Biografías de personajes históricos

Pedro Abelardo: biografía, pensamiento, aportes, obras


Pedro Abelardo (1079-1142) fue un filósofo y teólogo francés que buscó fragmentar la restringida visión medieval. Su propósito era exponer que la libertad del hombre no dependía de la conciencia, sino de los conocimientos.

A través de sus obras pretendía manifestar que los individuos tenían derecho a decidir y actuar con albedrío, sin ser juzgados por la doctrina religiosa. De ese modo se percibe que la hipótesis de este autor se centraba en el comportamiento moral.

A su vez, expresaba que la moralidad estaba determinada por la manera en la cual cada persona materializaba sus pensamientos. A diferencia de los intelectuales de la Alta Edad Media que solo se basaban en las teorías, Abelardo expuso la necesidad de comprobar las tesis.

Abelardo establecía que la práctica era tan importante como los conceptos; esta noción estuvo influenciada por la concepción de realidad que surgía a inicios del siglo XII. Durante ese período se comenzó a desplazar el feudalismo y la burguesía ocupó el centro de la sociedad.

Sin embargo, la organización urbana no era lo único que se iba modificando; también cambiaron las ideas de algunos hombres quienes consideraban que todos los habitantes podían progresar mediante el trabajo arduo. Este hecho anunció la autonomía del ser.

Además despojaba a la iglesia de su potestad, ya que dicha institución proclamaba que la salvación se encontraba en la fe y en las acciones puras, aquellas que se distanciaban del vicio y del pecado. Dentro de ese contexto en transformación, Abelardo intentó instaurar una creencia racional.

Índice del artículo

Biografía

Pedro Abelardo nació en 1079 en la localidad de Le Pallet (villa que se ubicaba en Bretaña a 19 kilómetros de Nantes). Fue el hijo mayor de Lucía y Berengario Abelardo, aristócratas y dueños de una parte del territorio del este de Francia.

Debido a su vida acaudalada, desde temprana edad pudo estudiar lógica y dialéctica con el fin de prepararse para la experiencia militar, que era uno de sus deberes hereditarios; pero en el transcurso de la adolescencia notó que le apasionaba la erudición y no las armas.

Por ello renunció a sus derechos de primogénito y a partir de ese momento se dedicó a viajar. Recorrió distintas regiones para intercambiar argumentos con los filósofos que ejercían el oficio de la retórica. En 1093 obtuvo un certificado en Artes en la provincia de Lonches.

Desde 1095 se educó con Roscelino de Compiegne (1050-1120), un maestro nominalista que le enseñó que los nombres abstractos eran manifestaciones mentales, ya que los términos humanidad, virtud y libertad carecían de representaciones materiales.

Según Compiegne, tales vocablos eran únicamente sonidos. Abelardo se opuso a esta postura y acusó de blasfemo a Roscelino por transmitir ideas irracionales que atentaban contra el dogma de Dios.

Formación académica

Cuando tenía 20 años se asentó en París, ciudad que era conocida como el círculo de los académicos. Ingresó a la Escuela Catedralicia en 1098, siendo su tutor Guillermo de Champeaux (1070-1121), quien era un doctor que lo instruyó en los principios de gramática, dialéctica y retórica.

Abelardo inició una especialización en Artes en 1100, donde aprendió astronomía, aritmética, geometría y música. En 1102 le otorgaron el título de Maestría y al instante criticó el método didáctico de Champeaux porque lo consideraba exagerado e injustificable.

Con el objetivo de contradecir la hipótesis de Roscelino, Champeaux manifestó que cada término tenía una forma específica en el mundo externo, la cual era designada por la humanidad. Esa tesis ocasionó que Abelardo lo categorizara de realista extremo.

En 1103 Pedro se asentó en Laon y le solicitó a Anselmo de Laudunense (1050-1117) que le dictara clase de teología; pero al poco tiempo refutó la doctrina del teólogo quien aludía que Dios era la fuerza que unificaba el universo.

Meses más tarde regresó a París con la finalidad de trabajar en un colegio que le permitiera demostrar los errores de las teorías que se estaban difundiendo.

Experiencia laboral

No obstante, en París no obtuvo resultados favorables. Por tal motivo partió hacia Melun y luego a Corbeil, municipios donde consiguió numerosos alumnos. De hecho, en 1108 fundó una institución en la Colina de Santa Genoveva.

