Definición de ira
Ira es un término de origen latino que se refiere a la furia y la violencia. Se trata de una conjunción de sentimientos negativos que genera enojo e indignación. Por ejemplo: “El gesto del delantero despertó la ira de los simpatizantes rivales”, “El empresario vivió un día de ira: primero insultó a un transeúnte, luego empujó a un vecino y, finalmente, golpeó a un policía”, “El fallo del árbitro motivó la ira de la gente, que no dudó en arrojar objetos contundentes al campo”.
La psicología recomienda exteriorizar la ira de alguna manera, para evitar que ésta devenga en enfermedad. Es importante señalar que existen diversas formas no violentas de canalizar un sentimiento negativo; actividades tan sanas como la práctica de algún deporte o tan enriquecedoras como el estudio de música y la ejecución de un instrumento representan algunas de las decisiones más adecuadas para convertir al ira en algo positivo.
Dado que se trata de una cuestión interna, la visión que cada persona tiene de la ira es potencialmente diferente, independientemente de la definición oficial que le haya dado la psicología. Del mismo modo, los disparadores de esta sensación y las formas en la que reaccionan ante su aparición varían de individuo en individuo. En general, la ira se encuentra íntimamente ligada a la frustración, dado que surge como una combustión ante la imposibilidad de resolver algo.
Podemos distinguir, a grandes rasgos, entre un tipo de ira que persiste a lo largo del tiempo, que aparece como respuesta a un suceso negativo del pasado que aún no haya sido resuelto, y otro pasajero, puntual, provocado por un conflicto bien definido y que tenga lugar en el presente. En el primer caso, se conoce que quienes han sufrido abusos, ya sea sexuales o psicológicos, durante la infancia y no hayan tenido la oportunidad de enfrentar a sus agresores suelen presentar brotes de ira a lo largo de toda su vida.
Aquí entra de nuevo la frustración, dado que la víctima siente una gran angustia ante la injusticia que vivió y el hecho de no poder cambiar su pasado, y esto se convierte en un cúmulo de violencia que jamás logrará desatar contra la o las personas responsables de su dolor, por lo cual la explosión tendrá lugar de forma casi cíclica año tras año. Esto no significa que esta ira acumulada no pueda encausarse y canalizarse de una forma no dañina para el sujeto.
Para el catolicismo, la ira es uno de los siete pecados capitales. Esta ira puede manifestarse contra uno mismo (a través del suicidio o de la autoflagelación) o contra los demás (reflejada en enfrentamientos, golpes o hasta asesinatos). En ambos casos, se encuentra penada por los preceptos religiosos.
Dada la estrecha relación que tuvieron la música y la religión siglos atrás, no resulta extraño que la palabra ira forme parte de tantas obras maestras de compositores como Vivaldi o Handel. En este caso, se hace uso de diversas herramientas para expresarla, tales como un aumento de la velocidad y de la intensidad, y pasajes colmados de ornamentos y saltos que rocen los límites agudos y graves de cada instrumento de formas violentas e inesperadas.
Algunos especialistas aseguran que la ira puede surgir por una predisposición de tipo genética o biológica. Se sabe que la fatiga, los cambios hormonales, los problemas sexuales, la depresión o el hambre inciden en las reacciones que manifiestan ira.
Cabe destacar que, en un sentido simbólico, la ira puede trascender las emociones humanas. De esta manera, la naturaleza puede “expresar” ira a través de fenómenos violentos: “La ira de la naturaleza causó olas de más de 10 metros de altura que arrasaron ciudades enteras”.