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Las 75 mejores frases de Romeo y Julieta (Shakespeare)


Te dejo una lista de las mejores frases de Romeo y Julieta, obra del importante dramaturgo y escritor del inglés del siglo XVI William Shakespeare. Esta obra teatral relata la historia trágica de dos adolescentes de Verona que pertenecen a familias enemigas, los Montesco y los Capuleto.

Tras conocerse terminan perdidamente enamorados y casándose de manera precipitada. Estos, al ver inminente su separación por diversas complicaciones, prefieren suicidarse para “seguir al otro” en otra vida. Te pueden interesar también estas frases de William Shakespeare o estas de películas románticas.

-Es inútil buscar a quien no quiere ser hallado. -Benvolio.

-¿Supe qué es amor? Ojos, desmentidlo, pues nunca hasta ahora la belleza he visto. -Romeo.

-¿Por qué el amor, con la venda en los ojos, puede, siendo ciego imponer sus antojos? -Romeo.

-En los hombres no hay lealtad, fidelidad, ni honradez. Todos son perjuros, embusteros, perversos y falsos. -Ama.

-¡Ah, leal boticario, tus drogas son rápidas! Con un beso muero. -Romeo.

-Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. -Julieta.

-El joven amor solo está en los ojos, no en el corazón. -Fray Lorenzo.

-¿Sabía yo lo que es el amor? Ojos jurad que no, porque nunca había visto una belleza así. -Romeo.

-Los ojos se hicieron para ver: que vean. No pienso moverme por gusto de nadie. -Mercucio.

-Demasiado pronto te he visto sin conocerte y demasiado tarde te he conocido. -Julieta.

-El amor corre al amor como el niño huye del libro y, cual niño que va a clase, se retira entristecido -Romeo.

-Si el amor es ciego, no puede atinar. -Mercucio.

-Lo bueno poco dura. -Benvolio.

-Enséñame a olvidarme de pensar. -Romeo.

-Llámame amor y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más seré Romeo. -Romeo.

-Si el amor te maltrata, maltrátalo tú: si se clava, lo clavas y lo hundes. -Mercucio.

-Muerte que robó la miel de tus labios, no tiene poder sobre tu belleza. -Romeo.

-La muerte es el fin de todo. -Ama.

-Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido. -Romeo.

-¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche, que irrumpes en mis pensamientos? -Julieta.

-No puedo estar orgullosa de lo que odio, pero sí agradezco que se hiciera por amor. -Julieta.

-El alma humana tiene grandes misterios que penetrar y grandes cuestiones que debatir cuando está sola. -Romeo.

-¿Delicado el amor? No, es duro, es áspero y agresivo, es punzante como el espino -Romeo.

-El amor es una nube que flota sostenida por un suspiro. -Romeo.

-Ganso que grazna no muerde. -Romeo.

-Aquí yace Julieta, y su belleza convierte el panteón en radiante cámara de audiencias. -Romeo.

-Para el amor no hay barrera de piedra, y, como el amor lo que puede siempre intenta, los tuyos nada pueden contra mí. -Romeo.

-Para subir a mi lecho erais la ruta, mas yo, virgen, he de morir virgen viuda. Venid, pues. Ven, ama. Voy al lecho nupcial, llévese la muerte mi virginidad. -Julieta.

-Con el aliento del verano, este brote amoroso puede dar bella flor cuando volvamos a vernos. -Julieta.

-Es necesario que yo reciba noticias tuyas cada hora del día, porque cada hora de tu ausencia representa más de un día. -Julieta.

-¡San Francisco me asista! ¿En cuántas tumbas habré tropezado esta noche? -Fray Lorenzo.

-¡Ah, es mi dama, es mi amor! ¡Ojalá lo supiera! Mueve los labios, mas no habla. No importa: hablan sus ojos; voy a responderles. -Romeo.

-El sentimiento, si no lo abruma el adorno, se precia de su verdad, no del ornato. -Julieta.

-¡Mi amor ha nacido de mi único odio! Muy pronto le he visto y tarde le conozco. Fatal nacimiento de amor habrá sido si tengo que amar al peor enemigo. -Julieta.

-¡Ah, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Niega a tu padre y rechaza tu nombre, o, si no, júrame tu amor y ya nunca seré una Capuleto. -Julieta.

-No jures. Aunque seas mi alegría, no me alegra nuestro acuerdo de esta noche: demasiado brusco, imprudente, repentino, igual que el relámpago, que cesa antes de poder nombrarlo. -Julieta.

-La amada que llena mi pecho es la bella hija del gran Capuleto. Le he dado mi alma, y ella a mí la suya; ya estamos unidos, salvo lo que una vuestro sacramento. -Romeo.

-¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro ultimo abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! -Romeo.

-¡Estalla, corazón, mi pobre arruinado! ¡Ojos, a prisión, no veáis la libertad! ¡Barro vil, retorna a la tierra, perece y únete a Romeo en lecho de muerte! -Julieta.

-Ven, noche gentil, noche tierna y sombría, dame a mi Romeo y, cuando yo muera, córtalo en mil estrellas menudas. -Julieta.

-¡Qué dulces suenan las voces de amantes en la noche, igual que la música suave al oído! -Romeo.