En 1113 adquirió la plaza de profesor de dialéctica y retórica en la Escuela Catedralicia. En 1115 se le confió la educación de Eloísa, sobrina de Fulberto –canónigo de la catedral de París–. Doncella con la cual tuvo un romance clandestino hasta que en 1119 nació su hijo, Astrolabio.

Con el objetivo de que no los descubrieran, Abelardo llevó a la nueva familia al hogar de su hermana en Le Pallet y contrajo nupcias con Eloísa. Este suceso estaba prohibido para los catedráticos de la época; por lo que Fulberto se sintió traicionado y transmitió la noticia del matrimonio.

Además, Fulberto contrató a dos siervos para que mutilaran a Pedro. Este acontecimiento se condenó con la castración de los vasallos y el destierro de Fulberto. Abelardo realizó los hábitos para volverse monje, mientras que Eloísa recibió los votos para ser monja en el monasterio de Argenteuil.

Retorno a la pedagogía

En 1120 Pedro Abelardo se trasladó a Provins, comuna en la que recuperó a sus estudiantes; pero en 1121 fue solicitado y cuestionado por el Concilio de Soissons debido al texto Sobre la unidad y la divina trinidad. Obra donde plasmó que existían tres deidades y no una.

La acusación fue planificada por los discípulos de Laudunense, Roscelino y Champeaux. Sin embargo, cuando Abelardo llegó no le permitieron defenderse y los jueces le impusieron que quemara su escrito, además le impidieron que ejerciera la docencia durante algunos años.

Luego de cumplir la sentencia en la abadía de Saint Médard, regresó en 1123 a Saint Denis. Estadía que abandonó rápido porque conquistó la enemistad de los sacerdotes cuando comentó que el santo al que alababan no era el mismo que Dionisio Areopagita, supuesto patrón del convento.

Días después se marchó a Troyes y sus oyentes lo siguieron. Por eso, en 1124 erigió la escuela del Paráclito, la cual se hallaba cerca del templo de Bernardo de Claraval (1090-1153).

Acusaciones

Las enseñanzas que emitían en la institución de Claraval objetaban los ideales de Abelardo. Esto fue porque la metodología de Bernardo se caracterizaba por la severidad del cristianismo, expresaba que Dios les transmitía la verdad a los monjes para que se las comunicaran a los hombres.

En cambio la hipótesis de Pedro planteaba que las decisiones eran responsabilidad del individuo y no de un ente superior. Dicho testimonio causó que lo declararan hereje. Por ello eligió retirarse en 1128, siendo recibido en el monasterio de Saint Gildas.

En este lugar fue nombrado abad, aunque ciertos religiosos hayan confesado que asumió su cargo con despotismo. En 1130 edificó un convento en el Paráclito, espacio en el que ubicó a Eloísa y le otorgó la nominación de abadesa.

En 1132 renunció a la labor de regente y en 1139 fue inculpado nuevamente de sacrílego por los eclesiásticos de Roma.

Últimos años

Esta imputación se llevó a cabo por las pruebas que presentaron Bernardo de Claraval y Guillermo de Saint Thierry (1085-1148). Estos teólogos reunieron varias ideas heterodoxas que aparentemente estaban expuestas en las obras de Abelardo y se las enviaron al papa.

Dicha denuncia ocasionó que Pedro hiciera la petición para que se realizara un concilio, pero la respuesta del sínodo de Sens fue que retractara sus argumentos inmorales. Por ello recurrió al Sumo Pontífice, aunque esa autoridad ya había firmado la propuesta del congreso.

La licitación establecía que Abelardo ya no podría expresar sus conocimientos en espacios públicos o academias. En 1141 fue llevado al monasterio de Cluny; pero terminó refugiándose en el templo de Saint Marcel por motivos de salud, morada en la que se consagró a escribir.

Falleció en 1142 a los 63 años. En 1817 sus restos fueron transportados al cementerio parisino de Pere Lachaise, siendo sepultados junto al cuerpo de Eloísa. Así mismo, se instauró un monumento del filósofo diseñado con las ruinas del Paráclito.

Pensamiento

Es difícil incorporar el pensamiento de Abelardo dentro de una categoría determinada, puesto que no siguió los fundamentos del realismo extremo ni del nominalismo. Aún así, utilizó los conceptos planteados en ambos movimientos filosóficos para desarrollar su propia teoría.

No consideraba que las ideas abstractas existieran en la realidad externa, sino que eran definiciones que se encontraban en la mente. En ese sentido manifestó que los nombres eran términos singulares creados por el entendimiento y no tenían referencias universales.

