Definición de sarcasmo
Sarcasmo es un término que proviene del latín sarcasmus, aunque su origen más remoto en está en la lengua griega. La etimología de la palabra remite a “cortar o morder un pedazo de carne”.
El concepto hace referencia a una burla cruel y mordaz que ofende o maltrata a alguien o algo. Por eso su origen etimológico está vinculado a “morder la carne” (de la persona víctima del comentario sarcástico).
El sarcasmo es una especie de ironía o burla. Apela al humor con ingenio, pero es malintencionado ya que busca herir al destinatario. Cabe mencionar que puede ser expresado de manera evidente o mediante una crítica indirecta o disfrazada.
En el lenguaje oral, el sarcasmo suele apoyarse en una entonación peculiar. Por ejemplo: “La verdad es que eres un genio” puede ser una frase sincera que busca homenajear al destinatario o sugerir exactamente lo contrario. En el segundo caso, se trata de un comentario sarcástico.
“Usted no se detenga y siga explicándome la cuestión: no sabe cuánto me interesa lo que está diciendo” es otro comentario ambiguo, que podría realizarse con sarcasmo para hacer notar a la otra persona que sus palabras no resultan interesantes para su interlocutor, y que éste no está dispuesto a prestarle atención.
El sarcasmo, como la ironía, puede ser tan sutil que, en ocasiones, el oyente no logra captar la agresión, en especial cuando existen diferencias culturales o generacionales entre los interlocutores.
Las comunicaciones escritas, por su parte, hacen explícito el sarcasmo a través del uso de comillas o mayúsculas: “Qué ‘buen humor’ que tienes esta tarde”, “El premio ha sido un GRAN logro de tu parte”.
Como es de esperarse, el abuso del sarcasmo en las relaciones interpersonales puede acabar con la paciencia de quienes deban tolerarlo. En Estados Unidos, por ejemplo, este recurso de la comunicación parece formar parte de su identidad; en Argentina, por otro lado, la realidad solía ser muy diferente, hasta que el consumo de cine y televisión norteamericana acarreó éste y otros rasgos culturales.
Este fenómeno ocasionó que se formara una línea divisoria entre quienes lo adoptaban, con la consiguiente alteración de la personalidad, y quienes mantenían una conducta más tradicional. El choque entre estos dos grupos de personas, generalmente jóvenes y ancianos respectivamente, es inevitable: cuando el sarcasmo es considerado un insulto a la inteligencia, independientemente del grado de seriedad del comentario, la comunicación no es posible.
Es importante señalar que el uso del sarcasmo no necesariamente indica hostilidad; muchas veces se hacen comentarios con doble sentido con intenciones humorísticas, o como una manera amena de reflexionar acerca de los propios errores. A propósito de este último punto, el sarcasmo no siempre se dirige a los demás, sino que es posible criticarse a uno mismo mediante frases de una cierta agudeza, que denoten al mismo tiempo un descontento y el compromiso de mejorar.
Un ejemplo de lo anterior puede tener como protagonista a una persona que sale de su casa para dirigirse a una entrevista de trabajo y descubre que ha olvidado las llaves de su coche; ante tal hallazgo, se dice a sí misma «¡Perfecto! Lo mejor que puedo hacer en este momento es perder tiempo y agitarme».
La psicología ha demostrado en reiteradas ocasiones que no hay mejor terapia que exteriorizar los sentimientos; en este sentido, el sarcasmo puede servir para dejar salir la ira en cuanto se manifiesta, en pequeñas cantidades, antes de que se acumule y se convierta en un problema incontrolable y peligroso. Nadie debería temer enfrentarse a la verdad, a sus defectos, a sus equivocaciones; y un comentario con un cierto grado de sarcasmo, emitido en el contexto indicado, puede resultar el camino más ameno para la autosuperación.