-No soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos, en la orilla más distante de los mares más remotos, zarparía tras un tesoro como tú. -Romeo.

-Si en el mar vive el pez, también hay excelencia en todo lo bello que encierra belleza: hay libros con gloria, pues su hermoso fondo queda bien cerrado con broche de oro. -Señora Capuleto.

-¡Romeo, Romeo, Mercucio ha muerto! Su alma gallarda que, siendo tan joven, desdeñaba la tierra, ha subido al cielo. -Benvolio.

-¡Ah, quién fuera el guante de esa mano por tocarle la mejilla! -Romeo.

-Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz. ¿No eres Romeo, y además Montesco? -Julieta.

-¡Qué alma de serpiente en su cara florida! ¿Cuándo un dragón guardó tan bella cueva? ¡Hermoso tirano, angélico demonio! ¡Cuervo con plumas de paloma, cordero lobuno! -Julieta.

-¿Qué demonio eres tú para así atormentarme? Es una tortura digna del infierno. ¿Se ha matado Romeo? -Julieta.

-Se llama Romeo y es un Montesco: el único hijo de tu gran enemigo. -Ama.

-¡Quede el sueño en tus ojos, la paz en tu ánimo! ¡Quién fuera sueño y paz, para tal descanso! -Romeo.

-Puñal afortunado, voy a envainarte. Oxídate en mí y deja que muera. -Julieta.

-¿Y si, cuando esté en el panteón, despierto antes que Romeo venga a rescatarme? Tiemblo de pensarlo. -Julieta.

-Si con mi mano indigna he profanado tu santa efigie, sólo peco en eso: mi boca, peregrino avergonzado, suavizará el contacto con un beso. -Romeo.

-El manto de la noche me esconderá de ellos, con tal de que me quieras que me encuentren aquí. Más vale que acabe mi vida por su odio, que prorrogar la muerte sin tener tu amor. -Julieta.

-¡Ah, buenas noches! Partir es tan dulce pena que diré buenas noches hasta que amanezca. -Julieta.

-Aquí, aquí me quedaré con los gusanos, tus criados. Ah, aquí me entregaré a la eternidad y me sacudiré de esta carne fatigada el yugo de estrellas adversas. -Romeo.

-¿Qué es esto? ¿Un frasco en la mano de mi amado? El veneno ha sido su fin prematuro. ¡Ah, egoísta! ¿Te lo bebes todo sin dejarme una gota que me ayude a seguirte? -Julieta.

-¿Qué luz alumbra esa ventana? Es el oriente, y Julieta, el sol. Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa, que está enferma y pálida de pena porque tú, que la sirves, eres más hermoso. -Romeo.

-¡Ah, búscale! Dale este anillo a mi dueño y dile que quiero su último adiós. -Julieta.

-Al ser tan prudente con esa belleza no merece el cielo, pues me desespera. No amar ha jurado, y su juramento a quien te lo cuenta le hace vivir muerto. -Romeo.

-¿Cómo sigo adelante, si mi amor está aquí? Vuelve, triste barro, y busca tu centro -Romeo.

-Prudente y despacio. Quien corre, tropieza. -Fray Lorenzo.

-¡Ay de mí! ¿De quién es la sangre que mancha las piedras de la entrada del sepulcro? ¿Qué hacen estas armas sangrientas y sin dueño junto a este sitio de paz? ¡Romeo! ¡Qué pálido! -Julieta.

-Ven aquí, ama. ¿Quién es ese caballero? […] Pregunta quién es. Si ya tiene esposa, la tumba sería mi lecho de bodas. -Julieta.

-El gozo violento tiene un fin violento y muere en su éxtasis como fuego y pólvora, que, al unirse, estallan. La más dulce miel empalaga de pura delicia y, al probarla, mata el apetito. -Fray Lorenzo.

-Mi esposo está en la tierra; mi juramento, en el cielo. ¿Cómo puede volver a la tierra si, dejando la tierra, mi esposo no me lo envía desde el cielo? -Julieta.

-¡Ah! Más peligro hay en tus ojos que en veinte espadas suyas. Mírame con dulzura y quedo a salvo de su hostilidad. -Romeo.

-No jures por la Luna, esa inconstante que cada mes cambia en su esfera, no sea que tu amor resulte tan variable. -Julieta.

-Mi generosidad es inmensa como el mar, mi amor, tan hondo; cuanto más te doy, más tengo, pues los dos son infinitos. -Julieta.

-Es tormento y no clemencia. El cielo está donde esté Julieta, y el gato, el perro, el ratoncillo y el más mísero animal aquí están en el cielo y pueden verla. Romeo, no. -Romeo.

-Los enamorados pueden andar sin caerse por los hilos de araña que flotan en el aire travieso del verano; así de leve es la ilusión. -Fray Lorenzo.

-Si me quieres, dímelo de buena fe. O, si crees que soy tan fácil, me pondré áspera y rara, y diré “no” con tal que me enamores, y no más que por ti. -Julieta.

-Me oculta el manto de la noche y, si no me quieres, que me encuentren: mejor que mi vida acabe por su odio que ver cómo se arrastra sin tu amor. -Romeo.