Esa hipótesis sentó las bases para que emanara el conceptualismo. Es preciso destacar que de alguna manera la ideología de Pedro estuvo influenciada por la dialéctica aristotélica, ya que se enfocó en la lógica como pilar académico y religioso.

Abelardo expresaba que la razón le daría sentido a la fe. Creía que las personas debían comprender el culto que predicaban. A través de este juicio contradijo al misticismo, dicha corriente proponía adorar a Dios mediante la esperanza y contemplación.

Aportes a la filosofía

La primera contribución de Abelardo fue exponer que las concepciones universales eran elementos coherentes que unían el mundo físico con el mental. Eran lógicas porque usaban el lenguaje. Es decir, los vocablos tenían que ser comprensibles para las personas al momento de pronunciarlos.

Por tanto lo esencial no era el objeto, sino el significado. También describió una especie de procedimiento investigativo, donde detalló que la duda generaba la indagación. Cuando los individuos indagaban podían cruzarse con la verdad.

Con ello estableció los cimentos para que se desarrollara el método escolástico; pero antes de encontrar la verdad era primordial entender la composición de las palabras, elaborar un examen crítico de las sagradas escrituras e interpretarlas sin vincular la opinión del autor con la personal.

De cierta forma este filósofo motivó el estudio empírico, puesto que exhibió que la observación era vital para analizar los hechos. Otro aporte fue:

Sobre la libertad

Siguiendo la teoría cristiana-agustiniana, Abelardo expuso que la libertad de la humanidad derivaba de su naturaleza. El creador hizo al ser a su imagen y semejanza, por eso le entregó la facultad de razonar.

Al razonar las personas mostraban sus virtudes. De esa forma se aprecia que la libertad era el derecho a pensar. Los pensamientos orientaban hacia el bien o el mal y dependían de la autodeterminación ética de cada individuo.

Por medio de ese argumento, Pedro fomentó el crecimiento de la subjetividad, ya que sugirió que las ideas no eran morales ni pecaminosas hasta que se ejecutaban.

Obras

En el transcurso de su trayecto pedagógico, Abelardo redactó diversas obras que sobresalieron por tener estilos híbridos, ya que no formaban parte de un género específico. Escribió sobre filosofía, teología y música.

Su objetivo fue retratar algunas respuestas acerca del inconveniente de los términos universales; procuró relacionar las posturas racionales con las religiosas, explicar las definiciones de justicia e injusticia y esclarecer que el concepto de ética no solo abarcaba el área de la conciencia.

También plasmó en el pergamino sus confesiones, donde narró los errores que había cometido. Compuso varias sinfonías de amor para Eloísa, seis lamentos bíblicos y cien himnos de agradecimiento para la abadía de Argenteuil. Entre los textos se hallan:

Sobre la unidad y la divina trinidad (1121).

Cartas de Abelardo a Eloísa (1133).

Teología cristiana (1141).

Conócete a ti mismo: Ética (1141).

Diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano, cuya fecha de edición original aún es desconocida; pero en 1992 fue difundida la primera impresión.

Historia de mis desventuras (1132)

Es uno de los libros más importantes del filósofo porque muchos episodios de su vida son conocidos gracias a esta publicación. En esa autobiografía, el autor se dirige directamente al lector con el propósito de relatarle sus calamidades. Consta de 15 capítulos y su prosa es romántica.

Sí y no (1141)

En este tratado Abelardo expuso los motivos que lo impulsaron a estar en desacuerdo con la institución eclesiástica. Planteó que los sacerdotes no podían intervenir en los pensamientos de los hombres porque atentaban contra la voluntad sagrada de Dios.

El manual contiene 158 apartados, donde se detallan las ventajas y desventajas de la fe. Aunque hay pasajes en primera persona, generalmente la narración es impersonal. Es un escrito didáctico.

Referencias

  1. Castellanos, J. (2015). Lógica y razón en Pedro Abelardo. Recuperado el 18 de noviembre de 2019 de Universidad de Buenos Aires: uba.ar
  2. Daza, R. (2017). Dialéctica y razón práctica en Pedro Abelardo: independencia o laberinto intelectual. Recuperado el 18 de noviembre de 2019 de Revista de Filosofía y Letras: revistafyl.filos.unam.mx
  3. Gilson, E. (2010). Abelard: treatise of logic and love life. Recuperado el 20 de noviembre de 2019 de University of Cambridge: cam.ac.uk
  4. Jolivet, P. (2014). Medieval metaphysics and the modern world. Recuperado el 20 de noviembre de 2019 de Department of History: history.stanford.edu