Finalmente, en 1453, Constantinopla fue sitiada por un gran ejército otomano, bajo el liderazgo de Mehmet II, que rompió las defensas de la ciudad utilizando cañones. Aunque Bizancio pidió ayuda a los reinos de Europa, estos no respondieron, en parte debido a las diferencias religiosas.

En el asedio final murió el último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo. Sin embargo, la influencia del imperio perduró después de su caída, ya que los monarcas otomanos se consideraban herederos del Imperio bizantino.